Opinión
De reinventarnos

Entonces, algunos dicen, por estas horas de fin de ciclo, que existen “troles” con perfiles truchos y propaganda pro Municipio. Y llegaron a su vez los reclamos por las necesidades en las localidades. Y se visibilizan diversas inquietudes populares, luego de un período sumamente agitado y desprovisto de dinero, desde las arcas comunales.
Hubo carpas con pedidos genuinos y de los otros. Protestas incluso prolongadas en el tiempo que, de golpe, se aquietaron con respuestas dadas. Hubimos de conocer este año que nos deja, una parálisis comercial e industrial sin precedentes y compleja.
Las libertades primordiales fueron atadas y se amordazaron derechos constitucionales, bajo la premisa de salvar la salud frente al mal. Supimos conocer de tal manera, mis amigos, las vicisitudes de la esclavitud, y se aguijoneaba en los oìdos que era màs propicio quedarse en casa que salir. Claro que nadie explicaba còmo hacer para sobrellevar la crisis sin el dinero diario que ingresaba antes al hogar.
Cualquier gesto raro podía ser tomado como una demostración de contagio, de infección recién adquirida y la distancia obligatoria con el otro, se marcò, se respetò màs por el temor inoculado que por la profilaxis de protección en sì.
Llovieron los planes sociales para contrarrestar la malaria que ya se veìa venir. Y los medios daban diaria cuenta de muertos y contagiados sin pausa. La màquina de encriptar mentes y cuerpos operò a sus anchas, ofreciendo nòveles niveles de pánico y distracción. Ùnico fin, por demás interpretado, mantener a los argentinos miedosos sin atreverse a gritar sus cuitas y verdades, màs allà y màs acà del Covid 19.
Se cerraron puertas laborales sin extender una diestra de ayuda. Miles de almas se notaron desprovistas de su sustento y sin aliento para continuar. Mientras, como una burla, instaban al encriptado a pagar tasas e impuestos.
Sin Justicia ni Legislatura actuando, sin provincias y municipios que pudiesen objetar algo, el unicato dominante centrò su fuerza en Buenos Aires. Y desde allì, una caterva de supuestos expertos científicos, nunca votados por nadie, dominaron la escena hasta la ridiculez. Cuando ya no resultaron oportunos, los profesionales salieron de la escena pública, aunque no de la privada del Gobierno Central.
Un tiempo duro de ambivalencias y fechas que iban mutando. Y cuarentenas sucesivas e inèditas en el mundo. Con un agravante increíble: se cerraron enseguida todos los establecimientos educativos.
La prioridad real fue bien definitiva: que ningún hombre o mujer de buena voluntad, actùe ni piense. “Obediencia o Muerte” se convirtió en el maldito lema a cumplir sin objeciones.
No obstante todos los intentos, los muertos han trepado a una cifra alta. Y las vidas humanas desprenden olores peculiares. El arrastre del miedo inyectado ha trastornado a cientos de individuos. Traumas y enfermedades desatendidas, se sitùan por doquier.
Empero, una de las pocas cosas tal vez positivas de tamaña telaraña inducida, ha sido la capacidad de muchos de reinventarse en lo laboral, obligados desde luego por las circunstancias adversas. La capacidad de supervivencia superò lejos a la inacción y al desasosiego inicial. Poco, insisto, para aplaudir.
El gran resto ha sido desolación e inutilidad. Una grieta abierta y un canal de separación muy fuerte entre argentinos. Claro que, en medio del redil tan fácilmente conducido, hubo por suerte un mínimo número de personas, las cuales no se rindieron jamàs ante el alarido del titiritero y concibieron la idea de que la libertad no se negocia.
Por Mario Delgado.-

