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Opinión

Optar por el diálogo

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Son tiempos difíciles, de nervios, de dudas, de mensajes cortoplacistas apenas. Cualquier proyección està fuertemente unida a lo que suceda en la lucha contra el virus chino. Si tal combate se prolonga, la vuelta a una normalidad añorada, se hará màs extensa y crisparà aùn màs los ànimos.
Hemos de agregar que existe a su vez, una división elocuente entre posturas frente al tratamiento de la pandemia en este país. Surgiò de tal forma, casi desde la misma génesis de la cuarentena, una línea de divorcio entre unos y otros. En el medio, pocos reconocen la hermandad y la vigencia del sentido común. Y del diálogo, como puerta que debiese permanecer abierta, màs allà de las respetables diferencias. Despuès de todo, somos hermanos.
El contraste es también, subrayemos, aprovechado y fogoneado por intereses políticos partidarios. Y no es una salida propicia ni una táctica superadora. Pero sì hiper utilizada, desde la formación casi de la patria. Recorrer la historia de nuestro suelo sureño nos brindarà variados ejemplos para reactivar esta brecha o grieta que solamente culmina trayendo odio, resentimiento y mayores pesares irresolutos.
Ante la imposibilidad concreta de dominar el timòn del barco y llevarlo a buen puerto, se ha apelado y se hace idénticamente hoy: se coloca una muralla y se obliga al pueblo a enrolarse en una u otra vertiente. Por supuesto esta actitud de rencilla y obstinación, descarta y desoye cualquier iniciativa conciliadora o de conversaciones serias entre adversarios o con sectores sociales.
No generar posibles interlocutores y desmoronar a los que no piensan igual. El lunes se notò este procedimiento en la voz del señor Jefe de Gabinete de Ministros Santiago Cafiero, el cual tildò a los manifestantes de la movida como auténticos “seres invisibles o inexistentes”, ya que explicó que para su gobierno “quienes fueron a la convocatoria no son el pueblo, ni son la gente”. Extraordinaria definición conceptual que abarca un nuevo rubro de personas que se mueven pero que no son contempladas. Algo asì como decir que son puntos en una cartilla inmensa, nada màs.
Es una posición estricta, una decisión de mantener las tropas en orden y no renegar de lo actuado. Que los opositores pierdan entidad. Y luego achacar esa puesta de relieve de la vereda de enfrente como una idea y ejecución del PRO con sus actores, algunos devaluados y otros en ascenso directo.
Es manchar la cancha y descomponer el sentido de las cosas. Porque las almas salieron a la calle en paz y con banderas de la nación. Pudo haber líderes políticos, no hemos de ser tan ingenuos de negar tal criterio; mas la congregación se instalò en cada rincón con mandatos propios y autoconvocados. El Himno, consignas de Justicia y Libertad y un mensaje de pedido de auxilio a Casa Rosada: que escuche a los hombres y mujeres de buena voluntad.
¿Por què no suponer o creer incluso, que entre los adherentes hubo personas que confiaron en el doctor Presidente, y ahora no lo acompañan por còmo dirige la barca en esta crisis sin precedentes, y superior a la desastrosa carroza de los inicios de los años 2000?
Las crìticas no agradan a nadie, es evidente tal razonamiento. Sea un obrero, un periodista o un estadista. Sin embargo, son un ariete al cual hay que atender. No es tarea sencilla reconocer yerros, retroceder y reiniciar la trabajosa empresa de gobernar un país. Y menos en circunstancias tan poco dòciles.
El ex Presidente ingeniero Mauricio Macri se sincerò en una entrevista y se auto reprochò varios errores de su gestión. No ponerse al frente de determinadas acciones y no llegar al núcleo de los sectores màs postergados, fueron algunos de los tòpicos que abordò el referente de Cambiemos.
Claro que “tarde piaste”, porque su mandato ya concluyò. Empero puede servir quizá como un pequeñito grano de arena para animar a otros colegas del mundo de la política a salir al paso con visiones de autocrìtica, tan ausentes en rigor de verdad.
No quedan espacios para mayores ensayos. La población reclama diálogo político y concilio de ideas claves para sanear dolores y buscar rumbos a futuro, para la producción, para las pymes, para los comercios, para la juventud, para todos, independientemente de ideologías o pertenencias.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho