Opinión
Ojalá hayas encontrado la paz que necesitabas
¿Quién puede dimensionar el dolor humano, la procesión que va por dentro, más allá de la edad biológica del infortunado?
Una inflamación en el alma, eso es la depresión. Insoportable. Insufrible. A veces dispara su pus hacia afuera. Otras ocasiones, actúa con nociones introspectivas. ¿Alguien debiera advertir a tiempo y asistir al caído? Suele ser tarea ardua y compleja. No tan sencilla de efectuar. Es que ciertas señales emitidas por el afectado, pueden no interpretarse.
En tal sentido, de Lucas Simón, con sus 22 años, dirán las crónicas que emprendió un silencioso viaje a las estrellas, apoyado quizá en sueños frustrados, en preguntas sin respuestas, en tristezas apenitas tapadas con amplias risas entre amigos.
En su bici y sin puerta de salida, caminó por la senda de la desazón, aquél domingo 8 de marzo. Las manos alzadas de sus afectos, decenas de uniformados, bomberos y voluntarios en general, lo buscaron por diversos lugares. Infructuosos rastrillajes con una marcha céntrica incluida. Pero la nada conjugaba irónica su telaraña de supuestos y teorías.
Hasta que un señor arreando animales en la tranquila localidad rural denominada Kochi Tué, divisó una bicicleta. Y luego el despliegue policial y judicial. Y las estimaciones de un lunes 23 a media tarde, que se van confirmando.
Entre llantos, audios de Whatsapp, y llamadas telefónicas, sus amistades y familia, arman el rompecabezas. Horas después, la fría y tajante autopsia dirá escueta y certera: “Lucas Simón murió por asfixia por compresión del cuello”. Su deceso podría estipularse en varios días atrás.
Las sombras cubren la luz de esperanza tenue que iba quedando. Aquél deseo materno de que Dios se manifieste, no se cristalizó. O tal vez se note ahora, mas de otra forma, más sutil.
Lucas es hoy, miércoles 25, enterrado ya para descansar. Empero, permanecerá vivaz entre sus seres realmente queridos. En fotos compartidas, en rondas de mates, en proyectos juveniles y en el abrazo eternal de los que lo amaron y aceptaban tal cual fue. Ni más ni menos. Lucas seguirá siendo necesario para un montón de gente.
Me voy a permitir, con el aval tácito de quienes lo añoran ya, mencionar algunos pequeños textos de varios perfiles de Facebook. Sólo a modo de graficar el amor sincero que despertó. Espero desde luego, que las personas autoras de tales frases cariñosas, no se enojen conmigo por citarlas aquí, pero me ha parecido oportuno sellar esta humilde columna de opinión con algunas nomás de esas voces que nacen desde el alma, en pleno dolor por la partida anticipada de Lucas.
Natalia Raimondo, preceptora desde hace 20 años, detalló: “Ya Lucas no está más entre nosotros físicamente pero siempre será parte de esta “promo” y de nuestros corazones. Que en Paz Descanses, Lucas Simón”.
Se refiere a la Promoción 2014, Turno Tarde de la Escuela Secundaria Número 1.
Julii Linares a su vez, expresó: “Lucas siempre va a estar entre nosotros. Siempre lo vamos a recordar como era: un chico bueno y sin maldad”.
Por su parte, su amiga Johanna Navarro sintetizó: “No lo creo todavía, te voy a tener siempre en mi corazón. El alma en mil pedazos. Gracias por tantos momentos lindos y feos también”. Y más adelante clama la joven: “Ojalá hayas encontrado la paz que necesitabas. Volá bien alto, Lucas. Te merecés el cielo y mucho más”. Y cierra con un deseo inmenso: “Descansa en paz, amigo mío”.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-