Opinión
Un secreto bien guardado
Se cumplió el 13 de mayo último, cien años de la supuesta primera aparición de la Virgen María en Fátima, Portugal ante tres pastorcitos que fueron elegidos por la madre de Jesús, para revelarles ciertos datos exponenciales.
Ya en 1.916 un ángel del Señor les había “abierto el camino”, preparándolos para aquello tan trascendente. Los niños eran: Jacinta y Francisco Marto y su prima Lucía Dos Santos, convertida luego en monja hasta su muerte en 2.005.
Los hermanitos Marto fallecieron tiempo después víctimas de gripe. Pero lo más emblemático de estos encuentros sobrenaturales con la Virgen, que, siguiendo el contexto católico, sucedieron entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de aquél 1.917, una vez por mes, tiene relación con las revelaciones dispuestas por la Virgen a estos niños.
La pequeña Lucía, ofició de vocera del resto y además fue la que tomó nota escrita de los designios de la aparecida. Gracias a ello, se puede hilvanar hoy un panorama concreto y certero, aunque, como observaremos, amigos, hay también un cono de sombra establecido en torno a un secreto, o en tal caso, en derredor del que podríamos titular el “Gran Secreto” expresado por la gestora de estas entrevistas celestiales.
Da la impresión que los dos primeros argumentos se revelaron en 1.941. El primer enigma sería una horrenda visión del infierno, una especie de confirmación de ese sitio como una zona crítica y verídica de tormentos sin precedentes.
La segunda incógnita presentada tendría que ver con una predicción del fin de la Primera Guerra Mundial y de que la Segunda, empezaría bajo el papado de Pío XI.
La Virgen habría exclamado en una de sus “visitas”: “Al fin mi corazón inmaculado triunfará, el Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será dado al mundo un tiempo de paz”.
Aquí se elabora quizá el itinerario más controversial, que irá dando pie a falaces hipótesis y a derivaciones erróneas del tercer misterio mariano.
Veamos, pues. El mismo fue entregado al Vaticano allá por 1.957. Juan Pablo II lo hizo público en el 2.000. Sin embargo, las conclusiones no son totalmente acertadas y queda mucho más por desmenuzar.
Siempre se mencionó que el “Tercer Secreto” estaba sujeto a un ángel con una espada y al ataque que sufrió Juan Pablo II el 13 de mayo de 1.981 justamente, de manos del turco Alí Agca quien lo baleó.
Pero, y siempre existe un pero muy prominente, estaría en danza una auténtica “Tercera Clave” o, si ustedes prefieren, una posible segunda parte de ese Tercer signo oculto.
¿De qué trataría tal confidencial mensaje? Ha de ser muy crudo su contenido puesto que sus santidades, una a una, lo han escondido en sendos cajones.
El texto original, redactado por Lucía, no superaba las 24 líneas o renglones. Y, cuando se lo divulgó a medias, se notó con claridad que ostentaba varias carillas. ¿Por qué tanto ocultamiento mordaz? Y otra consultita aledaña: ¿Quién mutó el documento, haciéndolo evidentemente más extenso?
Ni Juan XXIII, ni Pablo VI, ni Juan Pablo II, ni Benedicto XVI, ni Francisco I, han expuesto la verdad de la cuestión, en toda su dimensión. Juan Pablo I era muy devoto de la Virgen de Fátima y se especula en algunos círculos teológicos, que él hubiese corrido la cortina, mas lo silenciaron antes.
Los modernos momentos distan de ser “la nueva primavera de la Iglesia Católica”, y se ha caído en un pozo que bien describen los capítulos 8 y 9 del libro llamado Apocalipsis, en la Biblia.
Hete aquí entonces, mis lectores, que salta la bolilla que faltaba insertar, dentro del copo del “Tercer Secreto”, el más drástico por cierto. ¿Cuál es el resultado de las investigaciones más fehacientes y juiciosas? Es esclarecedor el clamor de la trompeta que, insisto, se quiere aún hoy día, acallar con excusas sutiles y erráticas.
El tema es grotesco y “catapúltico” a la vez: se instruye una advertencia nada más y nada menos, que frente a la factibilidad de ceder a la vileza de la tentación de apartarse de los preceptos de la fe, dados por Cristo y sucumbir en la “apostasía” más demoníaca.
“Apostatar” es sinónimo de cambiar el rumbo, es tomar otro sendero, negar a Dios e ir en pos de “otros dioses”. Y es lo que acaece ahorita mismo en el mundo cristiano en general, no solo en el Católico Apostólico y Romano, también se divisa en la grey evangélica, manchando a una enorme porción de ella.
Los pastores cristianos en general, salvo excepciones honrosas, han preferido disminuir los efectos de aquél sonoro Misterio, barnizando sus efectos con tinturas de carácter “populista” si vale el concepto.
En consonancia con tal performance, se sabe que, por ejemplo, en Estados Unidos, algunas congregaciones evangélicas, realizan encuestas de los asuntos que desean los fieles que se hablen en las predicaciones. Y, en base a esos tópicos los líderes confeccionan sus sermones. Un disparate sin atenuantes.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-