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Opinión

Mentir no es bueno

Una oportunidad màs, una temporada màs, el universo de la fe cristiana, repartido entre católicos, evangélicos y ortodoxos por todo el planeta Tierra, celebra la unciòn que también experimenta el judío: la Semana Santa, con una significación repartida: para estos últimos, la salida antiquísima de Egipto, y para el resto de la visión, la llegada de Jesùs a la cruz y su posterior y triunfal resurreciòn, piedra basal del pensamiento crìstico, ya que sin esa resurreciòn evocada, no hay, no puede existir, cristianismo alguno. 

Es, pues, un marco de reflexión muy amplio. Donde se conjugan la creencia religiosa y un espíritu especial. Aunque las figuras de la modernidad, se cuelguen de la idea y traten de deformar la virtud del momento. 

La contemplación de tales cuadros teològicos, es siempre, empero, motivo de recogimiento, de introspección. Un combo de tristeza y alegría, una reafirmación nueva cada año, de la Tradiciòn y la esperanza. 

Espacio abierto para ir en pos de la autèntica Verdad, de oìr voces calmas y dignas de elogio. Con la sujeciòn constante de una armonía en medio de tormentas de todo tenor. Lo que màs se aguarda es la sincera palabra, la contención de los pastores de la cruz, en el caso, insisto, de la vertiente cristiana. 

Por tal motivo, debiese resultar extraño un apego raro a la mentira, expuesto nada menos que por quien se supone, maestro terrenal de la autenticidad, o sea el Jefe de la Iglesia Catòlica Apostòlica Romana, lèase el argentino Jorge Bergoglio, o, expresado en términos religiosos, el Papa Francisco I.

Digamos en principio, que la definición de mentira que aporta la propia grey es esta: “La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar”. Tal frase la explicó San Agustìn, de quien nadie, creo, duda. 

Ante tal circunstancia, es de presumir que Su Santidad, conoce los términos del dominio de la observación engañosa de ciertos hechos, pero para no quedar mal situado ante determinadas organizaciones y personas, persiste en recurrir orondo a la voraz lengua de la serpiente. El mentir no debiera ser parte de su alocución jamàs, aùn a costa de ganarse adversarios. 

Sin embargo, el ex Cardenal Primado, es un ser pragmático por excelencia, calculador de sus comentarios y perseguidor nato de aquel relato poco sujeto a la veracidad y a la comprobación pràctica. 

No le preocupa, en tal caso, exponerse con el báculo y la voz firme del presunto sucesor de San Pedro. Aquieta, tal vez, su conciencia y se va por el carril facilista del aplauso de la Plaza Pùblica. 

Lo cierto y claro del tema es, mis amigos, que en un reciente reportaje del periodista español Jordi Evole, el emulo de Cristo, deslizò otra ocasión màs, la sinuosidad de la falta de verdad. Hablando sobre los desaparecidos en la última Dictadura Cìvico militar en nuestro país, el líder del Vaticano subrayò: “En la Argentina fueron màs de 30.000 los desaparecidos”. 

Don Bergoglio es un hombre bien instruido, por ende no intuiremos erróneamente si presumimos que supo y sabe fehacientemente del concienzudo y vital informe de la CONADEP, la cual sentenciò con fibròn la cifra de desaparecidos: 7.954. Y, por otra parte, pero al mismo tiempo, el mensaje claro también del Registro del Terrorismo de Estado, el cual dijo que 662 personas, de esas 7.954 repetimos, desaparecieron en el tercer gobierno de Juan Peròn o el de “Isabel” de Peròn, que devino luego de la muerte del General. 

Nadie podrá, a esta altura, permanecer indemne frente a la falacia pronunciada por el representante de la Verdad en la Tierra. Es un caso màs que juzga de cuerpo entero la actitud bergogliana, acomodaticia a intereses terrenos y, obvio, a propios. 

El Almirante Emilio Massera, poseìa un proyecto político para suceder al revuelto mar de la época. Y el hoy Papa, era muy amigo de Massera. Otra perlita ocultada por los movimientos de la aspiradora de la parcialidad. Tanta era la amistad que Bergoglio lo nombrò en 1.981, Profesor Honoris Causa en la benemérita Universidad del Salvador a don Massera. Por supuesto, tamaña designación no se halla hoy en la historia escrita, si alguien se topase con la vida y obra de la alta casa de estudio. 

Nunca es loable mentir. Y menos que lo haga un referente de tanta magnitud. Una pena.

Por Mario Delgado.- 

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