Opinión
De los Obispos sin fe y los católicos aborregados
Las nociones que varían. La pobreza y el Nuevo Orden Eclesial Mundial. El rol bergogliano.
1.- El 9 de mayo de 2016 los curas católicos de la “Opción por los Pobres”, emitieron un crítico documento en el cual no desperdiciaban argumentos en contra de la administración macrista de ese instante.
Los religiosos mencionaban sobre “despidos, palabras huecas y manipulación para distorsionar la realidad”, envolviendo al Gobierno de turno en serias responsabilidades por tales asuntos urticantes y densos.
Este sector de la grey mantenía y mantiene estrechos contactos con el Sumo Pontífice, el argentino Jorge Bergoglio. Son una especie de versión moderna de los clérigos que abrazaron otrora la “Teología de la Liberación” setentista.
Lo extraño resulta ahora, llegando al presente, que no esbozan ningún tipo de alusión al estado actual del Poder Ejecutivo de los señores Fernández.
Extrañamente o no, se rehúsan los sacerdotes citados a proferir comentarios sobre la corrupción, nada exponen de los abultados sueldos políticos, ni de la decepción de los jubilados, ni del creciente hambre, ni del cierre abrupto del Congreso, ni de la liberación de presos, ni tampoco nada de la visible ya utilización de la epidemia del Covid 19 para tapar agujeros de la endeble economía de Casa Rosada.
Por el contrario, se han mostrado muy pacientes y complacientes con don Alberto y doña Cristina, a quienes suelen elogiar en sus homilías.
2.- Son cada día más los teólogos y militantes católicos devotos que descubren un tanto asombrados, por cierto, las intenciones del Papa Francisco I de hacer de la Santa Iglesia Católica, una ONG.
Con el temario en la mano del cambio climático y la “opción por los más pobres”, el líder de la grey universal se emparenta sin eufemismos con la revolucionaria en su época, “Teología de la Liberación”. Todo tiene que ver con todo. Una concatenación de hechos y dichos y de amistades papales, certifican tal conjetura. Más que simple o casual conjetura, Nos hallamos frente a una convincente certeza.
El pilar de este mover filosófico político es la clase media que ya no soporta más el asfixia constante de la voracidad impositiva del Estado argentino. Nada subraya el sucesor de San Pedro de esto; sin embargo articula acciones en favor de las autoridades nacionales a través de sus “voceros”.
El fomento del odio de unos contra otros, es matriz común hoy. La Iglesia nada advierte sobre tan acuciante fase. Su indiferencia avala por omisión, el enfrentamiento verbal de las diferentes castas.
3.- Estamos a escasos días de un acontecimiento que se lo vende como histórico. El 14 de mayo comunidades religiosas de todo el mundo y de distintas denominaciones, se han fijado la meta de “orar por el fin de la pandemia del Coronavirus”. Se maneja la idea de hacer una auténtica jornada de esfuerzo y dedicación religiosa y práctica a la vez, con oraciones o rezos, ayunos y solidaridad con los más afectados por la crucial realidad.
Referentes del judaísmo, musulmanes y evangélicos acompañan esta cruzada de fe ecuménica. Aunque, en la trastienda, observadores cristianos piensan que se maquina una vieja propuesta exhibida allá por el Concilio Vaticano II y que nunca pudo cuajar de firme: la instauración de una religión universal única.
Ante estos deslices del ex Arzobispo de Buenos Aires, que comanda la barca de la presunta unidad, los católicos más escépticos o críticos, perciben que están frente a la necesidad de reaccionar o dejarse llevar cual manada “hasta donde sea”.
La cuestión se viene poniendo de manifiesto desde hace años y ahora recrudeció la hipótesis. Ha habido sendas reuniones de Jefes de Estado y de Gobierno y mandamás de diversas creencias religiosas por estas semanas. Lo que perseguiría el Papa pasaría tan luego por convertirse en “capo máximo” de esa novel entidad mundial que aglutinaría a millones de almas con sed espiritual renovada.
Entonces todo es una cadena. Desde el silencio cómplice de ciertos curas, hasta las más rimbombantes declaraciones en favor del Jefe de los católicos. Se iría derecho a una descristianización o a una mayor politización férrea de la fe. Se debiera mirar con detenimiento los escritos de los que entienden en la materia.
Mientras tanto, los Obispos sin fe y los católicos aborregados, se dejan arriar mansamente por la vertiente bergogliana. Sin chistar. Ojalá reaccionen antes de que sea muy tarde para gritar.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-