Opinión
Mirar y ver
Tal vez se trate sòlo de eso: de entregarnos a la tarea de mirar y ver lo que acontece a nuestro alrededor y sacar conclusiones màs o menos objetivas. Pero cruciales, veraces, palpables. Màs allà de las interpretaciones que se nos pretendan ofrecer en bandeja.
La primordial idea desapasionada que hemos de entender es que la nación no crece en su motor económico desde por lo menos, una década atrás. Y los servicios que presta el Estado no cumplen todavía con las expectativas.
Todo este combo de penurias para el pueblo, para el sujeto común, se dan en un marco duradero y arraigado de impunidad. Tanto es asì, mis amigos, que flota en el aire de la patria, una especie de “sensación de impunidad permanente”. Y se advierte en cualquier ámbito de la vida cotidiana, desde lo màs elemental y hasta pueril, hasta por supuesto, lo màs empinado.
Es un sistema caduco, obsoleto, pero expresamente aceitado para funcionar cual joyita mecànica. Contenido por varios pilares. Y con la indiferencia o desaprensión de los ciudadanos que son la red mayoritaria: los estoicos contribuyentes, que son los que pagan los sueldos de toda la función, incluyendo actores óptimos e ineptos. Unos contados personajes, detentan el mando por sobre la mansedumbre humana.
Las mentes y los cuerpos de la multitud, se van adaptando porque muchos creen que vivir en democracia, refiere al acto de ir a sufragar cada veinticuatro meses. Bien temprano, mejor, y luego a pescar.
Entonces después, cualquier colectivo les deja bien. Y nada es casual en este circo bien sostenido, con la carpa cobijadora de almas en pena.
La rueda gira veloz y te regala dos aparentes opciones, dos puertas de entrada al redil. Por un lado, por ejemplo, los programas o noticieros de TN tirando misiles cada minuto contra doña Cristina o don Alberto. Y en el otro rincón del ring, los amigos de C5N, bombardeando al ingeniero Macri y sus aliados.
Idèntica forma de actuar en radios, diarios y portales. Entonces perdemos la nociòn de ver, oìr y leer algo coherente, cierto, independiente incluso. Si te agrada el Gobierno, ya sabès que leer, escuchar o ver. Y si no comulgas con Balcarce 50, tendrán otras vìas para saciar tu sed…pero siempre con la propuesta subjetiva adelante.
Las voces debiesen ser oìdas todas, sin restricciones. Y, en todo caso, el medio o algún periodista, emitir una opinión. Mas nunca descuidando la premisa de reunir a todas las vertientes. Ese sueño romántico, poco se observa hoy. Y asì vamos por los senderos de la mediocridad.
A tal altura, el punto ha divisar estarà también en la carencia real de una oposiciòn constructiva fuerte. Es un drama que se replica y reincide en el tiempo. Y cuando asoma una tercera pata, muy corta duración generalmente tiene. Entre el proceso eterno de la reinvención o renovación del peronismo, y los estándares del radicalismo, el equilibrio que trata de mantener el PRO, algún atisbo novedoso de la centro derecha, los empeños de la izquierda y un tren con un vagòn de partidos unidos y bamboleando según la ocasión.
Hacen los de arriba como que se pelean y acondicionan sus ambientes con mayor categoría. Y el pobre continùa pobre y el mar embravecido como si tal fuese. Sin oposición – baluarte al alcance del electorado, la pelota vira circunstancialmente de poseedor. Nada màs que eso. Un cìrculo concéntrico de poder y ambiciones consumadas por pocos.
La posibilidad de mutar hacia la luz, està en manos de la gente. Los movimientos de desencanto y descontento emergen tìmidos, pero se animan a cruzar la mìtica barrera. Los peligros cunden para los osados, es verdad. A veces, quizá, alguien sugiera mejor pernoctar bajo el ala protectora del “siempre lo mismo”. Romper las alambradas puede costar soledad e incomprensión del rebaño servil y apopléjico. Aunque en cierto instante, el hartazgo pueda irrumpir de golpe.
Meternos en el cerebro que depende de nosotros el futuro, es una leyenda muy sentida y sutil. Impracticable aùn.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-