Opinión
Caretas
Las medidas restrictivas gubernamentales vienen a poner otra vez en debate las implicancias del miedo y el encierro. Una nación libre y soberana, se ve quebrantada en sus derechos civiles por la incompetencia de los líderes políticos y de la misma gente que asume una pésima nocturnidad y no respeta las elementales normas de sentido común.
Boliches atestados de almas y sin distanciamiento. Buena recaudaciòn económica de los bolicheros y a otra cosa. Total, después embroman al resto de la población que trata cada jornada de sostenerse en pie, en medio de este desastre.
Los contagios existen. Nunca discutì tal verdad. Siempre escribì y citè lo otro, lo anexo lo colateral: la inoculación del miedo y la inconstitucionalidad del encriptamiento continuo. Que, dicho sea de paso, demostrado quedó, no sirvió para sanear la salud ni para evitar muertes de argentinos.
Las mentiras de Casa Rosada se leen por doquier. Y la colaboración de los pretendidos expertos, no dio jamàs en el clavo. Y la economía se desplomò, con miles de negocios cerrados y personas endeudas y sin esperanza alguna.
19 millones de pobres, 4 millones de indigentes, el 60 % de los niños mal alimentado, una inflación mensual de 4 puntos y un Estado incapaz de abonar ni siquiera los intereses de sus deudas.
Acompaña este desquicio, una betería inaceptable de planes sociales sin contraprestación alguna. Casi 20 millones de conciudadanos, recibe una dàdiva de Balcarce 50, sin aportar un mínimo esfuerzo, sin sudor ni beneficio para el país.
Todo este andamiaje de locuras “populares”, se mantiene gracias a la constante emisión de pesos sin respaldo, sòlo generadores de inflación.
Pero es mejor inflar los cocos con prohibiciones. O sea, dejaron libre el camino en Semana Santa y luego llueven los testeos. Ùtiles operativos, aunque sin vacunas a la vista.
Y el carro engancha a gobernadores e intendentes, como el año pasado. No obstante, hoy le dan por obligación, un ápice màs de protagonismo a los citados funcionarios. Cuando la verdad es clara: presidencia no soporta nuevas cuarentenas porque el pueblo està harto. Y la economía se caería al pozo final.
Entonces, en lugar de solicitar un fortalecimiento de la oposición, los serviles se conectan al verso oficial. Y cierran sin criterio: templos, ferias, y otras actividades que no han contaminado la escena. Sì dejan sin molestar a la noche dìscola y bolicheros sin responsabilidad que dejan entrar gente sin barbijo y màs de la cantidad de almas que debieran. Y las fiestas en casas y quintas, como foco también de contaminación. Pero, bueno es subrayar de paso, que el Gobierno no posee al dìa de hoy, autoridad moral para pretender encerrar a la gente. Lo ocurrido el 17 de octubre del 2020, con la supuesta “Lealtad” a Pròn y Eva, el velatorio irresponsable de Maradona y el delirio de “los pañuelos verdes”, durante el tratamiento abortero en el Congreso, son muestras suficientes de la ausencia de criterio del oficialismo. El mismo que después, con ciertas nefastas complicidades provinciales y comunales, apuesta al asfixia del pueblo paciente por demás.
Olavarrìa no escapa ni se esconde del paraguas protector de la tremenda hipocresía circundante. En medio de una ola de contagios, producto esencialmente de la perversa acción de pocos incautos e imbéciles, empiezan con un operativo de cazar brujas inexistentes en sitios no complicados.
En vez de castigar a los auténticos responsables del lìo perverso y cruento, lèase “fiesteros” de bailes caseros o en quimtas; lèase dueños de pubs, restaurantes e improvisados boliches, que ni controlan la cantidad de parroquianos que ingresan a esos lugares céntricos y allende el Tapalquè, ni tampoco les preocupa la ausencia de tapabocas en sus clientes.
Pero no, mis amigos, la mano dura del Estado Comunal, se pretende posar sobre otros sectores: ferias al aire libre, casi remotas por cierto, porque son cada vez menos las que permiten; iglesias y eventos culturales.
Una forma cobarde de hacer creer que se actùa en consecuencia, en relación a los hechos. Vileza total de un Municipio inclinado ante Provincia. Coartan libertades a las personas que no molestan, que no tienen culpa alguna, en vez de torcer el brazo a los irascibles indómitos, verdaderamente culpables de los contagios y, por què no, de esta desazón presente tan terrible. Uno lo único que puede suponer desde el llano y la bronca y el sentido comùn, es que hay “señores” a los que no conviene molestar.
O sea, la vida nocturna se restringe apenitas, en aras de no dejar sin laburo a muchas personas de la gastronomía y de los boliches en general. No hay que confundir: no expongo el laburo en sì como eje del mal; sino los condimentos previamente dichos. Repito: màs gente adentro de los sitios de esparcimiento y sin barbijo.
De las denominadas “fiestas clandestinas”, podríamos referir miles de renglones. Se dieron cita durante la cuarenta estricta y siempre, desde marzo del año pasado, hasta aquí. Los castigos han sido superfluos, es evidente.
La Comuna no puede cubrir cada hogar: no lograrà jamàs desactivar cada festichola que se orqueste. Pero sì fácilmente puede refrescarle la memoria a los bolicheros céntricos sobre deberes mínimos de convivencia actual. Y NO LO HACE. Tengo decenas de testimonios de personas que, estando en restaurantes y pubs, ha visto pasar móviles de Control Urbano o policiales incluso, y nada, ni una sola advertencia.
La conclusión es locuaz, directa. Hay ciertas áreas que no se pueden tocar. Si no, es inviable tanta hipocresía. Y, por otra vereda marcha, claro, la insoportable mansedumbre de este pueblo conservador que administra muy bien su genuflexión y quietud.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-