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Opinión

De los nuevos pobres por el Coronavirus

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Uno de los personajes más observados de la historia, supo decir: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros”… Tal frase la pronunció nada menos que Jesús de Nazaret, y la podemos leer y desmenuzar su contexto, en el libro bíblico de San Mateo 26:11 y en otros pasajes evangélicos también.

La interpretación sólida e imparcial de ese mensaje, nos pone de manifiesto, nos revela una cuestión muy cierta y dura a la vez, y es que, más allá de tiempos, civilizaciones y gobiernos de turno de todo tenor, siempre ha habido y hay, problemas económicos en determinados ciudadanos. 

Un sondeo reveló, hacia fines del año 2019, que el costo de vida se disparó iracundo, indómito. Y, si bien las estimaciones pueden ir mutando, es preciso reconocer que una Canasta Básica de Alimentos es de $ 11.117. (249 dólares). La Canasta hermana, la Básica Total, apunta a $ 27.570 (617 dólares). 

Lógicamente es factible deducir que las carátulas de precio de los artículos que las componen, han ido moviendo el vúmetro hacia arriba, en desmedro de sueldos efectivos y de ganancias esporádicas en negro. 

Las líneas de pobreza son extremadamente altas en nuestro país: se podría hablar, en números redondos fríos, de 16 millones de almas que no alcanzan, mes a mes, a tocar el cielo medio luminoso del monto expuesto con anterioridad como menester para no ser tildado de pobre a secas. Ni citar el otro peldaño descendiente, el de la temida indigencia, que significa no trepar ni por asomo a los 11. mil pesos y fracción cada treinta días. 

Los nubarrones son muy contundentes y asustan. Pero se anexa una novel instancia que conmueve aún más los cimientos: la mundial pandemia del Coronavirus. 

Tal situación agrega leña seca al ardiente fuego, entregando por estas aciagas horas, una preocupación más para mandatarios, entidades sociales y, por qué no, para vecinos en general, que con la mejor voluntad, abren sus brazos y corazón para ayudar al caído en desgracia. 

Y tal golpe lo reciben aquellos que no poseen una entrada laboral óptima o constante, quienes se han visto disminuidos en horas de tareas o directamente les han recortado o no les pagan el salario. Y, a su vez, contabilizamos un sector más penoso todavía, los que no están obteniendo ningún peso de entrada en sus billeteras, a raíz de que sus patrones no abren los comercios, empresas y demás fuentes. 

Se ponen en la fila estas personas, vecinos nuestros quizá, de los “padecientes” de este trágico momento del virus coronado y sus secuelas inmediatas y mediatas, más allá por supuesto, de lo estrictamente médico y de salud que todos conocemos.

Y, hemos de mirar una zona de riesgo muy peculiar, dentro de este análisis. Porque no podemos olvidar ni obviar a los aprensivos que ya han cumplido con abonar sus obligaciones de impuestos, tasas, servicios y  diferentes deudas personales, y se encuentran ahorita mismo ante un profundo abismo. O un brumoso callejón sin salida: la billetera se vació de pronto y las cuerdas tiemblan. Sí, peligran, o escasean los ingresos, y entonces la complicación de tal franja es inminente. De hecho, ya hay casos de gente asistida con alimentos, encuadrados en este casillero. 

Nos alineamos entonces, con los recientes pobres. Una categoría que, repito, deriva con exclusividad del Covid 19 y las implicaciones de público conocimiento. 

Se aguarda con ansiedad una claridad gubernamental en torno al porvenir de estos argentinos que, sostengamos, no son los excluidos de siempre, ni los que no trabajan por que no quieren, o los ya asistidos por los planes sociales. Son nóveles pobres. Pobres transitorios si se hacen bien las cosas y se les tiende un pial. El Estado debe autorizar a guardar el pesito sólo para comer. Pagar cuentas luego. Cuando se normalice todo. 

Ya, en Olavarría, recorren las arterias urbanas y de las localidades, instituciones, Gobierno Municipal, congregaciones religiosas y varias ONGs que se colocan el overol del drama y acompañan con bolsas de comida. Porque es preciso actuar, ser prácticos. 

Una apertura comercial gradual, un día de sol para los laburos y para los laburantes. Un rayo de luz se espera. Mientras, la tarea es no divisar otro lado. 

Y, cierro con un pensamiento del sacerdote jesuita José Meisseger que subrayó: “NO TENEMOS QUE BAJAR HACIA LOS POBRES, TENEMOS QUE SABER SUBIR CON EL PUEBLO”. 

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho