Opinión
Otra vez la opresión

Pobre de aquel pueblo, de aquella nación cuya autoridad sea temida por la gente. Porque el indicador teórico señala que el gobernante debiese temer y respetar a su población, la cual en definitiva, le ha otorgado en un porcentaje importante, la obtención del cargo de servicio a la sociedad.
La mutaciòn de tales instancias es hoy terrible. Las variables indican otra acción totalmente distinta y diametralmente opuesta. Por estas tristes horas, tenemos en la Argentina, al menos, un desfasaje impresionante entre lo que debiera ser y lo que finalmente es.
Los infectòlogos, nunca votados, los medios comprados y los genuflexos de cotillón, empezaron ni bien terminar Navidad, con un discurso impactante de suba imparable de contagios y batieron las palmas con la idea fuerza que los caracteriza: ir en busca de nuevas restricciones, olvidando los desastres producidos desde marzo 2020 con la inmunda cuarentena y sus descalabros obtenidos en materia de salud y economía. Y decimos bien problemas de salud ante la referencia certera de patologías no atendidas por culpa del ostracismo ordenado desde Casa Rosada.
45 mil muertos casi por Covid 19 en un encriptamiento de ocho largos e irrepetibles meses, demuestra la incapacidad y las mentiras dichas a diario por médicos y serviles del poder global, màs que del poder local.
Y van, entonces, otra vez por la opresión, culpando a los ciudadanos de haber salido de compras navideñas, de reunirse en familia o de saltar y bailar en plazas pùblicas de todo el territorio argentino.
Y las fiestas clandestinas, un engendro mutante deglutidor de jóvenes desaprensivos y rebeldes que sòlo quieren divertirse ellos y lo demás les… despreocupa.
Que raro, ¿no?: acusar a la juventud de ser la punta de lanza del mal. Y rápido de reflejos el Viceministro de Salud provincial, Nicolàs Kreplak, cual paladín de la Gestapo y las SS, ya habla con pretendida vehemencia de: “Tomar decisiones màs fuertes y severas”. ¿Pero quièn sos, hermano? Un ignoto funcionario con alma de dictador, inoculando cada vez que le dan aire, la ideología del encierro y la sumisión. Un cachivache que en una nación coherente, no durarìa en su puesto por el clamor de un pueblo democrático. Acà, da lecciones de comportamiento humano reverente.
Encima, como en el criticado nazismo, nos dividen una ocasión màs: esenciales por un lado; no esenciales por otro. Y la mansedumbre pueblerina, intacta.
La contradictoria y espuria OMS dicta las normas y los mandantes como Alberto Fernàndez y Compañìa las asimilan y hacen cumplir, en aras de un proyecto global. Y, hete aquí que en medio de una crisis sin precedentes, sin horizontes firmes y venturosos, se les ocurre restringir la noche. Dejando en banda a millares de laburantes hoteleros y gastronómicos. Abriendo la grieta, inyectando màs veneno.
Sàdicos e inútiles. Aprueban el aborto pero dejan de a pie al trabajador. Restringen la circulación en nombre de la salud que no supieron cuidar pese al maldito encierro.
El drama del Conurbano no sabían ni còmo controlarlo y pretenden ordenarle la vida al argentino medio. La ciudadanía no puede ser cómplice de los atropellos nòveles de esta caterva. La desobediencia civil debe cundir. Frente a la vida, la libertad y el trabajo, no dejarse arrastrar al calabozo domicilario. Decir ¡Basta! ¿O acaso nos gusta que nos rigoreen unos payasos?
Por Mario Delgado.-

