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Opinión

¿Escuela de Dirigentes?

Hace ya bastante tiempo que surgió en una amena charla con un señor fonetista, el hecho puntual de plantear la casi necesidad de crear en esta ciudad nuestra, una Escuela de Dirigentes. 

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El citado proyecto – sueño de tal fomentista, tendría lógicamente, que ser estudiado a fondo y ver de qué manera, implementar en la práctica una “carrera” tan pertinente. Evaluar lugar de funcionamiento, método de enseñanza y dinero requerido mes a mes para su mantenimiento pleno. 

La conversación en sí de ese momento, versaba sobre la carencia de multitud de referentes sociales, por un lado, y por otro carril, el asunto complejo de la preparación intelectual y de ciertos conocimientos básicos, que se presume debe tener una persona con intenciones de meterse de lleno en el campo dirigencial. 

Si bien es cierto que tal idea se plasmaba esencialmente para los diseños fomenteriles, no vendría mal tal vez, amplificar un tanto la apuesta y conseguir una Academia que englobase a otra actividad, por qué no.

El mecanismo a implementar tendría que poseer financiación municipal y adaptarse a los requerimientos modernos. O sea, una preparación breve y concisa que ayude al universo dirigencial de cualquier edad, a gestionar lo básico, de cara a las tecnologías y exigencias nuevas y a poner de manifiesto las enseñanzas comunes e inherentes a la conducción de una entidad. 

La conversación provechosa con el referente barrial y la observación de años de la noble actividad fomentísta, aplican para comentar, sin ánimo de ofender o ningunear, que ha habido ocasiones en las que a los componentes de una Comisión Directiva equis, les ha costado poder redactar un Acta de Reuniones o concebir un Balance de Entradas y Salidas. 

Tales detalles no son menores a la luz de la realidad que se da en la praxis. Y estos serían apenas algunos condimentos a tener en cuenta dentro de esa Escuela para futuros o actuales dirigentes. Sin descuidar tampoco otros importantes ingredientes que conllevan a un correcto y prolijo manejo de la institución a la que se pertenezca y comande. 

Otrora es verdad, las cuestiones protocolares quizá, no se establecían tanto, no se les asignaba un rol preponderante, hecho que ha ido marcando hitos de diálogos con el poder de turno o de cruciales enfrentamientos, en aras de obtener algún beneficio para la zona de influencia. 

Hoy, se profundiza también, digamos de paso y como apéndice, otra cuestión muy sentida: la ausencia de personas que anhelen entrar por la puerta de la dirigencia. O, por el contrario: una dicotomía poco citada pero verídica, pues: se trata de aquellos ciudadanos que desean de corazón participar y no los dejan, o no les posibilitan oportunidades en entidades cerradas y de corto alcance. 

Esto es tremendo, sinceramente: que haya vecinos que se quejen de ser desechados por referentes que pretenden permanecer lo más posible en sus lugares de mando. 

La temática no es simple, bajo ningún concepto, porque ante la escasez de recambios generacionales, se efectiviza esta gran denuncia. O sea, en algunas entidades no existe gente nueva con ganas de ponerse el overol, y en otras quien está presto a ensillar su caballo y salir al ruedo, es quitado de en medio. 

Por tales instancias surgen Comisiones nuevas por fuera de la entidad tradicional, núcleos de Autoconvocados por ejemplo, que hacen las veces de fomentistas avezados. Vecindad disidente o paralela. 

Para cerrar por ahora, es concebible una opinión que sostiene tajante que “un dirigente nace; no se hace”. Tal franja rechaza entonces, cualquier atisbo aunque más no sea teórico, de fundar una Escuela de Dirigentes en la ciudad. Claro que tal organismo colegiado no tendría como misión “crear” dirigentes, sino instruir a los que inician la tarea de comprometerse de pie a cabezas, para no  ser solamente colaboradores de una institución o causa, sino hacedores full time de la misma y asumiendo los costos de lo que ello lleva implícito.  

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho