Opinión
Opinión: La pérdida de confianza
1.- A MANERA DE PRÓLOGO.- El problema radica, ejerce su presión en una cuestión pendular: la pérdida de la confianza en el otro, en las instituciones, en quienes ejercen algún liderazgo momentáneo o permanente.
Si lo esencial se esfuma, entonces queda un espacio vacío, una metáfora, un limbo que no termina de convencer a nadie.
En la República Argentina y en nuestra ciudad, los valores o los desvalores, son idénticos. Y tal retirada de la confianza, se da por ende en la basta geografía del país y del pago chico también.
Existe como una psicosis. Un deseo de averiguar bien quien es quien antes de caer en supuestas trampas. Es que una vez que se fue la estimación, la plena esperanza en el prójimo, costará horrores el restablecimiento de la misma.
Se desconfía de todo y de todos. Aunque hay ciertos estándares. La ropa, la “caripela”, el modus operandi de la persona, son pequeños detallecitos a observar. Sin confianza, desde luego, es imposible llevar adelante una relación amorosa, o afectiva o un negocio o el manejo de lo público.
Cuándo empezó el descreimiento y el descredito, no estará nunca bien determinado, pero la realidad es cortante, cual filosa espada. Lo que se ve, se ve y no hay eufemismos posibles.
La inquietud, en tal caso, debiera ser, mis amigos, ¿volveremos a creer sin dobleces o seguiremos sumidos en una doble faz?
2.- EL BUSCADOR DE BALAS.- El muchachito de ojos vivaces no pisó el umbral de los trece años. La visera de la gorra echada hacia atrás y bermudas azules complementadas con unas “llantas” blancas, sin cordones.
Camina presuroso, como quien tiene pensamientos diversos y cosas por resolver. Sus padres, mientras tanto, se revuelcan en el chiquero de la pesadez y la desidia. Entre las coordenadas de planes estatales y botellas de alcohol. Pésimo ejemplo para avanzar en un proyecto de vida coherente.
Sergio, su vecino está sentado al costado derecho de la puerta de su casa de barrio conflictivo. Radiante la tarde de diciembre. Alza el mate en actitud de convite. El pibe rechaza la oferta, dibujando una parábola con su mano; empero se detiene a preguntar, casi al borde de un ataque de desesperación indisimulable: “Chabón, ¿no tenés algunas balas calibre 22 que me vendas?”
Sepulcral silencio del tipo del mate. Hombre habituado a las madrugadas de fábrica cementera, queda absorto. “Pero si hasta ayer este “mocosito” correteaba por la plazita, junto a los demás niños”, piensa aturdido Sergio. Cambio de paradigma, es evidente. Ya el hombre no logrará ver con gratos ojos al purrete que se descarría lentamente. Se le fueron las ganas de contemplar la tarde. Se mete dentro de su vivienda, anonadado. O no tanto. El chico continúa su periplo en aras de encontrar los proyectiles que precisa.
3.- CERCANO OESTE.- Silbatina hilarante y estruendosa, casi a cualquier hora allá por aquél complejo habitacional con nombre de cantidad de casas. Viejas y noveles disputas de siniestros personajes, que se dirimen bajo el arbitraje sin cuartel de las armas de fuego.
Excusas, desde luego, están sobrando siempre. Y bandos confrontados, también hay por doquier. De modo tal que suena amplificada la música nefasta de los proyectiles, con el peligro que ello conlleva para terceros. Las hienas no aman ni su vida, así que es inútil solicitarles cuidado por el entorno.
A corta o larga distancia, desde los edificios o en la mismísima arteria; no hay dramas para éstos sujetos impulsados por las ansias de cobrar afrentas verídicas o inventadas sin consistente argumento para la ocasión.
El temor de los vecinos se palpa y los patrulleros mientras tanto, van aullando en cuadras aledañas. Girando en círculos, eludiendo el centro del duelo. Cinco o diez móviles, da igual. Por ahí, a las perdidas, habrá un aprehendido que quedará libre antes que el gallo cante.
4.- COSAS DE VALOR, AFUERA.- Da la impresión que eran varios los casos de sustracción indebida e indecorosa, de objetos de valor de las visitas de detenidos en la Unidad Carcelaria 2 de Sierra Chica.
Los penitenciarios que debían velar por los elementos en custodia, mientras duraba la permanencia de familiares de presos, no han logrado pasar el examen y la disposición superior ha caído sobre las cabezas de todos: para guardar, por las horas de la visita, cosas personales, a otro lado, señores.
Quien es símbolo teórico de seguridad, no da el target. Rápidos de reflejos, los responsables del Servicio o de la Unidad en sí, tiraron la pelota al corner. Pues ahora habrá que dejar los artículos que se quieran proteger, en un kiosco situado a escasísimos metros de la cárcel.
Negocito redondo: veinte pesos por persona, sobre una cantidad estimada, por fines de semana, de cuatrocientas almas, la suma es seductora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-