La Región
Murieron un hombre de 77 años y su nieto de 5 en un choque frontal en la Ruta 227
El hombre manejaba un Fiat Uno que impactó con un camión, a la altura de Pieres. Viajaba hacia Tandil, con su hija y tres nietos. Una niña de 7 años está internada, en grave estado, en Mar del Plata. La mujer, que sufrió quebraduras, y otra menor estarían fuera de peligro.
Una tragedia vial se produjo minutos después de las 21 de ayer, en el kilómetro 31 de la Ruta Nacional 227, a la altura de Pieres, en el partido de Lobería. De acuerdo a la información policial, un Fiat Uno, en el que una familia regresaba a Tandil desde Necochea, impactó de frente con un camión Iveco. En el choque murieron el conductor y un niño, mientras que otra menor quedó internada en grave estado.
De acuerdo a la información oficial, Pedro Alberto González, de 77 años, conducía el Fiat Uno, dominio KTV 024, en que viajaba con su hija Vanesa González y tres menores, dos de ellos de 5 y 7 años. En el kilómetro 31, el automovilista habría abandonado su carril, aparentemente para pasar a otro vehículo, e impactó de frente con el camión Iveco, dominio AV932HU, guiado por Alfredo Charri, quien resultó ileso.
Tras esa primera colisión, se registró otra que involucró a una Toyota Hilux, patente PES 865, conducida por el comisario inspector retirado Walter Inocencio García, a quien acompañaba su esposa Laura Contreras. El matrimonio oriundo de Lobería no sufrió heridas.
El tandilense González, su hija y nietos viajaban desde Necochea hacia Lobería, para regresar a esta ciudad. En tanto, el camión circulaba en sentido inverso.
Gran operativo
Hasta el lugar del accidente se trasladó una unidad de bomberos de Lobería, que colaboró para rescatar a las personas atrapadas en el auto, y ambulancias del hospital Gaspar Campos de la vecina localidad, a cargo de las primeras atenciones.
Además, intervinieron efectivos del Comando de Patrulla Rural, los primeros en llegar a la escena del choque, e integrantes del Destacamento de Seguridad Vial de Quequén, a cargo de las actuaciones policiales. También asistieron integrantes de la Policía Comunal de Lobería.
Las tareas investigativas, en medio de la noche y sin señal de teléfono celular, se desarrollaron con gran dificultad y demandaron varias horas. La causa por homicidio y lesiones culposas la instruye el fiscal José Luis Cipolletti, a cargo de la UFI 1 del Departamento Judicial de Necochea.
Tras las primeras actuaciones, los funcionarios policías tenían en claro que el auto se cruzó de carril y chocó de frente con el camión, aunque no estaba claro cuál de los dos vehículos impactó a la camioneta Toyota.
Una extensa fila de vehículos se formó sobre la Ruta 227, ya que la zona permaneció cortada debido a la disposición en que quedaron los vehículos tras el luctuoso accidente.
Los heridos
Desde la Policía Vial de Necochea confirmaron el fallecimiento de Pedro Alberto González, de 77 años, con domicilio en Tandil, y de su nieto de 5, de apellido García, quien también vive en esta ciudad.
Por otro lado, una niña de 7 años, nieta y hermana de las víctimas fatales, sufrió heridas de consideración y fue trasladada a Mar del Plata. Al cierre de esta edición, su estado de salud era grave.
En cuanto a la mamá de los tres menores, Vanesa González, sufrió una fractura y quedó internada en el hospital de Lobería, aunque podría ser trasladada a Necochea. A priori, estaría fuera de peligro.
También circulaba en el auto otra menor, que quedó alojada en el hospital de Necochea y que, afortunadamente, estaría en buenas condiciones de salud.
Fuente: Diario El Eco
La Región
Abandonaron una camioneta con cuatro cadáveres electrocutados en el hospital de Bahía Blanca
Según las primeras investigaciones, se trata de los cuerpos de cuatro personas que intentaron robar cables de una línea de media tensión en cercanías de la ciudad, y recibieron una descarga de 33.000 voltios. Además de los muertos, había un herido, que sobrevivió.
A última hora de anoche, una camioneta sorprendió al personal del Hospital Municipal de Bahía Blanca. Porque en su interior había cuatro cadáveres y un herido, y el conductor trató de huir luego de dejar el vehículo estacionado, aunque fue detenido. Los fallecidos y el herido habían sufrido una descarga eléctrica mientras intentaban robar cables.
Las primeras informaciones, según La Nueva Provincia, aseguran que todos se hallaban robando cables en un campo del kilómetro 57 de la ruta nacional 33 -pasando el paraje García del Río- y sufrieron una descarga eléctrica de 33 mil voltios. El incidente ocurrió después de las 23 del lunes.
En esas circunstancias, las víctimas fueron trasladadas por un sexto hombre a bordo de una camioneta Volkswagen Amarok, patente NUD 310, que quedó estacionada en la puerta del centro asistencial.
“Una descarga descomunal”
Si bien el conductor se dio a la fuga, horas después fue capturado tras un allanamiento en una vivienda de La Pinta 377. El detenido fue identificado como Ángel Daniel Gallardo, de 66 años.
Los fallecidos, según la Policía, eran Facundo Uribe (32), Joaquín Acosta (18), Fernando Gallardo (25) y Federico Strick (28). También ingresó con quemaduras por descarga Emanuel Chamorro Sepúlveda (20), pero se encuentra consciente.
Los ladrones recibieron una “descarga eléctrica descomunal”, señalaron desde la empresa distribuidora EDES a La Brújula 24, en referencia a los cables de medita tensión que estaban manipulando.
En el vehículo ocupado por los cuatro fallecidos, a su vez, se secuestró un handy con la frecuencia policial, elemento que ahora está siendo sometido a una investigación.
Perseguida
Al filo de la medianoche, la llegada de la camioneta provocó un revuelo en el Hospital, donde arribaron de inmediato el superintendente de la ciudad, Gonzalo Bezos, el secretario de Seguridad de la Municipalidad, Federico Montero, y el jefe policial Gonzalo Sandoval.
Se supo que la Amarok venía siendo perseguida por un móvil policial de la Patrulla Rural, que había advertido su presencia sospechosa en un campo de aquel distrito, que ya había sido blanco de delitos similares.
Los policías, al parecer, habrían perdido el rastro de la Amarok al ingresar a Bahía, pero con la ayuda del Centro Único de Monitoreo (CEUM), se pudieron determinar su llegada a la guardia del Municipal.
Para este martes se harán peritajes con el personal de EDES en la zona, ubicada a unos 30 kilómetros de Bahía Blanca. (DIB) MM
La Región
Un poco más solos
Y entonces sabíamos que iba a pasar, que algún día esa suerte de ausencia larga a la que lo había llevado la vejez y el extravío de la enfermedad se iba a convertir en un hueco definitivo. Eso al fin hace la muerte: reduce el último vestigio de lo cognoscible. Pero -y aquí el adversativo funciona a favor- queda el resto, la intensa y perenne memoria de lo que hizo, de lo que dijo (hizo mucho más de lo que dijo), de lo que fue, desde que silenciosamente llegó a la ciudad que lo abrigó.
Ha devuelto largamente esa manta que lo contuvo cuando llegó a Tandil, allá por 1988, cuando empezó a cifrar su sello en la Parroquia de Begoña y el definitivo, en la Parroquia del Santísimo Sacramento, allí donde siempre -rompiendo una tradición católica de más de un siglo- había imperado una visión católica integrista, muy lejos -o en antítesis- al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, del que él participó, surgido en la década del 60.
Secuestrado por la Triple A en plena dictadura militar -estuvo detenido de 1976 a 1981 en La Plata, bajo la órbita del torturador Etchecolaz- un obispo literalmente lo rescató y le salvó la vida. Fue Emilio Bianchi di Cárcano, que le dio cobijo en Azul. Su próximo paso fue Tandil y de aquí no se fue más. Si hay algo tan inobjetable como su labor pastoral fue la intuición que tuvo Raúl Troncoso para entender la matriz idiosincrática de la sociedad lugareña, y vale aquí incorporar el oxímoron ideológico del conservadorismo que hace.
El sacerdote detectó enseguida cómo funcionaba nuestra comunidad y, sobre todo, el círculo de poder. Y actuó en consecuencia: fue el hombre que durante más de treinta años supo hilar con tacto e inteligencia una malla de contención entre los más pobres y los más ricos. Ese puente sólo pudo tenderlo Raúl y está hecho de gestos mínimos, de política, de guiños y sobreentendidos.
El estallido social de 2001 encontró en su figura una suerte de liderazgo ecuménico, silencioso y eficiente para evitar males mayores a la hora de aquellos saqueos que aquí no se produjeron.
Fue el cura que menos habló políticamente en sus sermones pero que más hizo por los que peor estaban. Esta opción -que seguramente le valió algunos reproches de quienes esperaban algo más desde el púlpito- fue el acto más pragmático de su vida: en el púlpito que había sido de Actis y de Mosse, el primero un cura popular visceralmente anticomunista y el segundo un sacerdote abiertamente cerrado y aristocrático- tomó por el atajo del bajo perfil, la apertura de la Iglesia y las obras como prioridad; también de la real politik (el teléfono de Troncoso fue un ícono del poder en los más altos niveles y sus charlas a solas eran memorables) para la construcción de su gran misión a través de la Iglesia, como la labor de Cáritas, las Casas de la Esperanza, y su compromiso con el patrimonio serrano y los derechos humanos.
Por eso mismo nunca dejó de estar donde debía y si hay una imagen que revela este compromiso, fue cuando a principios de los 90 lideró la desoladora marcha de un puñado de personas que pedía justicia por el asesinato de Gilda Mansilla, una doméstica cuyo crimen aún hoy permanece impune. O en lo que tal vez sea la marcha de silencio más dolorosa y terrible que recuerde la historia de Tandil, que sucedió tras la explosión de un horno en Metalúrgica Tandil y la muerte de tres jóvenes trabajadores.
La muerte de Raúl Troncoso, justamente en estos días tan difíciles, no sólo duele por el vacío que abruma, por su pérdida irremediable, y por el largo adiós que acaba de comenzar. Nos duele también, a muchos, porque sin duda hoy estamos un poco más solos que ayer.