Opinión
Actitud de pantano

Siete meses y siete días de cuarentena y permanecemos en una notable actitud de pantano, sin avanzar y dando vueltas desesperadas sobre lo mismo.
Retrotraernos momentáneamente hasta el lunes 1º de noviembre a Fase 3, cuando se supone que el cambio de estadios se concreta por catorce días, demuestra varias aristas aùn no pulidas por gobernantes y por la propia sociedad.
Debiera uno preguntarse si en rigor de verdad, la gran mayoría de la población local anhela o no superar este tremendo escollo impuesto por la pandemia y por la concreción de semejante cuarentena sin final aparente.
Los comentarios frente al anuncio del señor Intendente y el señor Secretario de Salud (ver nota aparte en este portal), son en ciertos casos, màs preocupantes de lo esperado a tal altura de la circunstancia. Quizà el miedo inoculado desde el primer instante de Aislamiento, tenga mucho que ver y continúe surtiendo efecto, sobre todo claro, entre quienes cuentan con un sueldo fijo y no precisan tal vez, salir de sus refugios a lograr el pan cotidiano. Si no es tan asì, ¿còmo se puede justificar los llamados insistentes a retroceder de Fase, como si eso fuese un triunfo sobre el virus coronado?
No ha existido una política de choque coherente desde el vamos. Es muy probable que por una cuestión elemental: nadie sabìa bien què corno hacer o no, con el enemigo invisible y jamàs hubo precedentes en esta generación, por lo tanto, seamos benévolos y perdonemos errores y contradicciones expuestas desde el 20 del tercer mes hasta hoy.
Pero no se planta la bandera populosa del: “No va màs”. La liviandad del pueblo es angustiante, pues. Miles de almas viven en tinieblas, sin trabajo, sin poder abonar los servicios en tiempo y forma, miles de niños traumados por el constante encierro, y sin embargo, hay voluntades que, da la impresión, se acomodan al mandato de no existir en libertad. Opacas vidas acordes con la imposición de quedarse adentro sin reaccionar.
Basta con abrir los ojos con objetividad para contemplar el autèntico tendal que va quedando. Y todavía insisten en mirar atrás. “Cerrà todo, Galli”, gritan incluso algunos asustados. Increìble. Mientras otras ciudades buscan còmo atraer al turismo, còmo salir del pozo, por estos lares, sòlo ideamos retrocesos.
Ni una sola idea de proyección. Ni un sesudo que inserte un cable para optimizar las cosas. De última, nos revolcamos una semanita màs en el lodo. Y la espada danzante de volver al principio si es menester.
Linda contradicción con la teoría del cuidado personal y de la responsabilidad cívica. Estamos en un estilo “colimba obligatoria”, ¿se acuerdan? Si uno se mandaba una macana, todos a “bailar”. Cero equidad y visión de futuro.
¿No le parece al gran pueblo cementero que ya es tiempo de huir del barro, no de seguir cediendo al vòmito del pantano?
Se cierran actividades que no acarrean culpas. Por sì las moscas. Porque se depende de La Plata y por falta de entereza ante la situación concreta: hay que despegar y que cada quien sea responsable de sì mismo. En todo caso caer con buen peso sobre díscolos y vivillos que prefieren reunirse sin meditar en contagios o daños colaterales.
A propósito de daños colaterales, da làstima advertir el espíritu tan servil, tan entregado de aquellos que asienten con la cabeza por este espacio de tiempo perdido. Una gran pena y una división que se ha establecido entre vecinos, otra màs. Los que ansìan la libertad y el llevar adelante sus actividades en paz y sin sobresaltos, con los protocolos consabidos y los otros, los temerosos, obsecuentes del encierro, que todavía no comprendieron que si vas a contraer el Covid 19, te podès contagìar en cualquier parte y de la manera menos pensada.
Por Mario Delgado.-

