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Opinión

Marioneta en el sillón

Jugadas peligrosas, sin tino, sin norte, tendientes solo quizá a agradar a la señora mentora, al cerebro real tras las sombras. O no tan al amparo de la oscuridad. 

La impresión es convincente, de acuerdo a lo desarrollado desde el inicio del Gobierno. Las presunciones màs desopilantes, se van confirmando: hay una marioneta en el sillòn de don Bernardino Rivadavia. 

Algo se podía sospechar, luego de un divorcio ocurrido una década atrás, màs o menos. El echado, volvìa después de despotricar en medio poco afines a la señora, sobre los desencantos de ser kirchnerista. O, simplemente cristinista. 

Si valìa la pena verlo y oírlo, en sus alocuciones dinamizadas y prometedoras de un porvenir sin ella en su vida. 

Sentenciò, avisò muchas oportunidades, en esos medios opositores al proyecto k, que preparaba un horizonte promisorio, sin vuelta atrás. Era un encantador de serpientes. 

Pero un dìa regresò al redil, o al corral, de la mano de su adversaria hostil. Que lo coronò en medio del caos imperante. Y lo catapultò a la fama: a presidir sin mandar y a gobernar sin autoridad. 

El servil aceptò, tal vez por la cuota mínima de poder, o por el presunto status social o por la intención de volar. Ni vuela ni sabe còmo sacarse de encima el peso fuerte de su creadora tan dominante. 

Un títere de opereta sin ton ni son. Con ínfulas, eso sì, de pseudo monarca de ocasión. Baste recordar las violaciones impuestas por este cachivache en la hora negra del Covid 19. Un acomodaticio genuflexo al estándar de su ama. 

Para no decir que no poseìa ni idea de còmo llevar adelante el país, se enojò con periodistas de esos medios a los que solìa acudir, cuando le llovieron preguntas punzantes. Y luego la excusa de la pandemia, mezclada con la herencia de Macri, lo fueron sosteniendo algo de pie, y algo enclenque. 

Quizo forzar un rancho aparte, pero sin éxito. No le daban los números de adeptos como para formar su corte. Y se quedó expectante y sumiso. 

Su jefa lo vapulea constantemente y èl sufre en silencio, tratando de arrastrarse un poquito màs, ordenando un aplauso para la monarca. Un personero del fracaso y la humillación pública. 

Payaso e inútil, aprueba el concierto de la emisiòn descontrolada. Sin soldados fieles a su servicio, sin ideas firmes, sin convicciones que permitan un cambio fructífero, sus días en el sillòn son efìmeros. 

Otra frustraciòn màs para el pueblo argentino. 

Por Mario Delgado.-   

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