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Opinión

Diálogo franco con un hampón

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El tipo rudo se levanta la remera colorida a pedido mío. Es que la charla que venimos hilvanando, amerita una dosis de demostración práctica. Se advierten en su torso y espalda distintas marcas, desde golpes cercanos o lejanos en el tiempo, hasta puntazos o incluso, mis amigos, heridas de bala. Cuenta con un mar de cicatrices.

Es un mapa del delito interesante esa parte de la anatomía de mi interlocutor sumamente válido, pues, porque es alguien con experiencia en el ramo.

Un hombre que sabe de qué habla. A él no se la contaron de segunda mano a la cuestión de ir por fuera de la ley. Porque, descontando algunas semanas apenas, el resto de su currículum está íntimamente ligado a delinquir y deambular de la Comisaría correspondiente a Tribunales y de ahí a la Unidad Carcelaria asignada y luego volver a recomenzar en una suerte – o desgracia – de “eterno retorno”.

El sujeto de averías remonta sus orígenes a la infancia (cuando no). Habría allí arrancado un proceso a instancias de una pésima crianza y a las “malas juntas” que vinieron a ocupar un rol ausente de su propia familia.

Indagar sobre si tuvo afecto en el seno de su casa por aquellos años, es medio absurdo. El individuo hace una mueca despectiva y sostiene que se crió “a los ponchazos”. Ante ese panorama grisáceo, un buen – o mal – día, un supuesto “amigo” le propuso un “laburito” fácil. No meditó casi nada. Además quería comprar unas “llantas” (zapatillas) nuevas, de esas “de las tres tiras, ¿viste?”.

La cosa en sí, salió a pedir de boca. Y él se fue ganando un lugar en el hampa, de a poquito, claro. “El ser menor es muy importante en este “rubro”, te abre puertas significativas”, me cuenta mientras yo tomo nota.

Pero el instante menos imaginado, con el correr de los pésimos andares, la cuerda de la suerte a favor se tensó y cayó “la yuta” antes de lo previsto y lo “guardaron”. Salió pronto, mas ya su “foja de servicio” había nacido.

Y con ella, el estigma. Encima vivía, y vive aún, en un barrio signado por la tragedia griega. Sin proponérselo, se convirtió en leyenda y lo fueron golpeando los rudos senderos que transitaba. Y los servidores del orden, de paso, dos por tres, lo “disciplinaban” también.

Pero todo llega y encontró su pareja. Una piba linda pero “del palo”, con lo cual, no se apartó, “no me rescaté”, sino que continúo en su “oficio”.

“Antes era distinto, Mario, me explica. Había ciertos códigos y no se daba tanto el mambo de la droga. Hoy es un caos, se lamenta, ya nadie respeta y no hay ningún tipo de códigos”, resume.

Increíble, un reo versando sobre códigos. En fin. “Los transas andan a cualquier hora y joden la vida de muchos”, pontifica.

“Los pibes se “falopean” y se creen “Rambo” y salen de caño entre ellos, por el control del área o por deudas o por estupideces del minuto”, afirma el “caco”.

Vuelvo sobre las andanzas del personaje. “Una vez que caíste en la red, ya te cuesta horrores saltar al otro lado. ¿Quién carajo te va a dar un p… laburito, ni para cortar pasto, loco. Te ven y te esquivan, no te dejan espacio, sos un marginal de cuarta”.

Y la rueda gira, sellando al malhechor que ahora, se justifica por su aislamiento social. “Y todo está podrido. De arriba hacia abajo. Y te soban la espalda más de cuatro con el tema de la re inserción y no hacen un pito por recuperarte. Por el contrario. Una vez un penitenciario con tiras, me chamuyó con que me dejaría libre para que robara para él. Me hice el loco y me molieron a palos. Nada es lo que parece, varón”.

El mapa turístico por incidencias de todo tenor que es la espalda y el torso del hombre de mala fama, se cierra, bajando la remera de un club de fútbol. Adopta una imagen rara, se le corta la voz. Se toma unos segundos para expresar con voz muy suave: “¿Y sabés que me duele más que todas estas cicatrices que tengo? Que mi hijo siga mis pasos…

Por Mario Delgado.-   

 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho