Opinión
De posibles escenarios
Los niveles de especulación llegan al cielo, ya por estos días, aunque falta un montón para las elecciones del 2023. Y todo en un marco gris, con grietas que se abren, o intenta la oposición que se abran, en el edificio del oficialismo local.
Cualquier excusa sirve, todo yerro es bienvenido y, hasta la falta de tacto, puede ser utilizada en aras de fortalecer a la vereda de enfrente.
Un tiro por elevación por aquí, otro misil arrojado más allá, y así vamos transitando este año tan singular. Las ramas del árbol de donde asirse, parecen variadas. Es un dilema que la administración comunal no ha logrado aún, corregir. Surgen desprolijidades y eso es algo tangible. Demasiadas, por cierto, en un gobierno de seis temporadas y fracción.
El Intendente no posee, nunca lo tuvo en verdad, un auténtico vocero, un personaje clave y claro, que hable por él, que actùe a tiempo, o sea, antes que se vayan desatando las tormentas. Es una falta que no se he podido llenar con nada ni con nadie. Y si el propio Jefe Comunal, no da la cara, entonces mejor para quienes desean arribar a su sillón de mando.
Las cuestiones negativas se multiplican, algunas incluso afectando a la opinión pública con tremendo estruendo. Desde los terrenos vendidos presuntamente, en una asociación ilícita inmobiliaria, con tajante irregularidad, hasta un ataque sistemático a las viviendas del Programa TuVi, en especial las realizadas bajo el sistema de construcción en seco.
Focos ígneos muy pronunciados, y las localidades y sus reclamos pertinentes, sobre todo en salud, no atendidos o escuchados a medias. A tales aristas, podríamos sumarle un malestar creciendo en diversos barrios por promesas no cumplidas o manos no tendidas. Incluso un destrato a referentes aliados.
Y ahora estalla la granada muy cerca: con un edil que ingresò a las filas de la alianza oficialista nativa, traído nada menos que por un tándem barrial. Y la polémica se inserta en la agenda de modo intempestivo. Y Olavarría se empieza a acostumbrar al estilo que quiere imponer la oposición a Ezequiel Galli.
Sacudir balas y obtener un efecto mediático de alto voltaje. Mientras el Palacio San Martín, sigue su curso, anhelando cubrirse de manchas y errores, o deslindando responsabilidades.
Pero no todo queda en la comarca. Las cosas trascienden y no sería extraño que allá, en los ámbitos altos y lejanos de Capital, se esté evaluando el futuro del Alcalde. El mismo ha esbozado, por su parte, la idea de irse y de ser Ministro de un posible Gobernador de “su palo”, léase Diego Santilli, en caso por supuesto, que este triunfe en la compulsa del año por venir.
No es casual este criterioso anticipo de los hechos. Rumores de fuentes confiables, ubican al doctor Galli en otra etapa, ya sin acceder a una nueva candidatura a mandar en esta ciudad. Su futuro, ligado al presente muy trabado, lo sacarìa de su función y acá se postularía el también abogado y ex Senador Provincial, Dalton Jaúregui, bien observado “arriba” y a quien le habrían encomendado, por ahora, “armar” la Séptima Sección Electoral.
¿Sonidos sólo inquietantes? ¿Cantos de sirena o anticipos muy cruciales? A veces la no presencia de sensibilidad social, de empatía, puede causar dolores de cabeza en una gestión que se presiente prolija.
Y el clamor de barrios y localidades, vuelve a la palestra, siempre. ¿Jaúregui miraría en tal dirección? Suposiciones en el contexto de nuevas denuncias y desprolijidades producto de no contar con ciertos funcionarios que bien funcionen en sus áreas.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-