Opinión
Si no tenés plata, mejor que no te pase nada malo
La desprotección que el Estado ofrece a los ciudadanos de buena voluntad, pero de medianos o escasos recursos económicos, es tremenda.

Resulta cruel, porque planta la bandera de la desatención e indiferencia ante casos que ocurren y cuyos involuntarios protagonistas, fundamentalmente, las víctimas, son personas pobres y/o sin contactos.
En todo el territorio nacional se ven a diario sucesos que confirman la tesis categórica: “Si no tenés plata, mejor que no te pase nada malo”. ¿Cuántos testimonios se comunican de gente que peregrina, humilde y ninguneada, por comisarìas, fiscalìas o tribunales intentando obtener una pizca al menos de atención por parte de los efectores del poder?
Olavarría mismo no escapa a hechos acaecidos con muertes incluidas, donde todavía se aguarda un mìsero atisbo de justicia. Pero las evidencias otorgan empero, una luz más de inconsistencia a los arpegios de la presunta igualdad ante la ley.
Tal idea romántica de equidad ante el poder, es hoy una rayana falacia. El que no se presenta con dinero o conexiones, suele sufrir màs de la cuenta y las respuestas no arriban enseguida, y, en oportunidades, nunca llegan.
¿Cuántas madres o hermanas o esposas peticionan por saber cómo va su causa y sólo reciben burlas o dilaciones inconcebibles? Y no me refiero a familiares de delincuentes confesos que bullen por el pasillo de la ley, armando lìos y escándalos; me refiero a almas inocentes que exigen una mano tendida y solamente encuentran piedras en la ya oscura senda que transitan.
Los gritos del pérfido y pútrido “garantismo” inundan salas y mentes y arrincona a aquellos efectores que desean un cumplimiento certero, cabal de las leyes vigentes. Más la corrupción va logrando ganar peldaños y subvierte los valores, dando por sentado entonces en la praxis, que los maleantes gozan de derechos y las víctimas son en realidad, responsables de que los malechores vivan descarreados y al margen de la sociedad que los discrimina.
De tal modo se subvierten los valores, que, seres sin respeto por nada, toman un protagonismo inusual. Y la balanza se inclina, oscilando tétrica, en favor del mal y no del bien.
Un gran porcentaje de la maltrecha sociedad nuestra, está agotada y cabizbaja. Pero otra gran porción, anhela un cambio en este sinsentido establecido desde hace años, donde los derechos humanos van en busca solamente de una pata de la mesa.
Como esta comarca no huye de tal disparidad, insisto, es que se organiza para el viernes 30 de julio, a las 11 horas, en el “Paseo Jesús Mendía”, una movida popular para solicitar una mirada justiciera sobre un caso puntual, el de Enzo Marconi, un joven ultimado de un disparo allà por el 9 de febrero de 2020, y por cuya resolución judicial brega la madre y la familia.
Aunque la propuesta es integrativa y pretende ubicar en el centro de la escena a todas las personas y familias locales que se sientan tocadas por la ineptitud o inequidad del poder de turno, sea policial o judicial, y quieran arrimarse a la movilización con la firme convicción de que no conviene callarse ni ceder ante los atropellos existentes, que dejan profundas huellas en los afectos de las víctimas.
La puerta se presume abierta para cada quien, sin distingos de ninguna clase. Las vicisitudes son palpables, imposible no verlas, no sensibilizar el espíritu ante tamañas cuitas. El asunto ahora es que la gente se mueva, adhiera, cuente en público su dolor y anhelo de Justicia con mayúsculas.
En una ciudad ultra conservadora como esta, nada debiese, empero, asombrar: o que asista una multitud o que sòlo se plieguen cuatro individuos. El maldito estigma de “algo habrán hecho”, todavía transita las arterias de la vida cotidiana nuestra.
Por Mario Delgado.-

