Opinión
Barrio Hipólito Yrigoyen: votando voy
La esplèndida cantidad de personas que cumplió con la acción de votar y elegir, entre dos opciones, la novel conducción del tradicional barrio “Hipòlito Yrigoyen”, deja un número interesante de “tips”, de datos, de apostillas para desgranar luego del concurrido evento. Observaremos por ahora, apenitas un par de puntas del iceberg.
Quizà lo primero a subrayar con fibròn rojo, sea la innegable alegría de los sufragantes, quienes en ciertos momentos, llegaron a formar una cola de màs de cien metros sobre la vereda de la calle Estrada, lo cual certifica sin titubeos, la contundencia del hecho en sì.
Al poder conversar con los vecinos, todos los consultados refrendaron casi idéntica idea fuerza: la necesidad de lograr a la brevedad posible, una Sociedad de Fomento en crecimiento, con variada actividad y, por ende, avanzar también en peticiones y reclamos de índole vecinal, barrial, para optimizar la calidad de vida de los habitantes de la zona de influencia de la señera entidad.
La votación, por lo tanto, mis amigos, se perfilò en forma totalmente amena, con una mesa dispuesta en el salòn de la sede, con dos autoridades o fiscales de cada una de los aspirantes a comandar la institución.
Las risas, las bromas, los saludos no cesaron durante las tres horas de sufragio. Daba gusto realmente, palpitar ese ambiente, ese clima de expectativa y a su vez, sentida armonía.
Ambos líderes de lista conversaban con el referente de la actual conducción, el señor Daniel Ramìrez, que estuvo organizando la fila de votación y se notaba eufórico por la irrefutable afluencia vecinal.
O sea, en breves líneas, fue un comicio histórico, que pretendía darle un nuevo impulso al ítem fomenteril, abrirle la puerta al trabajo en conjunto, donde ningún exponente de las listas en pugna, demostraba drama alguno.
Un ejemplo indubitable para el ¿alicaído? mundo fomemtista de hoy. Una inyección de ànimo y esperanza, en medio del escepticismo y la desiluciòn de gran parte de la sociedad. Un grito de: “¡Se puede”, aclamado por 208 gargantas que se hicieron un tiempo para ir a votar un dìa de mitad de semana. No es un dato para minimizar lo ocurrido en tal dirección.
Despùes habrá que estudiar, si ustedes desean, las cuestiones leguleyas, estatutarias, de forma, de reglamento que no son tampoco un tòpico menor, sobre todo en tiempos de desprolijidades comunes y de reveladas groserìas.
La apertura de criterio para que pudiesen emitir su decisión los vecinos en general, fuesen socios o no, se aplicò, nos explicaron, dado el instante particular que padecemos, de conocimiento público, y a raíz de no haber percibido durante todo este triste proceso, las cuotas de socios correspondientes. “No era factible pretender recibir los pagos societarios cuando todo se paralizò y hubo familias enteras que tuvieron que ser asistidas desde lo alimentario”, nos refirió un dirigente al minuto de anunciar que se votarìa de tal manera, con la sola exhibición del Documento habilitante.
Esta es una instancia que viene generando polémicas diversas en el seno fomentista desde tiempo atrás. Para ciertos referentes sòlo se debería dejar votar a socios. Para otros, en cambio, y por distintos motivos incluso, consideran que abrir el juego es màs conveniente y convincente. Y, obvio, màs participativo y pluralista.
Lo cierto es que en este punto exacto, en un dìa no demasiado lejano, habrìa que tratar de arribar a un acuerdo, a un tèrmino de la disputa y fijar una resolución única, concerniente a cada barrio, a cada instituciòn y al conjunto de las entidades. O sea, sellar un hito común de votación: ò sòlo los socios o todo mundo.
Para no cansar, ni resultar engorroso, solamente tomaremos otro detalle a expresar por aquí: lo que acaeció una vez mencionarse los guarismos obtenidos. Ahì virò de golpe el sano humor, para tomar la senda de la tensión, a la sazòn de un par de almas enojadas y extrovertidas que, sin reparos ni diplomacias, dieron a entender su descontento con los triunfadores de la elección.
Escaramusas prolongadas aùn el dìa posterior al acto electivo. Con acusaciones y amenazas que deshonraban lo vivido en el amplio recinto. Una desubicación minoritaria que trajo nerviosismo y derivò en charlas y contactos bastante arduos para conquistar finalmente el objetivo central: caminar en compañerismo, unos y otros, sin vencedores ni vencidos, rumbo a un trabajo muy complejo que precisa la entidad y el populoso sector.
Era de esperar, no obstante, que primase la cordura. Quienes fueron a votar se lo merecían. Quienes hicieron grande a esta institución, se lo merecían también por supuesto. No era menester tirar por la borda tanto ahìnco y pasión manifestada.
Vendràn, empero, discusiones de seguro. Pero debiesen de tener un contexto distinto: han de surgir en aras de las tareas a cristalizar y al modo de hacerlas visibles. Y en unidad vecinal.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-