Opinión
Elección en la Federación de Sociedades de Fomento: Firmá acá
Tal vez el contexto no es ideal, por todo este mar de fondo tan angustiante, del que nadie escapa. Empero los designios manifiestan su pizarra: el día 4 del venidero y último mes del año, habrá que votar en la institución madre del fomentismo vernáculo. Tal acción democrática, se ha venido vistiendo de caracteres variopintos, recargados de anécdotas, charlas, reuniones en diferentes lugares y contactos telefónicos al por mayor.
Las arenas del desierto son quemantes. Pues así se puede bien definir, mis amigos, el universo fomenteril nativo. Candente, y muy ajetreado, por una razón básica: quedan sólo dos caminos por optar, a la sazón: o un consenso que facilite un único postulante federativo o, en oposición a ésta figura, una contienda entre dos o tres listas.
Hay que partir de un techo de 37 entidades, o sea 37 delegados, habilitados para sufragar. No habrá más que ese número y por ende, deducción matemática elemental, no se permitirá registrar a más de tres nóminas a lo sumo. Teniendo también en mente que cada boleta necesita de once apellidos.
Dentro de estos parámetros que no se han de correr de aquí al 4D, las cuestiones por analizar son interesantes, auténticamente atrapantes. Como para alquilar balcones y observar, con detenimiento y paciencia estoica, eso sí.
Los que entienden en la materia, lectores del alma, proclaman entre susurros que ya antes de iniciada la competencia, había quiénes andaban pululando por las redes sociales y por las casas, sosteniendo la bandera de la necesidad casi imperiosa de una renovación federativa de fuste.
O sea, antes de largarse la campaña, por decirlo en forma didáctica, ya había fomentistas dispuestos a tomar posiciones activas.
Se venía visualizando, se lograba advertir, a ojos de buen cubero, que despertaba pasiones el cargo a suplir, la presidencia de la “Federación”.
Y también se daba, y se acrecentaría luego, un panorama concreto en cuanto a proponer en grandes rasgos, dos opciones excluyentes: o un consenso o elecciones libres y ver que acaece.
Si uno se toma la noble tarea de consultar a los que sobresalen en sus pretensiones, llegará a la conclusión de que en realidad, hay ítems en común, más allá de las naturales disidencias. Y eso es positivo, porque genera ciertas esperanzas de alcanzar objetivos, gane quien gane el 4 de diciembre próximo.
Aunque tampoco habrá que caer en terrenos propios de la señora ingenuidad. No todo lo que brilla es oro y no todo lo que se dice, se llevará posteriormente a la praxis. Porque los contratiempos están y sobrevendrán a la actual gestión que, como otras anteriores, arribó al cenit con ansias y entusiasmo puro y se retira con inmensa satisfacción, mas también con la amargura de no trepar al cielo de la cristalización de todo lo anhelado dos años atrás.
Sigamos en nuestro derrotero electivo. Algunos (léase Mariano Ciancio, José Veyrand) son buscadores incansables de la piedra basal de la unidad.
En tal sentido y conscientes de que sin ella, es imposible avanzar con logros, la ilusión del consenso, persistirá en los papeles, hasta el mismísimo 27 de noviembre, fecha final de presentación de listas. El deseo podría ser un hecho tangible si los “consensuadores”, lograsen reunir un número importante de adherentes potables, que les aseguren el voto a favor. Aunque se puede preguntar uno, ¿unidad, pero con qué referente arriba?
Otros se desenvuelven en el campo de mirar otra manera de gobernar. No les convence ese pronóstico y dicen: “Consenso, ¿para qué si son siempre los mismos? Y se reúnen para conseguir avales para sus listas separatistas. En ese trabajo de hormigas, ha ido ocurriendo de todo. Desde quienes han firmado algo que ha culminado siendo una candidatura, hasta quienes se han anotado, a sabiendas o no, en dos listas distintas.
En ningún momento se cortó el diálogo fomenteril. Tal es así que, por citar un ejemplo práctico, de dos referencias disímiles, se fue armando una y de esa unidad, también se desprenden otros brazos. Porque nada está cerrado aún. Cuando no era sospechado, Gastón Iraguenpagate convocó a Andrea Coronel a su reducto, rubricando un tándem más compacto, y ¿despejando rumores de un espaldarazo de Rivadavia y San Martín?
Jorge Salías, por otro lado, labura para conseguir sus adeptos. Daniel Seguel, quizá el más intransigente de todos, ha manifestado su irrevocable decisión de presentarse como oferente en la contienda. “No podemos ceder “Federación”, subraya a quien lo escuche. Mariano Ciancio, y un grupo compuesto además por Walter Vega, José Veyrand, Domingo Soraiz, Gustavo Rueda y algún otro adherente, han resonado en la calurosa arena, impartiendo la consigna de la unidad por sobre apellidos y apetencias. Y en ese rompecabezas, los entrecruces, los proyectos y las promesas que se sientan a la mesa servida.
Personalismos a ultranza y modestias teóricas y de las otras. Sin embargo, las expectativas son verdaderas. Si no fuese así, ¿por qué tanta voracidad por comandar la nave fomenteril en medio de un tumulto sin calma? Muy simple, señores míos: la cuota de poder, seduce. Y la proyección sobre todo, si se transita por los carriles debidos. El salto, hay quienes lo desean dar. Bailar en un cable alto.
Hay demasiado por conquistar en un fomentismo que debiera aggiornarse en varias temáticas a los tiempos de hoy. ¿Será entonces, la venidera Comisión Directiva, la que active la respectiva palanca y sincere la actividad, tremendamente politizada por estos días primaverales?
El Estatuto está obsoleto, pero no lo han mutado todavía. La entidad no cuenta con una sede. Y demás cositas anexas. No obstante lo prioritario bien podría ser recorrer las entidades, aconsejar a los nóveles dirigentes y obligar en el correcto sentido, a los concejales a mirar a los barrios, a través de proyectos fomentistas.
Y en la cornisa, el rol del Municipio, que juega más de lo que suponen algunos dormidos.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-