Opinión
Mercaderes de la necesidad
Aprovechados de las contingencias adversas del prójimo, siempre hubo y habrá, es propicio sintetizarlo así, sin vueltas disuasorias. Un ejemplo sentido y bien explicado es el de Jesùs echando muy enojado a los cambistas del Templo en la Jerusalèn de aquèl entonces. Estos “tìos” obligaban a los peregrinos a adquirir sus monedas de uso legal allì, para luego adquirir con èstas los respectivos animales para los sacrificios.
Era un negocio redondo para la casta sacerdotal y sus aliados que habían construido un sistema fèrreo de control en ese tan sagrado sitio de adoraciòn por excelencia.
Y, en el triste marco de este nuestro país de hoy, con brechas insòlitas pero comprobables de abiertas desigualdades, cualquier acción de vivillos y punteros de toda índole, es factible.
Las posibilidades de otrora, se van esfumando para las familias de clase media y media baja. Los expertos y analistas consideran con datos fehacientes sobre la mesa, que el empleo no crece convenientemente en la Argentina desde el famoso “rodrigazo” para acà.
O sea, hasta las medidas tomadas por Celestino Rodrìguez, se notaba gran oferta de empleos. El diario “Clarìn” en sus ediciones dominicales, se agotaba a media mañana por la cantidad de avisos agrupados y clasificados donde la oferta de diferentes trabajos era màs que común. Y, por otro lado, era fácil que un laburante con su recibo de sueldo en la diestra, accediese a créditos para viviendas, autos o electrodomésticos.
Tal visión paradisìaca se evaporò sin atenuantes luego de 1975 y no regresò, aùn con el talante de ciertos matices gubernamentales que han querido hacer volver la felicidad a los hogares de esa franja poblacional.
Las distancias se ensanchan. Ya hay quienes sostienen, para compararnos, la figura de Brasil, donde el pobre es pobre y el rico, rico. Sin grises, sin mediar otra veta.
Entonces la caída es abrupta y las oportunidades de progresar en serio, son meras ilusiones òpticas para miles de compatriotas que no la pasan nada agradable. Sufren el dìa a dìa; no lo gozan.
Es allì mismo, en esa cornisa del dolor y el desamparo, donde suelen situarse los personeros del mal, los mercaderes del oprobio, los lobos hambrientos que huelen la fragilidad del otro.
En tal estado, optan por acercarles a los desterrados del sistema una vìa de escape o de presunta integración. Los aleccionan primero, culpando de sus pesadillas al Gobierno que pasò, o al terrateniente equis, o al dueño de esos lotes improductivos de acà a la vuelta.
Impíos que alientan la toma de tierras, por ahora en aras de una guerra revolucionaria de moléculas. No sería desatinado creer en una pronta iniciativa perversa a recurrir a las armas. De todos modos, los rebaños no poseen nada para perder. Excepto la vida nómade y desventurada que llevan.
No valdría en esta columna, centralizarnos sòlo en el drama concreto de los desvalidos; tenemos que citar las fuentes del aprovechamiento político y hasta religioso del ítem tan delicado y urticante.
Se sabe, porque los mismos protagonistas de las irrupciones lo señalan, que existen punteros por detrás de estas contiendas. Prometedores de dàdivas que subyugan a incautos e ingenuos. A cambio de prevendas, les utilizan para sus mezquinos anhelos personales o colectivos. De última, pierden los que ya no cuentan con nada en su haber.
Sectores definidos del poder actual, se cubren tras las sombras en las tomas. Generando caos, màs temor del que ya se contabiliza por doquier y pánico ante la contundencia del circo de complicidades establecido al respecto.
Y, por otro carril pero en idéntica senda, avanzan los Curas en la Opciòn por los Pobres, un lindo engendro apadrinado por el espìritu bergogliano para justificar todo tipo de tropelías en aras de fortalecer el ideario marxista de la Iglesia, con el Papa a la cabeza por supesto.
“Si hay tierra, la tierra es de Dios y està para compartirla”. Padre Tano. Esta magnìfica leyenda – explicación, reza oronda y señoril en varias partes donde se establecen los usurpadores de lotes y sus proxenetas.
Nada es casual. En Santiago de Chile y en Bogotà, Colombia, también la tendencia ultra, desata destrozos y locura ardorosa, con la sacro consigna de quitar al que màs tiene y dárselo al menesteroso.
Quien no advierta los riesgos, que no se lamente después. Los títeres, los enclenques, los imbéciles nos han traìdo hasta tal extremo y es menester observar. Hoy creemos que son lugares vacìos los que se toman, pero también están ocupando casas y nadie cuenta la verdad en su totalidad.
Olavarrìa contiene ejemplos de usurpaciones de viviendas o departamentos. Aquì mismo escribì de tal cosa en el año 2016. La quietud asombra, pero no solamente por la cruz presente. Que pena que un preciado pueblo como el argentino, duerma tanto.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-