Opinión
Un atajo al Decreto
La vuelta del doctor Luciano Blanco a su lugar en el Palacio San Martín, como Subsecretario de Legal y Técnica, fue producto de una maniobra persuasiva que sobre el denominado comúnmente “Decreto Antiparientes” de Casa Rosada, hizo el líder político local, el doctor Ezequiel Galli.
Era evidente desde un primer momento que el señor Jefe Comunal quería en su entorno a Blanco, electo en el 2.015, recordemos, como concejal encabezando la nómina del Frente “Cambiemos”. Y lo necesitaba retener en su área específica, dentro del ámbito del Ejecutivo.
Lo manifestó Galli varias ocasiones ante la prensa y lo catapultó en los hechos mediante un atajo que le buscó al mandato del ingeniero Presidente de la Nación de quitar de en medio a los familiares de la órbita del Gobierno en los tres niveles.
Un auténtico enroque que fue rechazado públicamente en la mañana de este viernes 6 en la Sesión Especial donde se trató la licencia de Blanco como concejal y su reemplazo por el señor Juan Fal, como viene acaeciendo. Y fue explícitamente citado este tópico por el edil de “Cuidemos Olavarría” Eduardo Rodríguez que calificó de “bochornosa la maniobra del Intendente”, esquivando así los zarpazos del Decreto de febrero de este año que él mismo, había compartido.
El problema se suscita porque Blanco es esposo de la médica Mariana Diamanti a quien el Alcalde colocó oportunamente de Secretaria de Salud luego de la salida de su antecesor.
El ambiente de la sanidad pública bulle por todos sus poros a raíz de un empinado cerro que el Municipio no logra escalar para conquistar con éxito su misión: no aparecen los doctores que se apeguen a las guardias y existe una escasez de médicos en las salas y hospitales de las localidades, generando un cuello de botella que no deja títere con cabeza.
Las poblaciones se quejan con razón y Rivadavia y San Martín aduce con frenesí “no conseguimos profesionales que hagan sus horas de guardia”. Y se levanta la polvareda y volvemos cíclicamente a idéntico punto de partida, sin soluciones a la vista.
“Se pierde tiempo en salud”, pontificó Rodríguez, sosteniendo que se construyó un “enroque para propender a sostener a Blanco en su cargo en el Ejecutivo”. “El propio Intendente burló el Decreto”, sentenció para barrer dudas. “Nadie respeta en la práctica los alcances de tal medida”, sostuvo también. La conflictividad es irrespirable con denuncias cruzadas en las localidades y con elementos tecnológicos de primera necesidad en el Hospital que no funcionan como debieran.
En este contexto tan agrio, la cuestión de la salubridad de los olavarrienses se entremezcló con la parentela inserta en el Gobierno vernáculo. Mariana Diamanti fue “bajada” de categoría pero continuará en su espacio. Sin embargo, el edil ex Presidente del Cuerpo Deliberativo no dejó pasar la circunstancia para citar su descontento y disconformidad con el enfoque elegido por Ezequiel Galli para no separarse de su funcionario tan vital.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-