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Opinión

Mónica Equis, del barrio Matadero

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Ella sabe bien, a sus cuarenta años, con marido y un hijo en edad escolar, que su lugar de origen no es para obtener un trofeo. Citar la pertenencia no recibe loas. Por el contrario, hasta ha habido veces en que algún desprevenido le ha preguntado, inocente e ingenuo: “¿Dònde queda eso?”

Ella es Mònica Equis para esta historia. Su apellido lo reservamos, pero es un simple detalle, nomàs. En rigor de verdad, esta protagonista pude ser cualquier mujer del barrio norteño llamado “Matadero”. 

Se recorta en dos grandes fronteras este hábitat singular: el puente de la Ruta Nacional 226 y el ex Matadero Municipal. Y se ubica también entre la Avenida Emiliozzi y el arroyo Tapalquè. Un amplio espacio de recuerdos y vivencias. Este es un barrio con abuelos, nietos e hijos sin disfrutar la bendición de las calles con asfalto.  Imposible de salir con facilidad de sus dominios, de su olor, de su idiosincracia. 

Mònica naciò por estos lares cuando el balido de las vacas, rompìa en sì con la monotonía. El Matadero era todo un símbolo ciudadano de trabajo y esfuerzo, de dar laburo. 

Las penurias por aquí, en esta franja caída del mapa, siempre estuvieron para cualquier ser que se instalase, que se atreviese. Claro, la oportunidad de adquirir un lotecito a bajo costo, seducía a parejas jóvenes y volaban hacia la noche de los tiempos. Medio parecido es aùn hoy. 

“No es para todos morar por esta tierra”, se la oye decir a Mònica a veces en cumpleaños familiares. No hay gas natural en este barrio. Tampoco el agua termina siendo muy confiable en todo el espectro barrial. No tienen transporte público que quiera ingresar por las polvorientas calles internas. Sinuosas y barrosas o resecas, depende la ocasión y sin señalizar jamàs. Sòlo los entendidos saben de memoria los nombres o los números de las irregulares arterias. 

Decìamos, por versión de Mònica Equis, que ninguna posibilidad posee este barrio de recibir una línea de colectivos. Apenitas la interurbana y, rogà que no haya paro o que no llueva; tal situación complica a los chicos en su viaje a la escuela o a la gente adulta al trabajo. 

La pena se extiende por la inviabilidad de que entren los remises, salvo excepciones, y ni que mencionar cuando hay mal tiempo. Ni solicitar una ambulancia. La única opción es aguardar estoicos sobre la Avenida de los campeones del TC. Luego de las 20 horas, “tierra de nadie”.  

Si pronunciar u oìr esta sarta de calamidades, produce escozor, baste imaginar lo que representa el padecer en el dìa a dìa y, pese a todo ello, dar la vida por el barrio. “No cambio al Matadero por nada del mundo”, exclama fuerte, con el orgullo de mantener un hogar y criar un descendiente. Y de ponerle garra al tormento. Es un orgullo sin soberbia, que ha masticado pan duro y visitado sin traumas pero con vergüenza, al comedor comunitario de una vecina. Hubo momentos difíciles en serio y, por què negarlo, escaseò el plato sobre la mesa. 

En el barrio en cuestión no hay reinas ni reyes. Todos se conocen y se extienden la diestra. El que tiene auto, servirá de apoyo al sin movilidad, màs de una vez. Y los hijos, al formar nuevo hogar “deciden quedarse por estos pagos matanceros”. 

Las diferencias de clases se darán en otra parte; acà no. Aunque se pueden divisar casaquintas construidas para alquilar, también emerge la Planta Depuradora. Un paisaje dual, complejo. 

La salud pública es un paso al drama. La Sala “la mayoría de las semanas, no cuenta con pediatra, la enfermera suele no venir y cierran a las 12 horas”, expone la vecina Mònica que comprende bien de què la va este dilema. 

El cierre de la fuente laboral por excelencia del lugar, traumò màs al sector. Todavìa en el presente hay personas que no han logrado reemplazar su tarea habitual. “Estaban en eso, el Matadero fue su vida”, lagrimea al rememorar Mònica. 

El edificio se cae a pedazos y es un peligro latente, entre la probable usurpación de alguien para mal para vivir allì y presencia de malandras. A propósito, “algunos ladronzuelos tenemos, sì. Roban chatarras u otros elementos que logran vender rápido. Son de este barrio, los conocemos. Roban para comer porque, por ahì no hicieron ninguna changa. No son de meterse en casas ni violentar a nadie” Un alma sufrida, no delata odio ni rencor.

Las penas se acumulan por doquier y hay que ahuyentarlas. Con solidaridad, con trabajo en la Junta Vecinal, con anhelos vigentes que iluminan. Por supuesto con màs luz que la nula que subsiste en el barrio. 

Un galpón viejo cedido en comodato por la Comuna, entusiasma y podría quizá convertirse en sede barrial. “La aspiración està, el optimismo no caduca”, resalta Mònica que no ha logrado ver en el horizonte grandes cambios en cuarenta años. Idèntica discriminación, con “políticos que te visitan para las elecciones y luego no vendrán màs”. Medio siglo casi de historia personal. Medio siglo casi igual alrededor. Y la pujanza de la voluntad haciendo levantar el ànimo cada mañana. En síntesis, mis amigos, pareciese que no es alto honor para conseguir fama o adulación, ser habitante del Matadero. Tal vez sea, empero una pasión inquebrantable, pese a los pese a…

Por Mario Delgado.

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho