Opinión
¿La deducción precisa?
En la noche de ayer martes 22, el señor Intendente Municipal doctor Ezequiel Galli, en una nueva conferencia de prensa enmarcada por la pandemia, resaltò un párrafo que, a mi modesto modo de ver, es lo màs contundente de toda su alocución, y que ya había esbozado con anterioridad en un encuentro previo. El concepto expresa textualmente: “VAMOS A TENER QUE CONVIVIR CON EL VIRUS POR LOS PRÒXIMOS 8 0 10 MESES, HASTA MEDIADOS DEL AÑO QUE VIENE, CUANDO ESPERAMOS QUE SALGA LA VACUNA”.
Arrollador discurso. Directo. Sin eufemismos ni vueltas absurdas y aùn màs indignantes que la realidad actual.
El convencimiento emanado desde arriba, no debiese producir idéntico efecto que algún otro comentario similar, expuesto por alguna otra persona. No debiera caer en saco roto tal comprensión de nuestro inmediato devenir.
Liberar las entradas y salidas es también un símbolo a leer, màs allà de la consideración técnica citada por el Alcalde para tomar esa determinante acción. Y es un paradigma especial porque ya van llegando datos fidedignos de argentinos a los cuales no se les facilita la salida, vìa aérea, del territorio nacional. Llueven las excusas oficiales al respecto, pero no sale quien asì lo desee.
En un cuadro sinòptico de limitantes y de avasallar derechos, Olavarrìa se abre y abre sus fronteras al hecho conceptual y cùlmine: tenemos que aceptar la intromisión de la enfermedad denominada Covid 19, asumiendo empero los cuidados inherentes.
Ya, horas atrás, el Jefe Comunal fue sincero en un medio de comunicación y, en el transcurso de la entrevista, interpretò el sentir de gran parte de su pueblo: “Noto cierto hartazgo”, dijo en visible alusión al proceso de inmortalizar la cuarentena preventiva y sus efectos nocivos.
Es verdad que un Alcalde (sea del signo político que fuere) es un vecino màs, que posee conocimiento territorial. O sea, distingue ànimos y aspiraciones de su gente. Y advierte antes que la Provincia o que Casa Rosada, las penas màs ocultas o los logros màs candentes de sus conciudadanos.
Por tal motivo, es auténticamente ilógico que desde La Plata o Buenos Aires, digiten los movimientos a consumar por estas zonas. Sin perjuicio del mandato de concentrar todas las òrdenes en un sòlo ámbito, ya estaríamos a tiempo de mirar objetivamente a las localidades y dejarlas ser ellas mismas. En aras tal vez a una pequeña retribución de la pisoteada autonomía municipal.
Abriendo el pecho a una novel etapa. Contemplando las cosas tal cual son. Sin egoísmos ni fanatismos desgarradores y gastadores inútiles de buena y noble energía. Vivir esta cuasi normalidad que se nos planta. Y hacerlo sin ese inoculado miedo a salir, a entrar, a soñar despiertos. Sin ese resquemor al ver a otro, sin esa terquedad y silencios prolongados. Entendiendo que nos llama la cotidianeidad a realizarnos, dentro de las posibilidades de hoy. A ser nosotros mismos, aùn en medio de la crisis, aunque la mayoría de nuestros ingresos vayan a parar a la canasta básica de alimentos, aunque no haya todavía eventos públicos que nos devuelvan la alegría.
Consentir en firmar el pacto con la hoja de papel y la birome que poseemos. No alardear con el pasado ni juzgar el futuro. Plantarnos firmes, únicos en este momento histórico. Romper la cadena mental o física incluso, si es menester. No dejarnos influenciar por los profetas del desànimo y el encierro eterno.
La sociedad local tiene un enorme desafío: portarse dentro de los carriles estipulados para volver a Fase 5 en breve. El 21 fue un hito, una excelente prueba aprobada por la juventud, la gente grande y los trabajadores que salieron a hablar con sus vecinos para evitar sobresaltos. Porque està claro, mis amigos: salvo minúsculas grageas, la masa olavarriense capta el propósito. Si nos valoramos a nosotros mismos y nos adherimos a las protecciones esenciales ya por todos utilizadas, la marcha no nos parecerà tan aburrida y tediosa.
La enemistad con el virus coronado, nos acompañarà, por cierto. Y habrá quienes contraigan el drama. Y quienes fallezcan padeciéndolo. Pero el sendero hay que transitarlo. La vida continùa y no se detendrà jamàs, pese a los recios vientos y contingencias súper adversas. Depende de cada uno còmo se dispondrà a caminar de hoy en adelante.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-