Opinión
El prodigio de ser y la pretensión de quedarse
El discurso del Intendente Galli y las elecciones que vienen en el análisis de Mario Delgado.
El abogado Ezequiel Galli llegó a sentarse en el codiciado sillón de don Amparo Castro por varias cuestiones, entre ellas, claro, la avalancha macrista que se advertía a nivel nacional, pero además por el momento histórico en lo local que se vivía. Y por sus cualidades de visitar barrios y localidades con suma simpatía, desde ya. Acaparando a su vez gran dinámica con el voto femenino, no olvidarse nunca de tal detalle.
Apuntó a prometer algunas cosas como cloacas a diestra y siniestra. Pero sin ejercer la cosmovisión de grandilocuentes obras, contrastando así con su antecesor en la misión de administrar la ciudad, el también abogado José Eseverri.
Y transcurrieron los meses y nos posamos ahora en una interesante etapa, quedando Galli entre el prodigio de ser y la pretensión archiconocida de quedarse otros cuatro lustros como Intendente Municipal.
Y volvió entonces en su discurso del viernes 1° de marzo, a la carga con la visión de observar las necesidades de los barrios y remachó el clavo con la idea de las cloacas en casi la totalidad de esta comarca.
Como no hay propuestas oficialistas de grandes obras visibles (nunca las hubo, insisto), volcó el tintero sobre algo que hace mucha falta por estos pagos ganaderos: un auténtico matadero moderno. Los carniceros plantean a diario a quien quiera oír, el dilema de comprar en otras localidades y de tener por consiguiente, una intermediación que aumenta sideralmente el precio de cada corte. Los consumidores lo soportamos estoicos, como último eslabón de la cadena.
La óptica larrechista con relación a este tópico, quedó flotando en el aire y luego la hecatombe del vetusto Matadero de la Avenida Emiliozzi se pudo contemplar, previo proceso licitatorio que no colmó expectativas. O algo salió mal, o se manejó mal el barco y los resultados fueron pésimos: cerró las puertas el tradicional lugar y listo, mis amigos.
La proyectada reforma del transporte público urbano y el nuevo Sistema de Estacionamiento Medido, serán, por otra parte, consideraciones gallistas (o galicistas). El éxito o fracaso (¿a corto plazo?) de estas dos cosas tan medulares, podría ir aportando porotos a favor o tremendas críticas de la vereda de enfrente.
El novel estacionamiento ya genera polémica. Es obvio que el concesionario vino a ganar peso sobre peso, no a hacer permanecer un asunto pensado en su día, con tinte benéfico para los queridos Bomberos Voluntarios.
“Tenemos experiencia en recaudación”, dirán los empresarios actuales. Y a eso arribaron, a cobrar sin miramientos. Ilusos fueron en tal caso, los antecesores que no pudieron articular el mecanismo servido en bandeja, a lo que será de ahora en más. Nadie controlaba ni obraba con poder de policía y el trabajo tan tentador se desmoronó.
En el carril del transporte de personas por las arterias de Olavarría, los desastres venían desde la época de las cavernas. PERO NUNCA NADIE ACTÚO EN CONSECUENCIA. Reconózcanlo, señores del Palacio San Martín, de hoy y de ayer.
¿Por qué se presupone que habrá controles estrictos desde el 1° de mayo? ¿Y antes? El pliego no indica tampoco el descanso debido de los choferes ni la colocación de baños estratégicos para los conductores. Ni una cabecera de línea. Al parecer, pedirán estas cosas ante el Municipio, previo al inicio de tareas de la nueva empresa. Se consultó con los ingenieros de la Facultad, pero y ¿al personal de la compañía actual?
La deficiencia continua del sistema transportador sólo fue multada algunas exiguas ocasiones. Una vergüenza ajena para un mundo de pasajeros locales demasiado dóciles.
En fin, sin la presunción de un arrastre de votantes a nivel país como en 2015, con la ex presidente danzando en un cable electrificado, y con figuras que pretenden gustar al gran electorado, Ezequiel Galli deberá confrontar con opositores varios que anhelan arrebatarle el cetro.
Fundamentan tal deseo en una supuesta forma de gobernar “anodina, sin rumbo fijo”, exclamarán a coro los pretendientes al trono. Y en sendas críticas a la coyuntura imperante: “Falta de plata, de empleo genuino, de comercios llenos, de seguridad, de alegría en la gente común”.
Además le achacan el enorme gasto en sueldos y la no inversión en obras que marquen un rumbo estratégico de ciudad. Sin entrar en la dosis de la temática de cultura, ostensiblemente opuesta a la de José. O las diatribas en materia de Salud para los vecinos olavarrienses en general, léase del vértice urbano y localidades adyacentes.
Ezequiel Galli dejó de lado los Gabinetes Itinerantes y recubre esa falencia con el barniz que aportan las charlas en los barrios y localidades, vía timbreo o participando en los eventos populares. Dejó atrás la monumentalidad para abrir el camino de las luces LED y las cuadras de cordón cuneta o asfalto en sitios equis, algunos de ellos muy retrasados en cuanto a la diestra del Estado.
Otro problema a enfrentar en las tribunas políticas ha de ser el yerro de ciertos funcionarios, o los cambios producidos desde asumir. O la incapacidad demostrada de algunos, en áreas sensibles, para resolver con rapidez y tacto.
Al Alcalde le falta un vocero. Nunca lo tuvo. Un Salvador, un tipo capaz de hablar y sacar las papas de la sartén a tiempo. ¿Lo conseguirá o no le preocupa tal cosa?
Los números mandan y la población está inquieta. Entre los dramas reales y los inflados. Mas habrá que ser cautos, no derrochar ni un ápice de buena sabiduría para tratar de volver a divisar la bandera a cuadros. Y los opositores han de desgranar, una a una, las grietas por donde ingresa el agua a la pared.
No es un universo fácil el que se avecina. Confrontación atrayente, sin dudas, presenciaremos.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-