Opinión
El revuelo
Este proceso tan único e incierto de la pandemia ha dejado claro algo: nos manejamos (o nos manejaron) con hilos conductores opuestos a los que debieran. A los teóricos, a aquella vieja y soñada “división de poderes” tan enseñada en escuelas y colegios. Hoy tan distante e inexistente.
Pero en un país hermoso, con tanto para ofrecer, se dan “prestigiosas” cátedras de còmo empobrecer màs a las almas en pena. En lugar de resignificar la cultura del trabajo y la producción.
El virus coronado con su irrupciòn en esta parte del mundo, nos dejó ver con claridad algo que ya se intuìa en los corazones de miles de pensantes ciudadanos. Y tal cosa es lamentable porque nos hace retroceder en vez de adentrarnos a un futuro màs promisorio.
Uno, desde la humildad del llano, puede preguntarse incluso si tales errores o costumbres, son adrede o fruto de la ignorancia o, de última, producto de la circunstancia. Por tanto, ¿son nuestros gobernantes ilusos, malvados, o han perecido superados por la realidad devastadora de este año tan medular?
El Covid 19 sin proponérselo, por supuesto, nos hizo saber algunas temáticas anexas a su ya de por sì, triste presencia. Nos dio a conocer, fíjense ustedes, amigos mìos, allà por marzo, una cuestión muy sentida: el fomentado FEDERALISMO en la Argentina, era puro verso de manual Kapelusz. ¡Ma que ocho cuartos!
Casa Rosada tomò la posta y desde allì, se encolumnò el resto. Un “unicato” versus el federalismo. Las humildes provincias se rindieron y se sujetaron a un régimen sin posibilidades de apuntar comentarios o sugerencias. La excusa trivial o certera: el tremendo despliegue de lucha contra el mal del Siglo. Habìa que concentrar, corrdinar las acciones en Buenos Aires.
Pasò algo similar con las Autonomìas Municipales que se archivaron en un cajòn, so pena de quedarse las comunas sin aliento económico.
O sea, la DEMOCRACIA FUE UNA FARSA este 2020 en esta nación sureña. Agregarle debemos a estos dislates y desquicios, la genuflexión del ¿Poder? Legislativo y las jugadas a oscuras de la señora Justicia, beneficiando entre mantos oscuros, a sendos personajes con ciertas causas bien embromadas.
Y, para refrendar la actitud siniestra de Balcarce 50, entre lloros y lamentos, por la muerte de Diego Maradona, algunos funcionarios espurios nombraron Juez Electoral al doctor Ramos Padilla. Una linda invitación al fraude electoral, acaba de servirse en bandeja de plata.
Pero es tan grande el barro del pantano, que aùn la Justicia no quiere poner blanco sobre negro en determinados asuntos pendientes, lèase por citar sòlo uno, el tòpico minoridad y delitos graves. Se pasan la ardiente braza y se atrincheran en las palabrerìas vanas, en el fuego fatuo, del garantismo que ofrenda vidas inocentes, sin resolver la problemática tan acuciante de fondo.
Y, en una etapa de supuesta guerra por salvar vidas de la pandemia, se enchufa otra vez el cable del aborto. Contradicciòn enorme y grotesca. Y una mano de pintura en el universo de las distracciones.
El “unicato” viene con un vagòn de ajustes, de escasa limosna a los jubilados y pensionados, con una idea firme y pràctica: continuar creando pobres, sosteniéndolos en el tiempo para que luego voten por el vèrtice oficialista.
Un plan elaborado al amparo del virus nacido en Whujan. Con actores y extras comprados. La sociedad en su conjunto fue metida en el laboratorio y el experimento ha sido exitoso, al parecer.
No tenemos autèntica democracia, ni leyes acordes al hombre y mujer de bien. Y lo peor es que hay gente que todavía no descubre los grilletes colocados a su voluntad.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-