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Opinión

¿Anestesiados?

¿Qué se desprende de un hecho tan singular como que un joven de 16 años, con antecedentes en el ambiente, es indudable, utilice un arma de fuego y gatille un par de veces en la cabeza de un remisero, a eso de las cuatro de la mañana?

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Afortunadamente las balas no salieron del caño hacia su destino, sino estaríamos ahora frente a otro caso más de inseguridad, con víctima fatal incluida. 

La sospecha de los compañeros de trabajo del chofer, con percepción justa, permitió cerrar el círculo en torno al impresentable sujeto que fue “demorado” por los colegas del hombre asaltado hasta el arribo de los uniformados. 

Dada la gravedad de las circunstancias, el menor fue derivado al Instituto Lugones en la vecina ciudad de Azul. Una medida judicial que representa a una pequeña “curita” en una gran herida, puesto que de ese lugar, ya se han fugado demasiado fácilmente, un gran número de descarriados. 

Sin embargo lo tétrico de la situación es ir reconociendo, es desglosar ciertos aspectos de este suceso tan tremendo. Y surgen los interrogantes a raudales, mientras también hemos de pensar cómo diablos continúa su existencia y su diario trajinar este señor remisero, después de tamaño episodio violento e inusitado. 

La cuestión es para reflexionar en aras de soluciones que debieran aplicarse a la mayor brevedad posible. Es una auténtica locura que un pibe de tan corta edad, actúe tan hostilmente. Aunque tampoco debiéramos caer en el otro extremo del permisivismo a ultranza. Un individuo de esa edad, está autorizado por ley para sufragar y puede, a su vez, conducir vehículos. 

O sea, mis amigos, que ningún desprevenido nos quiera llenar con esas cataratas de supercherías en favor de deslindar culpas y cargar las tintas con conjunciones abstractas. Acá la cosa es como es: un tipo sale a la calle dispuesto a todo y no mató al remisero porque las balas no emergieron, sino la tragedia enlutaba a una familia local. 

Quizá la realidad de este pichón de ruin, no haya sido ni sea, la mejor. Tal vez le faltó afecto, comprensión y contención. Es factible que alguien o que el sistema, o que el mismísimo Estado, hayan fallado en sus deberes para con este purrete. 

Sin perjuicio de ello, ¿tal sintomatología, acaso lo autoriza a mover los hilos a su antojo? 

Es conmovedor observar, empero, la frialdad con que muchos olavarrienses tomaron esta noticia. Una policial más, por cierto. Puede ser que la impunidad de varios crímenes que han ocurrido en nuestras tierras y que aún aguardan respuesta, sea un indicador negativo. 

De a poquito, nos anestesiamos. Y ya nada nos crispa tanto como otrora. ¿O no? Después de todo, siempre encontraremos excusas o dudas o preferiremos de última, embarcarnos en un comentario lacónico y definitivo. Cosa de seguir adelante con nuestras rutinas. Además el dólar, los precios y el dinero que falta para trepar al cielo, nos insumen tiempo y espacio. 

Mas volviendo al relato en sí, las balas dijeron ¡NO!, vaya uno a saber por qué. De otro modo, se nos presentaría la historia ya reincidente: una marcha, un pedido ardoroso, otra marcha y luego un manto de olvido producto del devenir de cada quien. 

¿A quién le importa, sinceramente? Si entre la droga y la vagancia transcurren los días de cierto número de jóvenes improductivos en las esquinas de cualquier barrio y nada muta. ¿Cómo pueden calzar zapatillas de más de miles de pesos, imberbes que “ni ni”?

La ingenuidad da paso a la temeridad del “far west”. Y si no te toca, no sabés. Y cuando te toca, recién te das cuenta de lo que significa sufrir. 

Estas lacras inmundas entran a las casas, saquean, violan y matan, amparados en milagros leguleyos, pero también, amigos del alma, en la ANESTESIA DE UNA SOCIEDAD QUE TODAVÍA PREFIERE EL “NO TE METAS”. Hasta que le vuelen la cabeza a alguien del entorno. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho