Opinión
Chispazos de odio
Las embestidas del odio irracional, de la desmedida apoteosis de la crítica despótica y el desprecio, perviven entre nosotros, desmenuzando cualquier intento de diálogo civilizado o de convivencia pacífica entre criaturas iguales, aunque pensemos diferente.
El padre de este monstruo ya no existe. Porque la situación engorrosa, proviene de tiempos distantes, muy lejanos por cierto. Pero se ha agudizado y no ha visto imágenes de mejoramiento.
El país, las provincias, o nuestra ciudad, se han contagiado con tan siniestra forma de explicitar enconos o rechazos ideológicos o personales.
Dos ejemplos a observar serían, mis amigos, lo llevado adelante cual hazaña adolescente por un profesor universitario pampeano, y la otra circunstancia demencial, la sufrimos aquí nomás, en Hornos y Moreno, días atrás.
El primer episodio llamativo y rayano con lo delincuencial, se perpetró en la Provincia de La Pampa, con motivo de una visita presidencial a un lugar de características “hostiles” para el macrismo.
Al paso del vehículo de don Mauricio Macri, un grupo minúsculo de individuos, le salió al cruce. Luego se sumaron más “protestantes” que entonaban cánticos en contra de la madre del Primer Mandatario.
Sobresalió de la turba, hambrienta de expeditar su enojo, un señor profesor de biología, de 60 años de edad y reciente pre candidato a diputado provincial, Aníbal Prina.
Prina obtuvo en las PASO del 13 de agosto 8.501 votos, cifra que no le facilitó la tarea y, por ende, quedó sin chances para el 22 de octubre.
Acumulando bronca, arrojó huevos a Macri y lo graficó contento en su perfil de Facebook, horas después: “Ja, ja, ja, somos nosotros. Le recagamos a huevazos el coche”, escribió satisfecho el docente.
En otro espacio de su cuenta, advierte centelleante: “Yo no soy vernista (por Carlos Verna, Gobernador de La Pampa), lejos de serlo, pero sé quién es mi enemigo y es el gobierno neoliberal de Macri. Así que voy a enfrentarlo dónde y cómo sea”.
El tenor de la agresión, podría presuponer otro tipo de autores; pero no: hasta un educador se porta como un niño despojado de su juguete, y ahora su actitud y la de sus compinches, está en la diestra de la Justicia.
Viniendo para estas tierras mineras, nos topamos también con un grotesco y repudiable canto de la maldad en estado puro.
En la madrugada dominical del 8 de este mes, hubo un ingreso intempestivo y cruento por demás en las oficinas del Ministerio de Desarrollo Social de Olavarría, afectando a su vez un sitio lindero, como el Centro de Acceso a la Justicia.
Mentes insanas, idearon el golpe y lo catapultaron, seguro riendo cual hienas. Apoyados en la presunta impunidad de la obscuridad. ¿Qué pichones de lacras pueden regodearse en semejante acto, rompiendo, incendiando, robando?
Para despistar a la “gilada”, dejaron una leyenda en una pared. Burda escenificación y burla sarcástica, conjugadas en un río de maledicencia e incapacidad de comprender la vital actividad que allí, en ese ámbito, se ha compaginado, otorgando asistencia a quienes necesitan la mano tendida para trámites jubilatorios, pensiones, monotributos sociales y otras ayudas conexas.
¿Qué pueden percibir en sus cerebros atrofiados los imbéciles que hicieron tal lío? Sólo los anima el resentimiento fatídico y la estrechez. Son entes, no personas. Pero claros y afilados puñales que demuestran que la insensatez y la estupidez humana, no tiene límites.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-