Opinión
Opinión: ¡No me hagas esto!
Los malos espíritus de la muerte violenta, se llevaron al más allá a otra víctima joven. Ocurrió en la localidad bonaerense de Ramos Mejía, aunque también hubo otros hechos semejantes en distintos puntos cardinales del país, que, dicho sea de paso, se abate en una constante espiral de crímenes a mujeres, que terminan ejecutadas por sus parejas actuales o por sus ex hombres.
Meternos de lleno en conjeturas o análisis psicológicos o incluso clínicos de tal situación, es introducirnos en una materia compleja, complicada y delicada al ciento por cien.
Porque, además de las ya funestas aristas que se desprenden de estas atrocidades, hay que anteponer cada circunstancia particular. Es que cada persona es un mundo en sí misma. Y, por ende, cada relación sentimental, también encierra sus códigos propios.
El entorno o “el afuera”, posee la independencia de observar las cosas de cierta manera, con mayor soltura. Sin embargo, desde adentro de la pareja en cuestión, es probable que se presenten otros puntos de atalaya, otra dimensión, en abierta contraposición a lo que señalan los demás.
Juzgar es difícil. Sobre todo a la distancia y con contados elementos al alcance de la diestra. No obstante, mis amigos, algo sobresale, golpeándonos a todos: ¿en algún momento se advertirá la solución, la vía de escape de tanto odio, de tanta muerte absurda?
Pero si Julieta Mena y Marcos Mansilla se conocían desde pequeños. Al igual que sus familias. Ella decía amarlo con su alma. Él la celaba e increpaba muy seguido. Demasiado.
Enfermo y obsesivo, le controlaba el celular, el correo electrónico y la hora y entrada de salida y arribo al hogar. Invertía más tiempo en esa minuciosa labor de pesquisa que en buscar un empleo digno para ir estableciéndose.
Afirman que consumía sustancias y que tenía “amigotes” fuleros, del ambiente. Tóxicos amigos. Como él. La madre de Marcos le pidió a Julieta que se apartase de su descarriado hijo.
Ella, ingenua y febril en su intento redentor, ansiaba convertirlo en otro. Cambiarlo a fuerza de cariño, hacer la obra mágica transformadora del amor. De sapo a príncipe.
Si un pariente quería besarla en un saludo cordial, ella se resistía sonriendo. “A Marcos no le gusta”, refería cual excusa suprema e incontrastable.
Ella no lo veía como un monstruo al acecho, pese a los gritos, las rencillas y las amenazas. A tal situación de acostumbramiento habían arribado que ya los vecinos estaban habituados a los dramas pasionales de esta inquietante parejita.
El amor sincero, real, profundo, es algo distinto y equidistante, por suerte, de lo que los atrapaba en un círculo demoníaco. Amor no es control del ser querido, es comprensión y acompañamiento.
Un día cualquiera, el vaso rebalsó y el loco se desató. Entonces la golpeó, la estropeó y la asesinó por el delirante motivo de no dejarla ser ella misma.
Ofuscado por trivialidades, creó una fantasía y se vio engañado por una Julieta que nunca quiso dejarlo ir. Aun enfrentada a su familia que culminó por insertar al imbécil en su casa, con tal de no contrariarla más. Suponiendo tal vez que él mutaría su comportamiento, viéndose contenido.
No fue así. Y lo que mal andaba, epilogó peor. La contundencia de la golpiza la agotó y falleció en el baño de su vivienda con 22 años de vida y con la idea fija de un mundo feliz junto a su asesino.
El cobarde se balanceó sobre el cuerpo de la dama inerte y susurró: “Julieta, despertá. ¡No me hagas esto!” El victimario se coloca en postura de víctima, accionando un perverso mecanismo de autodefensa. “Por tu culpa hice esto”, sería la traducción de la frase. Consciente de que se le viene la noche, el chacal huye por la tangente, lanzando un alarido de impotencia y maldiciendo a la persona que él mató.
Hoy este individuo permanece preso. Pero su ejemplo de machista dominación y muerte hacia las mujeres, continúa en ejercicio de la libertad.
Por Mario Delgado.-
Fuente Foto: Facebook
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-