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Opinión

¿Vamos para el campo?

Tal vez exista un encono desde tiempos lejanos. Quizà sea el campo, asì en general, una arista siempre a mano, a utilizar para poner nerviosos a los ciudadanos de las plantas urbanas. Porque se ha buscado y aùn se añora, enfrentar las dos vertientes sociales. Dicen los pretendidos beneficiadores de los màs vulnerables, que el campo es un gran demonio.
Las riquezas y la producción campesina es mal vista por los gobiernos populistas y sesgados en su observación de los hechos. Ademàs, cualquiera intuye con excelso tino que no es lo mismo una inmensa extensión de chacras, que poseer y trabajar, por ejemplo, 200 hectàreas. Por otra parte, lèase como se lea este enfrentamiento, el señor Estado recauda sin chistar.
Desde la “oligarquía vacuna”, hasta la recordada “125”. Y la enemistad continùa sin pausa ni tregua. Sin visos de entendimiento. Aunque, màs allà de diferencias insalvables o declaraciones puntillosas, la mano del poder se mete en los bolsillos de los productores sin peticionar ningún permiso especial.
Yendo a las cifras fehacientes, convengamos que el Estado Nacional se queda con el 76 % de lo producido en los campos de nuestra patria agrícola y ganadera.
Sin embargo, los que mandan berrean y demonizan al campo. Asì, en bruto. Justamente, en concordancia con esto, se ha ridiculizado desde las altas fuentes del Gobierno, el último paro rural.
No habrìa que olvidar, sin perder de vista opiniones políticas muy vàlidas, por cierto, que son infinidad de localidades en diversas provincias, las que viven de cara al laburo agrario o ganadero. Pero, hete aquí que en lugar de ofrecer aplausos por la producción o la renta que obtengan los hacedores, el estallido de cristales va por otro rincón: la plana mayor del poder político, se enoja y denosta màs aùn al campo.
No debiese ocurrir un drama trágico cuando las cosas van viento en popa para el ámbito rural. Empero acà, en este espacio del sur americano, según quien gobierne, las lluvias de crìticas se palpan a diario.
Tanto es la disyuntiva y el odio, que una señora Diputada, Fernanda Vallejos, que dicho sea de paso, se encuentra imputada por tener tres cargos y cobrar tres salarios del mismo Estado, hablò hace muy poco de “la maldición de exportar”. Pobre declaración que conlleva resentimiento, desprecio y desconocimiento de las actividades camperas.
A esta altura, podemos preguntar si en rigor de ser sinceros, se ansìa doblegar la pobreza o simplemente, lo que se desea es nivelar al revés, hacia abajo.
Ante la presencia de falsa moral y sendos acomodos en la òrbita del manejo político argentino, recién con paciencia, es factible interpretar la tesitura oficial. Que perdura y corroe.
Hablemos ahora de números concretos, de estadísticas fiables. Un señor productor de soja en los Estados Unidos cobra 507 dòlares por cada tonelada. En Brasil, 500 dòlares recibe; en Uruguay, idéntica cantidad; en Paraguay, 480 y en la Argentina, le abonan 175 dòlares, o sea $ 29.000. El Gobierno actual se queda con 331 dòlares por tonelada facturada. Claro, sin poner ni plata, ni esfuerzo, ni tiempo.
Argentina ofrece, entre otros valores, producción de asado, de yerba mate, de papas, de vinos, y genera miles de empleos desde la vertiente ruralista. La tabla comparativa nos cuenta lo siguiente: 1 de cada 6 puesto laboral; 1 de cada 10 $ de Renta Tributaria; 1 de cada 10 $ del PBI y 7 de cada 10 dòlares de exportación, salen, llegan, del campo. De ese campo tan atacado e incomprendido. No obstante la falta de amistad, el Gobierno toma para su Tesoro, como exponíamos renglones màs arriba, el 76 % de la producción total.
Como expresara un analista agropecuario, “para pontificar hay que estar en el fragor de la tarea”. Una autèntica definición que colisiona de frente contra los enemigos de la mayor fuente de producción de este país.
Por Mario Delgado.-

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