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Opinión

Las manchas de la inseguridad

Las acciones de los sombríos personeros de la maldad, no poseen fin a la vista. Por el contrario, a criterio de la triste realidad del momento actual, parecieran multiplicarse los hechos delictivos que exponen la fragilidad del cuidado del Estado, frente a las negativas circunstancias que acechan. 

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Un pequeño gran ejemplo lo aporta un suceso acaecido en el barrio “Ejército de los Andes”, o “Fuerte Apache”, en Ciudadela. Allí, hace apenas días atrás, un Subinspector de la Policía Federal de la Provincia de Tucumán, Guiliano Edgardo Tierro, de 28 años de edad, de vacaciones en Buenos Aires, fue ultimado de al menos ocho disparos, en ocasión de robo, por tres elementos descarriados de la zona. 

El efectivo había llegado al lugar con su novia, una docente de 25 años, con la cual convivía desde 2018, en una moto Yamaha FZ para adquirir un teléfono celular en un domicilio, tal como había sido acordado por Facebbok, por la red Marketplace. 

La presunta dueña del aparato se demoraba en atender y la pareja decidió aguardar “cinco minutos más”, según contaría a la Policía que investigó, la joven mujer. 

Pero quiso la desgracia que se cruzaran en su senda tres sujetos de averías, quienes agredieron a la chica y se lanzaron a su vez, contra el servidor del orden que estaba vestido de civil pero armado. Tras un forcejeo y un intercambio de tiros, un chacal cae herido en su cara y el policía tucumano es acribillado.

La situación se fue aclarando y con el correr de las horas, los otros dos cómplices de esta tropelía, fueron aprehendidos. El otro, herido, se encuentra hospitalizado. Mas lo importante del caso es que un agente de la Ley, fue liquidado cobardemente por delincuentes que venían haciendo un  raid. 

El fallecido había egresado de la Escuela de Cadetes en 2018. Ese mismo año formó pareja con quien era su novia desde el 2016. Ella cuenta que “la historia familiar de Guiliano está cargada de tristezas y pérdidas, ya que quedó huérfano siendo muy pequeño. Y siempre tuvo percances que lo marcaron”. 

La familia paterna que le queda, culpa hoy a la piba de la muerte. La propia fuerza policial de la Ciudad Autónoma, no le ha dado ni el pésame. 

Un botón de muestra truculento que nos eriza la piel, sobre todo si se mira alrededor, o sea acá, en la ciudad en la que habitamos, los crecientes conatos de asaltos y robos, ponen en alerta, entre otras consecuencias, la continuidad de la atención nocturna de varias, por no expresar, de muchas agencias de remises, las cuales, con acertado criterio, no anhelan arriesgar la vida de choferes y la recaudación, poniendo de manifiesto con tal actitud, la sucesión de episodios que se vienen registrando, incluso con agresiones físicas a los trabajadores del volante. 

Tal temor está dejando a la comarca con una buena cantidad de autos fuera de servicio. Esto trae un perjuicio para pasajeros en determinados horarios y días. A propósito, es un sueño casi inviable conseguir algún remis a mano los fines de semana luego de las 20 horas. Y no hay que olvidar que el transporte urbano e interurbano, precisamente, sábados y domingos, culmina su recorrido bien tempranito. 

De modo que, a ojos de buen cubero, la oscura pantalla de la inseguridad toca muy de cerca también las calles de la ex Ciudad del Trabajo, hoy convertida en una parodia, sin vida nocturna, con poquitas  remiseras abiertas de noche y sin atisbos de cambio concreto a corto plazo.

Por Mario Delgado.-       

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho