Opinión
¡Cuidado con las llamas de la nueva Tasa!
Dos horas y fracción fue el tiempo insumido en la mañana del jueves 23, tal como se detalla en nota aparte, para determinar que quince ediles le dijeron ¡NO! a la propuesta del Ejecutivo de Rivadavia y San Martín, con relación al intento de crear una novel Tasa para Bomberos.
La defensa argumental oficialista estuvo a cargo de Carolina Espinoza y Ernesto Cladera, quienes a su turno, desarrollaron un cúmulo de postulados para tratar de convencer al resto del Cuerpo de algo que se olía con sabor a Comisión.
Pero el drama más puntilloso, exhibido por toda la vereda de enfrente, tuvo estrecha unidad con determinados aspectos que hubiesen sido necesarios, a la hora de entrar a la cancha con pelota un tanto dominada.
Separando la cuestión sentimental y verídica del servicio excelente que presta a diario el tándem bomberil, bien valdría la pena observar en esta columna, pequeños ángulos de la ventana al financiamiento de la institución de la Avenida Colón.
En primer término, era cosa sabida en el universo legislativo local, que las fundamentaciones esgrimidas cual espadas flamígeras por dos altos funcionarios, carecían en sí, de una consistencia fuerte, determinante.
Daría la impresión, amigos, que el municipio optó por el andarivel de incentivar el perfume de la “buena voluntad” de los ediles y posteriormente de la masa contributiva, para adherirse al anhelo oficial.
El amor incondicional, prodigado a la entidad por el pueblo, creyó el Gobierno nuestro, haría el resto. Sin perjuicio del cariño y respeto hacia la actividad impagable de los voluntarios, la masa no tuvo la levadura a punto y el pan salió del horno crudo.
Duro golpecito para la Comuna en un período electoral. La improvisación es un arte notable, pero si la aplican los payadores folklóricos; no los que ejercen autoridad.
Se abrió el grifo del pedido de originar una Tasa, sin proyectar o subrayar que sucederá, amigos lectores, con el sistema del Estacionamiento Medido (EM) en el partido de Olavarría.
Y otra perlita: no se exigió un actualizado balance de la realidad concreta de los ingresos y egresos que provoca el sostener la “empresa” que es hoy, con una veintena de personas laburando, el Estacionamiento.
Los mensajes de Adriana Capuano, Fernanda Araneo, Federico Aguilera y Einar Iguerategui, más allá de sus sesgos particulares, se yuxtapusieron en los conceptos reiterativos de la falta de ideas hacia el porvenir, con el EM y también rozaron el tópico del ausente balance.
O sea, la base contrapuesta estaba en ciernes. Aunque bailaron junto a las farolas del salón de la Sociedad Española, los duendes preguntones.
Y ellos se preguntaban: ¿Por qué Bomberos ve hoy al EM como una problemática muy tétrica, mas una empresa privada estaría harto interesada en recalar en nuestros dominios?
¿Cuál es el fantasma que aparece? ¿Da o no da ganancias el emprendimiento? ¿Son excelentes los manejos financieros dispuestos hasta aquí, o hay falencias administrativas que demonizan al sistema de EM olavarriense? ¿Sabemos todo o vemos sólo parcialmente?
Quizá la conveniencia de la auditoría, habría desbaratado dudas o murmullos inadecuados. Por otra parte, hemos de mirar hacia alguna otra comarca donde se ha tecnificado el trabajo y se utiliza un mecanismo muy emparentado con la SUBE que tenemos para el transporte público.
En alguna ciudad, lo comanda una compañía privada, pero en otra, el laburito está en manos municipales. Concordando, repetimos, tecnología y municipalización, se lleva adelante el EM.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-