Connect with us

Opinión

La construcción

Published

on

Cualquier buen albañil sabe de sobra que toda construcción, grande o mediana, ha de empezar por los cimientos. Y, por ende, los mismos han de tener la consistencia suficiente para luego soportar el peso de las paredes y el techo. Se le adosan en ciertos casos columnas para reforzar su cometido fundamental.

No se puede idear una vivienda, amigos, sin un pie sólido. Y ese pie dará lugar, una vez que avanza la tarea, a una casa que no sufra rajaduras o distintos dramas por no tener buen origen.

Al cimiento se le anexará también la capa aisladora para cortar todo indicio de humedad. Y así se seguirá, perfilando un trabajo coherente.

Pequeño símil de la labor de realización nacional o local. O sea, sin un meritorio cimiento, no se logrará jamás un país o una ciudad incluso, con alas dispuestas a volar libres y sin cuestionamientos de diversa índole.

Uno de los graves inconvenientes intrínsecos de la cultura nuestra, amigos lectores, viene sucediéndonos en el tiempo, y se afianza. Precisamente, el anterior Gobierno de Balcarce 50, lo ahondó, lo propició, lo promocionó con ínfulas. Y ese escollo, esa piedra en el zapato ciudadano ha consistido y consiste aún en favorecer un endeble cimiento.

La partícula basal de una solidez de Estado y Nación, pasa directamente por enunciar los preceptos con la voz potente y clara a la vez, de la verdad. Sin ella, es imposible arribar al término feliz de una obra.

Un país hermoso como el que tenemos, se ha visto enfermado por el virus maléfico de la mentira. A todo nivel y sin ningún tipo de freno ni restricción. Para colmo de la incoherencia, se ha colocado en sitios de preeminencia a personas sin escrúpulos que han osado izar la bandera de la falacia más ignominiosa como si nada ocurriese.

Los pliegues de la locura se apoderan así de mentes y organismos y se va en abierta senda de desinformación y se ingresa luego en estériles controversias sin sentido práctico.

El objetivo central de tales maniobras: distraer al público en aras de que no advierta lo real, lo concreto. Se barnizó durante décadas la circunstancia que nos rodeaba y sólo los exégetas, los filósofos de lo imparcial, zafaron sus carruajes de caer en el lodo. Bribones con cara de simpatía, atraían a los incautos. Cantos de sirenas, espejitos de colores modernos que se cuelan por las casas y los corazones de quienes no investigan los aconteceres y se dejan arriar cual ovejitas mansas.

La cosa en sí, vale descifrar, viene de largo. Pero no es justo que muchos se hayan enriquecido, a costas de una noble causa o de un esfuerzo mancomunado hecho por otros.

Siempre traerá riesgos pararnos frente a la tropa y exponer que no se la conducido de buena fe. A nadie le satisface demasiado, comprender que ha sido un ingenuo y que debe rectificar el rumbo de su ideología. Mas ¿por qué empecinarnos en ceder ante la mordaz lengua de la serpiente?

Una pincelada prolija y efectuada con el pincel de la inteligencia, nos revela sin dubitaciones que se nos ha puesto en ridículo, por citar un caso, con el ítem sagrado de los derechos humanos.

Ya que una exponente muy referencial de la cuestión, doña Hebe Pastor de Bonafini, no ha cantado ante la tribuna toda la verdad. Se le han otorgado subsidios a ella y a su entidad, y honores y planes de viviendas y todos creídos que sus hijos habían muerto en la etapa de la dictadura del ’76 en adelante.

Pero, hete aquí, que sus dos hijos Jorge Omar y Raúl Alfredo, secuestrados allá por el 6 de febrero de 1977, están por suerte, vivos en Europa, junto a su padre don Humberto Alfredo Bonafini. Se los ha visto juntos en Madrid, España para mayores datos.

Y el propio Bonafini, militante desarrollista y émulo reconocido de don Arturo Frondizi, le ha solicitado a su ex mujer, o sea a Hebe, no utilice más el apellido de él y la ha caratulado como alguien que “se ha enfermado a causa del odio que lleva consigo”.

¿Por qué se ha fomentado la negligencia? Por y para provechos personales, es muy probable. Pero es hora de desenmascararla a ella y a otros personeros obscuros más que han lucrado bastante con la consigna distorsionada.

Por Mario Delgado.-

Advertisement

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

Published

on

Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

Continue Reading

Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

Published

on

“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

Continue Reading
 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho