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Opinión

El dasacople

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Se promueve hoy desde las alturas del poder político, un desacople inusitado entre la exportación y lo que consumimos. En el medio, los precios fuera de òrbita. O sea, se nos dice sin eufemismos que a mayor exportación de productos alimenticios, la carne por ejemplo, es peor para el ya alicaído bolsillo del vapuleado argentino.
No se expone, en cambio, sobre la voracidad del Estado en ver nuevas puertas de obtención de dinero. Se crean nòveles términos pero las disposiciones emanadas de Balcarce 50 continúan en idéntica senda: lo que anhela Casa Rosada resulta evidente a todas luces y es ampliar su recaudación a través del sudor del que produce cada jornada.
Inquisitivos y opresores impuestos por doquier, comandados desde las sombras chinescas por Doña Inflaciòn, degluten sin cesar el aparato productivo y el poder adquisitivo, sin que nadie cree una barrera de contención suficiente para tan acuciante cotidianeidad.
No da màs la economía hogareña. Un kilo de carne picada cuesta en góndola de cualquier carnicerìa $ 500. De ahì en adelante, a mencionar valores exorbitantes como si nada. Un acostumbramiento enfermizo de la sociedad a la constante suba de precios sofocante e injustificada de cada dìa.
La cúpula de gobierno se establece en el centro y hace girar todo a su alrededor. Desde tiempos remotos. Todo asistido por un gran mal invento: el conurbano. Entonces la cuestión puede llegar a tomar otro cariz si comprendemos un tanto la tesitura de quienes ostentan la administración nacional.
Juegan a confundir, a desviar la atención de la gente, en aras de cumplir empero objetivos propios bien marcados. Sin dilaciones, objetan y culpan a otros de sus yerros y propósitos pre determinados.
El ítem es simple y perverso a la vez. En 60 kilòmetros cuadrados de tierra, viven 16 millones de almas, sobre un total de 44 millones de seres vivos que cubren la patria. Hagan los cálculos, mis amigos.
Obviamente en busca del “verso fabril”, esas gentes fueron distanciadas de los focos de producción agrícolas y ganaderas del país. Tal es asì pues, que les cuesta horrores conocer y valorar al campo desde su òptica metropolitana. No poseen ideas claras ni claves en relaciòn a la ruralidad y, para colmo, su vertiente de educación es nula o escueta.
Sin comprensión de los hechos tal cual ocurren, y sin libros que oficien de luz y guía, las prevendas del Estado se sitùan orondas en un pedestal inquietante. Una autèntica làstima. Año tras año, gobierno tras gobierno, con fotocopiada actitud. Se utiliza a tan gran masa de personas y se los menosprecia desde el vamos.
Corren por sus arterias las sustancias y la inseguridad. Las limitaciones y las ausencias de expectativas promisorias para niños y jóvenes, generalmente sentenciados desde previo a nacer, a la pobreza y la delincuencia.
Desde allì y con falsas premisas, se propone un odio visceral al otro, normalmente al que en verdad trabaja por un mundo mejor. Destilerìas de odio, rencor y resentimiento. No se corrige al tronco al desviarse; se lo insta a torcerse aùn un poco màs. Y arribamos a este presente inflacionario y pesimista con instrucciones precisas para continuar en el fango. Apenitas luces paliativas, programas sin consistencia e imprevisibilidad.
Las culpas nunca asumidas y los enfrentamientos estèriles entre argentinos, se dan en un marco tambièn para el análisis. Y, ¿cuàl es ese telòn de fondo tan peculiar? El pésimo desempeño de la dirigencia rural que, salvaguardando honorables excepciones, ha sido y es todavía, paupérrimo. Deleznable incluso en parte.
Como si no supiesen con que actores juegan, se tragan discursos y maniobras oficiales imposibles de ser aceptadas ni un segundo. Este desconcierto ha conformado un cuello de botella muy dramático, un laberinto intransitable con ciclos reiterados y cada instante màs perjudiciales para la salud del sector productivo.
Como vemos, nada es tal cual lo ponen en vidriera. El Estado solamente opta por construir vertientes de recaudación y en tal proyecto, lo que menos interesa es el bienestar del pueblo. Del ciudadano común, del productor, del independiente que no se arrodilla ante los planes del Estado.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho