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Opinión

De la verdadera inseguridad

Tal vez y solo tal vez, algún dìa y espero no sea un momento perdido en el tiempo, la temática de la creciente inseguridad en una otrora ciudad tranquila como esta, sea puesta de verdad en la agenda cotidiana, en la enorme lista de urgencias de un manso pueblo.
De diagnósticos ya estamos hartos. Tambièn de la garantista defensa expuesta de menores y de delincuentes comunes, amparados cada rato en vericuetos leguleyos que les permiten salir del mal trance.
La batalla es desigual e incoherente. Las víctimas surgen a raudales, contando claro las reales peripecias, las que por cansancio o rabia, ni siquiera pierden tiempo en denunciar. “¿Para què voy a denunciar el robo de la baterìa de mi camión, comprado hace dos años? No tengo comprobante de la adquisición de la baterìa que ya venìa con el rodado”, me explica compungido un señor al que, le sustrajeron ese elemento vital de su herramienta de trabajo.
Ni hablar de los abigeos. Ni del divertimento expreso de algunos cacos que se dedican a abordar jóvenes y sacarles celulares, zapatillas y dinero. Todo en un compàs de anonimato, de impunidad y silencio generalizado.
“Para aceptarme la denuncia en la Comisarìa me solicitaron de mala gana por supuesto, los recibos de mi compu y tele. Ya no los tengo a esos papeles, asì que me fui con la cola entre el rabo”, grafica otro involuntario damnificado.
Los testimonios sobran si se quiere oìr. Ni mencionar los casos específicos donde los chorros viven cerca de las casas asaltadas y se ven las caras las partes a cada rato. Da para cualquier cosa, aunque hasta aquí ha primado la cordura de las víctimas. Por ahora, nomàs. Nadie garantiza el hasta cuàndo será asì.
Es hora por estos lares del narco menudeo. Esquinas y kioscos copados por tal obra delictiva. A las muy perdidas, atrapa la red algún pececito menor, algún imbécil de opereta. Yacen dormidas cientos de denuncias anónimas hechas al respecto, indicando lugares exactos donde se comercian drogas ilícitas. Pero naninga.
Como siempre y como en todo, bulle la hipocresía. De vez en cuando, un movimiento estertóreo para tranquilizar a la opinión pública local, mas luego todo continùa su curso “normal”.
Robos, hurtos y droga circulando como si todo fuese parte de un moderno decorado màs o menos habilitado a funcionar. Y la gente que se empieza a enojar y toma acciones propias, en desmedro de un Estado demasiado lento o burocrático.
Encima quitaron la policía que recorrìa las calles del centro y de ciertos barrios. La Provincia debiese ya restituir este servicio a la comunidad.
En fin, màs de lo mismo. Y pensar que existen desprevenidos que tratan de poner paños frìos al mover angustiado de los que trompean a los indeseables cuando los agarran con la mano en la maza.
Antes de proferir discursos en contra de los que actúan de por sì, debería el presunto protector Estado, laburar como corresponde y no amparar con leyes o hechos pràcticos, a la caterva de peligrosos individuos que vagan por esta comarca.
Todos nos conocemos. Por tal motivo, bien valdría por una ocasión, allende las elecciones incluso, tomar al toro por las astas y desarticular los tentáculos de los malos. Aunque usted y yo comprendemos que es inútil creer en magia de esta naturaleza. ¿Serà quizá por intereses creados o por otras causas?
Por Mario Delgado.-

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