Opinión
“Te vas a caer solo”
En la “Marcha de la Resistencia” celebrada el pasado
viernes 26 en Buenos Aires, Hebe Pastor de Bonafini,
dijo textualmente entre alaridos de júbilo de la
muchedumbre enardecida: “Te vas a caer solo, Macri
hijo de puta”. Escalofriante frase que se coloca al
frente de una seguidilla de acciones directas e
indirectas de la señora Madre de Plaza de Mayo, que
van señalando un camino de pensamiento
determinado: bregar con los elementos y aliados al
alcance de la diestra, para hacer difícil el gobierno de
“Cambiemos”.
Y en ese tonel de amigos de toda índole, se sitúa a
“Quebracho”, a D’elía y así por el estilo, conjugando
un auténtico “frente” opositor proclive a la catástrofe
verbal, al menos.
En un contexto de pandemónium, con amenazas a
Macri y a Vidal, tales comentarios, vivados por una
concurrencia ávida de estruendos, no fortalecen de
ningún modo, la sana convivencia y el respeto por los
derechos constitucionales.
Decir empero desde aquí, mis amigos, que doña Hebe
se ha desbocado ya sin remedio, es reiterado pero
cierto al mismo tiempo. Es más, sin ánimo de ser
ofensivos como ella, podríamos interpretar, de
acuerdo a sus procederes díscolos, que se ha ido
desorientando, perdiendo la brújula de una lucha
loable y por todos ponderada.
Los memoriosos y observadores imparciales de la
cotidianeidad, condición fundamental para entender
las situaciones, tendrán grabado en sus mentes los
datos precisos y preponderantes que inclina la
cancha: los hijos de Hebe, Jorge y Raúl, están vivos,
por un lado y por otro, su ex marido, el arquitecto
Bonafini, viene recalcando que su ex mujer, no puede
usar más su apellido de casada como propio.
Son ingredientes significativos, que nos entregan una
pequeña dosis de suspicacia respecto al silencio de la
militante, en tanto y en cuanto estos temas
relevantes y personalísimos, salen a la luz del día.
Ella esquiva el bulto negando lo innegable y dándole
rienda suelta en cambio, a su odio ya visceral y sin
vuelta atrás. Atraída por el kirchnerismo, se envolvió
en una telaraña, con cifras siderales de dinero
incluidas, que no la ha dejado bien plantada frente a
la sociedad.
Pese a las circunstancias adversas que la involucran,
se reinventa con locuras de alto impacto. Putear al
Presidente o desearle cual enigmática bruja, su
desmoronamiento, no es una materia que se debiera
visualizar en su misión de defensora de gente que lo
pasó mal o que, directamente, ya no está sobre la
tierra, víctima del terrorismo estatal de otras épocas.
Es indudable que se mancha aún más sus ropas con
improperios festejados por ovejas descarriadas o
descolgadas del cuadro. Fotos obscuras que quieren
que el universo arda, sólo para experimentar una
satisfacción personal o colectiva anómala.
¿O es que acaso nadie ve lo dantesco de esta señora
sin tapujos, incitando a “obstaculizar” al Gobierno y a
apuntalar por ende cualquier escrache o
manifestación que huela a anti – macrismo, sin
interesar siquiera de dónde provenga el ruido?
Patética. Una pena por desgracia, puesto que enloda,
insistimos, otras labores de la entidad que osa
representar. Y alimentada por secuaces y serviles de
baja estofa, que la colocan en el centro de sus
frustraciones y despecho, amplifica su desprecio a
ultranza.
Y el caos aprisiona corazones, entre barullos de
mentecatos y uniformados corruptos que no adhieren
a ser vigilados por la reforma estructural.
El punto es, como sociedad, atender las voces que nos
llegan, porque el zumbido de avispas a veces puede
confundirnos. Porque una cosa es no adscribir al
formato oficialista de hoy, cosa totalmente lógica y
plausible, y otra muy diferente es caer en la esfera de
los impetuosos que reclaman entre bambalinas, la
manija de la podredumbre que los mantenía con
ganas.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-