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Reavivando fuegos nunca extinguidos

La concurrida reunión del miércoles 13 en el Centro de Jubilados, por la creciente falta de protección que experimentan los vecinos sierrachiquenses.

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La concurrida reunión del miércoles 13 en el Centro de Jubilados, por la creciente falta de protección que experimentan los vecinos sierrachiquenses, en su ex tranquila comarca, reavivó otra vez la hoguera siempre latente de la temática tan cruda, como es la seguridad ciudadana y sus actores múltiples. 

En un contexto atrayente de año electivo, con pases de factura incluidos, los grilletes se cierran y no terminan de aprisionar a quienes es menester. Vieja lucha sin cuartel y con ribetes interesantes y acusaciones al pie de página que hacen todavía más quisquillosa a esta materia.

El asunto no es sencillo y no ha de serlo para nadie, razonamos, puesto que van transcurriendo los años y estamos cada ocasión peor. La delincuencia en ciernes en otras épocas, fue avanzando, copando caminos y llevándose puestos a funcionarios por doquier. Y nunca se cantó desde el lado de los “buenos” “¡Victoria!”. Por el contrario… 

Recorrer los rostros de los vecinos y oír sus voces, fue un ejercicio digno de tener presente. Ahí no hubo filtros ni eufemismos. Tampoco maquillajes de sutileza para quedar bien con las autoridades sentadas al frente. 

Con respeto, eso sí, pero se deshojaron uno a uno los más frecuentes delitos y las fallas que la gente nota en los servidores del orden pueblerino, emergieron como por un extraño tubo circular. Las responsabilidades suponemos, debieran ser evaluadas por la superioridad. 

Se conjugaron dos cuestionamientos a observar sin animosidad pero con rigurosidad imparcial: fallas de carácter humano y carencia de vehículos en auténticas condiciones. Increíble dúo pero al parecer, real, concreto. 

Por un lado, presuntos incansables llamados al número del Destacamento y la ausencia de respuesta. “No atienden nunca”, se escuchó desde una silla del medio. Y al unísono, se produjo la anécdota saliente de la noche, expuesta por un señor que graficó con lujo de detalles un episodio novelesco. 

Le robaron a este buen hombre, tres cajas de cerámicos. El móvil no podía acudir en su auxilio porque tenía la goma pinchada. El señor se ofrece para ayudar a reemplazarla y el uniformado le asevera, lastimoso: “No tengo rueda de auxilio”. 

Claro que la gente no come vidrio ni cree en soluciones mágicas. “Esto viene por lo menos, desde el 2003”, dijo seguro un ex fomentista. Hubo aprobación a sus argumentos, convalidados en varias carpetas. Gran verdad, amigos. La inseguridad es una enfermedad que corroe los tejidos sociales desde tiempos idos. Pero ahora posee un agravante letal: “Hoy te meten un tiro y lo pagan con nada”, pontificó una vecina de suéter azul marino. 

Pequeña gran diferencia con el ayer. “A mí me pusieron dos armas de fuego en la cabeza”, sentenció otra señora comerciante. ¿Cómo se vuelve de tal circunstancia desgarradora? ¿Y los derechos humanos de los agredidos?

Ante este cuadro desolador y preocupante, se deslizan otras cuitas: “Vi a policías comprando ropas en vez de patrullar”, polemizó alguien. No quedará nunca claro si estaban o no, en horario de servicio; sí que tenían el uniforme puesto. 

El riesgo es constante, las calles no son seguras. Cada noche se yergue monstruosa y algunos habitantes, temen de todo. Resultado penoso de una materia irresuelta en un pueblo con tres cárceles adentro de sus venas. Locura total, para esta modernidad tecnológica. 

Sierra Chica crece demográficamente. Y no logra convertir su Destacamento en Sub comisaría. Ni lo logrará a corto plazo, por lo que se visualiza. ¿Por qué tanta tozudez desde la ciudad de las diagonales? 

No obstante el reguero de pólvora no cesa en el salón anfitrión: “Le dieron cierta oportunidad un móvil nuevo y lo volcaron a los pocos días”, confió alguien, desde atrás. Murmullos y asentimientos. Y la sensación flotando de necesitar un cambio de actitud, una postura más drástica y una solución definitiva. 

En su afán de recomponer la esfera de tranquilidad de otrora, es comprensible, no se dan por vencidos los asistentes, aunque se percatan que no hay una bendición mesiánica salvadora, una receta al “dente” que cure los males y alimente la paz pueblerina. O ciudadana en general. 

Se hace medianamente lo factible con lo que se tiene a disposición. “Y al que no le guste (de los policías) trabajar acá, que se largue”, dijo en asamblea previa con sus subordinados don Carlos Roldán, Jefe Distrital. 

Tal vez sea oportuno desde el vértice judicial dar penas más severas a los hampones. Quizá sea momento de no ceder a la tentación de los garantistas que piensan más en los derechos del descarriado, que en los de la víctima. “Vivo con miedo”, dijo la comerciante robada días atrás. Nadie se acercó a asistirla psicológicamente. 

El punto es álgido y para meditar sin parcialidades o mezquindades partidistas. Las ideas que rondan en torno a los “por qué” o los “quienes”, son varias y las formas de delinquir utilizadas, también. “No hacen la denuncia muchos por temor a las represalias”, remachó otro concurrente que, a su vez, narró un episodio personal: “Yo denuncié un robo en casa y al otro día, me rompieron los vidrios del auto”. “Agradecé que no te quemaron la vivienda”, intervino un joven. ¿Se capta la gravedad de estas frases? 

En aras de mejorar la cosa, ¿quién le pone el cascabel al gato?

Por Mario Delgado.-  

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Citan a declarar a los amigos de los jóvenes fallecidos en 2018 en Parque Sur

A dos años de la muerte de Alan Falatovich y Katherine Rodríguez, la Fiscal Beytía tomará declaración a los dos amigos por el delito de omisión de auxilio.

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El 4 de marzo venidero deberán presentarse ante la Fiscal Doctora Viviana Beytía, Alejo Eseberri y Loana Cabrera para sostener la temática compleja de lo acaecido aquel 2 de enero de 2018 en la intersección de Avenida Avellaneda y el puente, en pleno Parque Sur, donde se ahogaron dentro de un vehículo que cayó al Tapalqué Alan Falatovich y Katherine Rodríguez, ambos de 20 años de edad. 

Se percibe una vuelta de tuerca en esta causa, que de acuerdo a lo investigado hasta aquí, le permite conjeturar a la señora Fiscal que entiende en este luctuoso acontecer, que, al menos, hubo “omisión de auxilio”, por parte de los sobrevivientes de este episodio triste y doloroso. Según el artículo 108 del Código Penal, reiteramos, la letrada los ha imputado por considerarlos “coautores penalmente responsables del delito de omisión de auxilio”.

Recordemos brevemente que todo este calvario inició su curso en la tarde noche soleada de aquel segundo día de enero, cuando Alejo en una VW Suran, propiedad de su padre, fue a buscar a Alan a su casa, la 1.006 del barrio CECO y de allí se dirigieron a un pub céntrico. 

En ese local se encuentran con dos chicas: Loana Cabrera y Victoria Katherine Rodríguez que se movilizaban en un Ford Fiesta. Luego de un rato, se van hacia Parque Sur y allí se produce un hecho significativo: el auto del papá de Alejo se despeña y cae a las aguas con Victoria Katherine y Alan dentro. 

Esto habría ocurrido cerca de las 4:30 de la madrugada de ese dos de enero. Y tal cosa sería producto de una maniobra intempestiva llevada a cabo sin querer por el muchacho, dado que habían ingresado a este auto a tratar de solucionar un problema en el equipo de sonido. Para colmo, Alan no sabía manejar, aunque sí “era un excelente nadador”, asevera Diana, hermana del joven muerto. 

“A Alan recién me lo entregaron muy tarde, muchas horas después”, refiere una vez más a este diario,  Diana Falatovich. “Tenía golpes y moretones en diversas partes de su anatomía que no condecían con la caída”, sostiene firme como desde aquella primera oportunidad en que Diana habló para este medio. 

“La autopsia no reveló cosas que yo ví”, continúa, y añade “nada nos cuadraba en esos instantes tan dramáticos”. En este contexto de incertidumbre, “nos permanece bien adentro la pregunta si en rigor de verdad no hubo alguien más en la escena, en ese sitio sin luz ni seguridad en ese momento”. 

El punto más crucial se dio con el correr de las horas, dado que “a nosotros nos avisa la Policía. Ninguno de los dos acompañantes de Katherine o de Alan, dio aviso a nadie. Al contrario, fueron y se acostaron a dormir. Alejo estuvo en el velorio de mi hermano unos minutos y se lo advertía nervioso. Sostuvo que él trató con efusividad de abrir la trabada puerta de la Suran pero sin éxito. Él era penitenciario y sabía bien que hacer y los dejaron solos, librados a su destino a Katherine y a Alan. No hay ningún elemento que grafique con certeza que Alejo quiso auxiliarlos. Por otro lado, ¿no se les ocurrió ni siquiera llamar a Bomberos Voluntarios o la Policía?”, subraya Diana. 

Para la familia Eseberri fue un penoso accidente y avalan los dichos de su hijo. Ahora entonces, habrá que aguardar los nuevos pasos que se avecinan.

 

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Un hombre está grave tras el incendio de su vivienda

El siniestro ocurrió en la madrugada del lunes en Necochea y Mendoza de nuestra ciudad.

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Un importante incendio tuvo lugar en una vivienda durante la madrugada del lunes.

Por razones que son materia de investigación, una casa ubicada en Necochea y Mendoza se incendió y provocó heridas de gravedad a su morador, un hombre de 73 años de edad.

La víctima fue trasladada al Hospital Municipal donde se constataron la gravedad de las heridas y donde quedó internado en terapia intensiva con pronóstico reservado.

El parte médico emitido desde el Hospital indica que el paciente tiene el 40% del cuerpo con quemaduras y compromiso de vía aérea.

El incendio se produjo en la madrugada de hoy lunes y requirió el arduo trabajo de Bomberos Voluntarios, Comisaría Segunda y personal del SAME.

FOTO. Infoeme

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho