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Opinión

Verdad versus sarasa

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Quizà ya lo hayamos dicho es estas columnas. Es altamente probable. Aùn asì, resulta necesario hoy a todas luces repetirlo, mis amigos: a muy escasos argentinos les interesa en serio recibir el aire fresco de la verdad. Por ahì se prefiere en cambio, ser objeto de la caricia de la mentira constante. O de la sarasa, del verso, del doble discurso.

El señor Ministro de Economìa le explicó al Presidente de la Càmara de Diputados que podía continuar en modo sarasa hasta màs luego. Sin dramas. Y después sì, adoptar una caricatura de ocasión. Los micrófonos abiertos y cámaras de filmación prendidas hicieron lo suyo, ante la desesperación de algún alma presente que se deshojaba por avisar del furcio. 

Fìjense, entonces, còmo son las cosas en esos altos mandos de la sociedad. La deducción surge inmediata. Las mentiras y engaños están a la orden del dìa en este nuestro país; sòlo hay que esperar los yerros del sonido ambiente. 

La cara de fierro de quienes nos sanatean, intenta disminuir el efecto de la vergüenza ajena. Desde el señor Presidente para abajo; un conciliábulo de medias tintas para mantener al pueblo sometido y desactivar todo esfuerzo por mejorar la calidad de vida de cada quien, sea campesinado o empresariado, y ni acordarnos del comercio chico, totalmente en la vìa. 

Desde el principio de la incursión de la pandemia en el mundo, se nos exponía acà, que no había manera de que tal demonio arribase. Luego variò el rictus y se planteò que el malvado pico epidemiológico vendría en abril. Pero,¿còmo esta mutaciòn de informaciòn, si se nos instruyò antes de que no llegarìa a tocarnos, en rigor de ser certeros el virus chino?

Y brotaron de la nada señores expertos, científicos ellos y ellas, que se pusieron a la par de Casa Rosada en materia de ordenar. Nadie votò a estos personajes y, sin embargo nos chantaron encima la eternidad e inutilidad de la cuarentena. Un puñado de ineptos e inservibles aùn en lo suyo, equivocaron todo y ahorita mismo tenemos un gran número de hermanos fallecidos. 

A propósito, es un capìtulo triste pero atrayente este de los números oficiales y las tablillas que ostentan a diario. Obvio, tampoco aquí se ubica la señora Verdad. Hasta el mismísimo señor Gobernador Axel Kicillof, ha convenido en especificar diferencias sustanciales entre lo que se da a publicación y los auténticos casos. La diferencia es abismal, o, por lo menos, no coinciden las cantidades. 

Yendo por estos terrenos cenagosos, la estrategia de enemistar a la salud pública con la economía, nos ocultò, nos encriptò en nuestras casas. Y se presumìa un alcance distinto al actual en cuanto a conclusiones. Lo cierto es tangible. Son datos, no opiniones. La caída abrupta del PBI, la depresiòn del peso argentino, la recesión galopante y la incomodidad de la inflación, demuestra el equìvoco gubernamental. Pero también se sufre desde el ámbito sanitario con la amenaza en ciernes del colapso de camas y respiradores, y el agotamiento, estrès y mal sueldo de los médicos y personal de enfermerìa. 

Un descalabro inèdito y ya suena el clarín de la próxima locura: sustentar con planes hasta que estalle la mecha. 

Es, de todos modos, preocupante el acostumbramiento cìvico a las falsas opciones. La quietud y resignación ya enervan. Tal vez tenga que ver con el instinto de algunos de no salirse del corral. De no poseer voluntad para renegar de lo aprendido, de esa sujeción que corroe pero a la que se acomodan muchos a cambio de dádivas que llueven del Estado. 

Es duro adaptarse a la precisión que demanda la verdad. A veces suele incomodar incluso. Desairar al màs mentado. La hipocresía y la tergiversación de los hechos, van a todos lados y se muestran sin pudor. La idiosincrasia de la verdad es otra. APUNTA Y DISPARA sin observar a quièn acusa o complica. Esa diferencia se coloca sobre la balanza y se elige. Los resultados visibles se notan ante cada uno. Bueno sería accionar por la verdad. Aunque tal postura, haría perder el curro a màs de cuatro gansos. 

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho