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Opinión

Sin grandilocuencias

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La nueva reunión municipal con la prensa, no tuvo grandilocuentes anuncios, pero sirvió, si se quiere leer entre líneas, para poner ciertos aspectos de relieve. 

El señor Secretario de Salud, el doctor Germàn Caputo, considerado por todos el paladín indiscutible de la lucha local contra el virus coronado, apuntò en sus considerandos a sembrar un mediano, un medido optimismo de cara al futuro, ya que avizora un mejoramiento de la situación general, sobre todo en varios países de Europa. 

El mensaje en cambio del señor Intendente, doctor Ezequiel Galli, no fue de abrir puertas, ni de plantar algarabías; fue màs bien un telegrama hacia la Provincia, ya que, pese a otorgar diversas modificaciones para bien en determinadas actividades, sentenciò su decisión firme de volver hacia atrás si la cotidianeidad de casos, lo sugiere. 

Y, al parecer, no contento con tal visión de cierre, de restricciones ya arcaicas, luego de quince meses de pandemia encuarentenada, optò por anunciar una probable “tercera ola” de Covid 19, que estaría llegando a la ciudad en julio o agosto. 

Todo un símbolo del pensamiento provincial de encierro para el pueblo. Una autèntica profecía contradictoria con el ànimo de cauto entusiasmo de don Caputo. 

No comprender que hubo allì una evidente diferencia de criterio a la hora de presentar las cuestiones, sería infantil. Negar esta distancia, también lo es. 

No obstante, en un año electivo y con las presunciones al pie de la letra,  ¿resulta raro lo sucedido? Germàn adoptò un rol màs político, màs conciliador con la gente ya harta de tantas idas y vueltas, de tanta ausencia de nuevas ideas. Y, mientras Ezequiel tira al aire, cual cohetes, posibles nuevos cierres y ve desastres en lugar de ir dìa a dìa, Caputo toma el inalámbrico y deja traslucir algo de mesurada tranquilidad, en medio de la incesante tormenta. 

Hermoso cuadro: el profesional que casi no duerme, que se desvive por el Hospital, que està en los testeos, que habla con los olavarrienses a diario, planta la bandera del cuidado, de la responsabilidad individual, pero en idéntico carril coloca a un porvenir un tanto mejorado, en un instante no tan distante. 

El otro, el líder carismàtico político, vuelve al miedo, a la inoculación estatal del temor a ultranza, prometiendo màs restricciones si hacen falta y una plaga peor en un par de meses. 

No puede ser casualidad o error de cálculos. Hay que meditar por què tal contradicción tan eminente. Un sentido de autoridad versus sentido común. 

Caputo, que asegura no gustar de la política, ni complacerse con una candidatura a concejal, por ejemplo, fue un político en su escenario. Galli, empero, se regodeò con el plato que sirven Provincia y Naciòn, el verso tétrico del: “Yo te cuido encerràndote otra vez”. 

Carente de propuestas alternativas, el Palacio San Martìn cayò siempre en un servilismo a Gobernaciòn. Ya en el colmo de la genuflexión, el Jefe Comunal había dicho el 3 de mayo, que no titubearìa en ir màs allà de La Plata y poner lìmites màs duros. Curioso, puesto que no supieron controlar bares y pubs allende el arroyo. 

El doctor Caputo se puso, consciente o no de ello, al servicio de lo que el alicaído pueblo anhela escuchar: que no estamos lejos de vivir un poquito mejor, ya vacunados y en aras de una nueva normalidad que se vendrà, tarde o temprano. Sin olvidar el presente y los cuidados inherentes. Sin minimizar las camas ocupadas y los fallecidos. Pero diciendo, por vez primera, algo sustancialmente opuesto a lo ya repetitivo. 

Apelaciòn intrínseca a seguir cuidándonos todos, a poner el hombro porque algo promisorio se alcanzarà. El señor Alcalde devolvió la atenciòn a lo pequeño, a lo mezquino; se aleja del rebaño y Caputo se inserta en èl. 

Sòlo para entendidos.

Por Mario Delgado.-    

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho