Opinión
A las puertas de una nueva “Marcha Federal”
Se tomaron su tiempo, su buen tiempo mis amigos, los ediles locales para darle cuerpo en la Novena Sesión Ordinaria de este jueves 25, a un tema que no sonaba últimamente en los oídos pero que se ha revitalizado: la concreción, una novel edición, entre el 31 de agosto y el 2 de septiembre de una movilización masiva conocida otrora: la “Marcha Federal”.
El proyecto rezaba declarar de interés público y municipal dicho evento, y fue la vía por la que transitaron innumerables chicanas, pases de factura y ejercicios de memoria, con acusaciones cruzadas y espadas blandiendo, entre las diferentes bancadas.
Marisel Cides, desde “Renovación Peronista”, descorrió el velo subrayando la negativa de algún sector, y miró a su derecha, para tratar este ítem en la reunión previa de Comisión. Acto seguido invitó a sus pares a no tener miedo ante la manifestación de la ciudadanía en reclamo por cuestiones sociales pendientes. “Hay que dejar que el pueblo se exprese”, sentenció con firmeza. Tomó el inalámbrico inmediatamente el concejal de “UNA” Emilio Vitale, quien centró su alocución en el reciente fallo de la Corte Suprema con alusión a las tarifas de gas. Elogió al máximo tribunal y se ocupó de separar a la unificada CGT de este embrollo: “Ellos no firmaron”, explicó en dirección a los gremialistas y además postuló que podían hacer desde sus puestos, una Resolución y no una Ordenanza con la temática en análisis.
Se viró hacia el “Frente Cambiemos” y ahí se despachó con una clase de economía e historia el experimentado Ernesto Cladera que, antes de nada repartió sendos laureles para la Corte y a su vez, para el reconstituido INDEC y luego prendió el ventilador arrojando en el camino palos a los peronistas que alguna vez obstruyeron el buen desarrollo de gobiernos de tinte radical, a su entender, y a sus fallidas recetas económicas.
Su mensaje tuvo también autocríticas de fuste. Adriana Capuano, del “PJ”, no coincidió con el ex senador, puesto que definió a su núcleo justicialista como habitúes de “construir” y no “destruir”, y referenció que la marcha anunciada no sólo se hará por las altas tarifas, porque hay otros ingredientes más a la hora de evaluar la cotidianeidad de los trabajadores y de los que ya no cuentan con empleo.
La polémica se instalaba, caldeando las paredes, circulando de banca en banca, inflando un asunto de más rápida decisión. Si hasta ameritó un cuarto intermedio la cosa.
Entonces Gerardo Ripoll, del eseverrismo, vio su oportunidad y a los gritos y descolgando aplausos de la barra, achacó que hacía rato no se escuchaba que nadie hiciese tal actividad opositora por todo el país. Habló encendido de desigualdades y de economistas que hoy están por encima de la política. De grupos capitalistas y de un poder para ricos.
Ya los minutos al deslizarse, eran demostrativos del impulso del debate. Ya la bandera de lo ideológico, copaba el recinto. Fue momento para que el más joven de los legisladores, Federico Aguilera, FpV, hiciese uso de su impronta verbal y tildó a don Macri y equipo de “gobernar mal”.
Sintético concepto que graficó con la foto mental de Alfonsín y De la Rúa, yéndose ambos antes de finalizar su mandato.
Reposicionó al kirchnerismo en un pedestal, y cerró su intervención con un cerrado acompañamiento al evento previsto.
Hubo unos pronunciamientos más, pero ya la discusión había colapsado y solamente quedaba la votación que, por mayoría, sin el oficialismo, confirmó el Proyecto afirmativamente.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-