Opinión
La excusa del “por”
Desde tiempos distantes se mantiene viva la llama de bailar con destreza en el cable de la excusa, quizá por excelencia, utilizada por personas e instituciones, a la hora de justificar al pie de la letra, una acción muy comprometida. O tal vez, en cambio, una omisión imperdonable. Dicha puesta en escena expiatoria, pasa por anteponer al acto la palabrita mágica: “por”.
Con tal antecedente conciliatorio con la conciencia, se arranca en aras de un propósito determinado. El cual puede ser de muerte y destrucción o de vilipendiar a alguien o una causa.
Los ejemplos sobran y solo basta una pequeña recorrida, a vuelo de pájaro, por la historia de la humanidad y de nuestro terruño también.
Lo más sobresaliente de ese entramado “excusable”, consiste en arrastrar tras esa columna de pensamiento, a la mayor cantidad de gente que sea factible, para de tal forma, ir creando una cosmovisión única y potente en relación a un personaje o hecho concreto acaecido en tal o cual sitio.
El gran mandato adjunto de ese proceder, es no abrir ninguna puerta investigativa discordante. No sea cosa que se logre intentar ensayar otra vertiente de consideración. Lo cual podría constituir una auténtica catástrofe ideológica incluso.
Es más fácil y dócil, transmitir un bosquejo y ponerlo en órbita. Generalmente parcializado, claro y en ocasiones, con muy escasas bases argumentales para sostenerse en el devenir de las circunstancias.
Desde Dios, hasta los hombres, son empleadores de estas tácticas, a veces faltas de la más mínima sutileza. El punto de mira del que apunta es directo: evitar cualquier intromisión de almas o ideas en un determinado campo. Y la validez de la excusa, permite y naturaliza todo.
Fíjense ustedes, amigos lectores, lo que expresa uno de los libros más leídos del mundo, la Sagrada Biblia, en 1° de Samuel 15: 2 y 3: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: “Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”.
Impactante y categórico. ¿Por qué semejante mandato para con los seguidores de Dios de aquellos lejanos días? Los teólogos han optado por orquestar una respuesta que zafase de las horrendas críticas de una lectura desapasionada y racional: “Por” ser malvados y, como Dios conocía a esa gente y sus pensamientos, y su futuro, decidió que se los “limpiase” para evitar ulteriores llantos y desgracias, dentro del pueblo que comandaba la deidad mencionada.
¿Eran los amalecitas tan porquerías o lo eran para la forma de ver y sentir del Dios de Israel? Jamás lo podremos saber a ciencia cierta.
Lo que está perfectamente dibujado es, no obstante, el recurso utilizado. Y la repetición inferida a través de siglos, sociedades y culturas.
“Por algo será”, se exclamó en la Argentina en una oscura década. Y las cárceles se llenaban de tipos por los que muy pocos bregaban. Total, el imaginario sostenía la muletilla insípida pero hiriente: “Y por algo está dónde está”.
Y así continuamos avanzando, sin imparcialidad y sin calidad de revisión de los aconteceres. Y nos hemos ido topando con crímenes todavía impunes que nadie investigó demasiado, puesto que “el muerto era puto”, o “la mina era prostituta”.
La excusa ofrecida en bandeja de plata y la comunidad llevada de las narices tras la doctrina del “por”.
¿Acaso de Nisman no dijeron sus opositores, al aparecer éste muerto: “Le pasó por mujeriego”? Perdigones arrojados al aire con la intención de desviar el cimbronazo que se avecinaba. ¿O lo enfriaron por la denuncia contra personeros del poder?
Sea como fuese, ¿importa más el “por” o hilvanar los hechos que desencadenaron la tragedia en sí?
Algún día, ojalá, nos empachemos del “por” y exijamos la verdad y comprobemos nosotros mismos las fuentes, despojándonos de los conceptos recibidos.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-