Opinión
¿Qué no entiende Francisco?
La postura adoptada desde el inicio de su papado por Jorge Bergoglio, o sea Francisco I, allà por 2013, fue tajante y se ha ido notando cada vez con mayor asiduidad. Es un comportamiento lindero al marxismo.
Quizà fuese imprudente juzgar directamente de discípulo de don Carlos Marx al Jefe de la grey católica, sin embargo su barco va para esas orillas. Anhela tales puertos.
Su misión pastoril se barniza constantemente de mensajes directos en favor de reubicar valores, de desestimar conceptos ya prefijados e ir en procura de los planes “tercermundistas” de otrora, con un enfrentamiento por el momento sòlo discursivo, entre ricos y pobres, entre economía de mercado y derechos que le asisten a los humanos en general.
Decir que el líder religioso se interesa o entromete en cuestiones políticas partidarias, es observar algo redundante. Poco queda de la frase cèlebre de Jesùs: “Dad al Cèsar lo que es del Cèsar y a Dios, lo que es de Dios”. Sobrados ejemplos cunden de papados vestidos de injerencia política. Èste no es la excepción, para nada.
La unión, el ensamble entre opiniones u acciones políticas y religión, supera lo imaginable. Aùn por cierto, e insistimos, con este purpurado argentino que despertó admiraciones varias al asumir.
En sintonía con el tramo previo, confirmemos pues su apego con sectores del paño rojo. Y en esta pandemia de azote mundial, el sucesor de Pedro, ha culpado sin argumentos fiables, a la economía de mercado de originar el virus coronado. Todos sabemos empero que la cuna de Covid 19 fue Wuham, en la China comunista. Y, por ende, conocemos a través de los medios, como la enfermedad arrastrò sin miramientos a pudientes y menesterosos, sin esquivar a unos o a otros.
En sintonía, es sorprendente el silencio, la complacencia de una franja del catolicismo con la situación de la cuarentena argentina. Actùan con demasiada serenidad, se podría acreditar. Es que el mandato central, desde Roma, va en tal dirección: no entorpecer, no dañar la imagen ni los designios del gobierno central.
Y en ese abrazo se puede divisar a personeros ultras del entorno de Casa Rosada. Ejemplares como Juan Grabois cobran un protagonismo inèdito e impredecible. Recibiendo incluso òrdenes o consejos directos desde la presunta Santa Sede.
La aprobación casi explìcita a la toma de tierras es un bochorno para miles de fieles católicos hoy. Carteles con la cara del Papa se exhiben en los terrenos usurpados en el conurbano bonaerense como si nada. Y ningún prelado consciente de tal dislate, lo corrige. No puede hacerlo nadie, en verdad, porque el tema es de tratamiento urgente y validado desde la cúpula misma.
En su extremo delirio marxista, Francisco dijo hace apenas horas: “El derecho natural a la propiedad, es un derecho humano secundario”. ¿Dudas? Un baldazo de agua bien gélida para quienes todavía no asimilaban los proyectos papales de construir una única iglesia universal y ponerse èl al frente de esa feligresìa.
Esto no es nuevo tampoco. Los sueños protagónicos de Bergoglio, exceden la humildad que suele pregonar y solicitar a sus adeptos. O a los adeptos de Cristo en definitiva.
Culpar a los ricos de los males de los pobres es un ejercicio de índole zurda. No encuadra a veces con los parámetros de la cotidianeidad universal. Claro que es un cuadro sinòptico que seduce a quienes profesan esa ideología internacionalista. Y el argentino devenido a Papa, brilla cómodo en ese juego de palabras y sombras chinescas brotando de la nada.
Otro síntoma màs de la enfermedad de poder que aflige a don Jorge. Quien no lo advierte todavía como un promotor del desastre para conquistar puntos, no debiese dejar pasar màs tiempo.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-