Opinión
Efectos
En Olavarría baste una pequeña recorrida para advertir las persianas que se bajan y la escasez de ventas.
Pasaron otra vez los discursos del Presidente, del Gobernador y del Jefe de Gobierno porteño ampliando la cuarentena hasta el 28 de junio. Aunque esta vez las palabras pretendieron ser más conciliadoras, reconociendo que hay zonas muy pobladas que son proclives al contagio del virus coronado.
Se planteó un interesante nivel de fases o de principio de aperturas, con el propósito intrínseco de ir resolviendo el gran dilema social. El hartazgo del encierro, la angustia y la honda crisis económica golpea y el ruido llegó a las esferas del poder centralizado.
720.000 argentinos perderán su empleo este año. 2.500 comercios cerraron en la CABA por la consecuencia directa del Covid 19 y el aislamiento impuesto. En Olavarría baste una pequeña recorrida para advertir las persianas que se bajan y la escasez de ventas de la gran mayoría de los comercios, a excepción del rubro alimenticio y farmacias.
Por tal motivo, ya se recomienda desde los ámbitos científicos, mirar este paisaje también. Cuidar la salud por excelencia, mas sin obviar lo que sucede en derredor. No es válida la dicotomía que trataron de aplicar algunos mequetrefes. Es en un todo, como se debe observar la película.
Algunos barrios populosos, las clásicas villas y dale por ahí: ¿recién ahora descubren que el drama se ubica en el AMBA y en ciertos sectores densamente habitados de la Capital Federal?
Habrá que ir abriendo el cerco. No se aguanta más. Sin embargo, cual ironía de la vida, en nuestro hábitat vernáculo se desató la tragedia. Casi ya una docena de pacientes con Coronavirus, un sinfín de aislados y la vuelta de tuerca al eje del miedo. Las voces se tornan ásperas y los comentarios bullen por doquier. Buenos consejos versus errores cometidos y ausencia de certeza y convicción como tela de fondo.
Alrededor de 1.000 camiones ingresando a las arterias ciudadanas y quejas varias de controles nimios en algunos casos. Supuestas fiestas privadas en algún lugar y foráneos trabajando específicamente en la planta Lamalí II.
A propósito de este último detalle, no hemos divisado ni como al pasar, ninguna mea culpa de la empresa poseedora de la ex Loma Negra CIASA. Ni un mísero comunicado excusándose por tanto daño causado y por causar aún.
En el año 2000 se trabajó arduamente en la concreción de la fase uno, si se quiere, con gente de acá. Excelso laburo se hizo. Ahora nos inundaron de chinos, venezolanos y de otras latitudes, quitándole el pan a cientos de olavarrienses, ignorando olímpicamente que acá se ubican empresas y personal capacitados para la tarea en cuestión.
Mientras más de 100.000 almas son encapsuladas en sus domicilios, éstos sujetos pululan como si nada, entrando y saliendo. Y a su vez trayendo personas de otras localidades. Linda burla permitida en tiempos de pandemia.
Mínimamente la sociedad local debiese alzar su grito de disconformidad y exigir explicaciones a quien amerite darlas. Y declarar sin dubitaciones el enojo por esta actitud de afrenta hacia el pueblo. Que se investigue y se sepa por qué los foráneos ingresan y salen, mientras el control exprime al dolido pueblo local.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-