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Opinión

El Pecado Original

Dicen los que saben de Teologìa que el Pecado Original de la raza humana, fue la explìcita desobediencia a Dios, cediendo a la tentación propuesta por el Diablo, de comer de un fruto prohibido por la deidad.
En el caso puntual de la nueva democracia argentina, concebida a partir de 1983, el gran eje conductor pecaminoso es la mentira.
La casa no està en orden y hemos tenido una sucesión de mandatarios que han utilizado la metodología del divague y la constante mentira. Incluso uno de ellos alcanzò a señalar en un reportaje que “si hubiera dicho la verdad de lo que iba a hacer en mi gobierno, ¿quièn me hubiera votado?”. La tònica es bien clara: trascender como sea, aunque la población reciba a diario mensajes sin ton ni son, sin basamento correcto.
Desde tiempos idos se apela incluso a inventar relatos, a componer estratagemas màs o menos acomodaticias, según la coyuntura, sin importar consecuencias.
La tergiversación de la realidad crea ciudadanos convencidos de la mentira que se enuncia adrede o indiferentes. De todos modos, aparece en escena frente a tanta distorciòn, un ingrediente silencioso y huidizo: el temor a la verdad, a la autenticidad de las cosas. ¿Serà tal vez propicio interpretar que no nos seduce, que no nos gusta la verdad? Pareciese un problema ella y muchos optan por atajos o sendas escabrosas, pero no enfrentarla cara a cara.
La reticencia ante lo inobjetable, deviene en tratar con insistencia de culpar a otros de yerros personales o de no hacernos cargo jamàs de las acciones ya ejecutadas.
Desde Alfonsìn para acà, los mandantes han ofrecido en bandeja la cabeza de su antecesor inmediato; el demonio fue el que estuvo antes, y nos dejó la huella de la pesada herencia. La excepción obligada, Cristina que sucedió a Nèstor.
Con todo este panorama, vamos perdiendo nociones fundamentales y valores potentes. Desde la soberanía a la moneda, de la familia a la propiedad privada. Todo se banaliza, se intenta cuestionar en aras de nòveles creencias que procuran destronar columnas vertebrales antiguas.
Se pierde de vista el vital sentido de la educación y se posiciona en su lugar, un efìmero sabor del triunfo. La desvinculación con la verdad se hace habitual.
¿Acaso alguien recuerda que hace pocos días, se cumplieron 21 años del suicidio del doctor Renè Favaloro? Y, en tal caso, mis amigos, ¿hubo un sentimiento verídico de responsabilidad, un mea culpa? Fue un deslizamiento hipócrita hacia presuntas làgrimas, y luego siguió todo igual.
Como observamos, son diversos los tòpicos a estudiar. Pero estimo que un tema controversial por excelencia en nuestro país, es el delicado asunto de los desaparecidos durante la última Dictadura CìvicoMilitar. Los informes confiables de 1984 – 1985 hablan de alrededor de 9.000 personas en tal triste condición. Y resulta muy interesante el aporte en la Causa 13 del montonero Luis Labraña, quien certifica en primera persona lo siguiente: “Nosotros combatimos por la patria socialista, los militares combatieron por la patria toda. Los 30.000 desaparecidos son un invento para lograr status de genocidio. No cobrè ni cobrarè nunca una indemnización porque son un robo al país”.
Directo. Se puede proferir que aùn con un solo desaparecido la atrocidad estuvo presente. Y es tal cual, porque no es prioritario el número, sino decir la verdad de cuàntos en realidad hubo. ¿Ven ustedes a 20.000 familias reclamando todavía?
No hay amor por la verdad. Se esboza un relato único y se lo aclama. Y andamos a tientas, sin norte ni razón. La verdad suele doler, mas cura heridas.
Por Mario Delgado.-

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