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Opinión

Fur Ihre Sicherhut

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Un slogan, una leyenda muy común en la época del nazismo en Alemania era esta: “FUR IHRE SICHERHUT” que traducida sería: “Es por tu seguridad”. De verdad, interesante rescatar estas palabras y trasladarlas a lo que sucede en este país alicaído del sur americano.

Ya desde antes del encierro dictado por Casa Rosada, el lema que se procurò instituir era basal, directo, sin matiz alguno, sin fisuras: “Haremos todo lo que sea necesario para cuidar a la población”, dirìa el señor Presidente Alberto Fernàndez y agregarà como al descuido: “Priorizaremos la salud ante otro elemento humano”. Y vino como por un tubo la medida màs restrictiva jamàs conocida en la Argentina, superando con creces a cualquier Gobierno Dictatorial previo. Ni en el Proceso se exigieron tantos requisitos para circular, para vivir.

El 20 de marzo surgió el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio que se presumìa iba a tender a cumplir un gran, un súper propósito: llegar a tiempo ante toda demanda sanitaria. O sea, se irìa con rapidez equipando los centros de salud para adecuarlos para lo que vendría luego.

Nada expusieron de lo que ya sabían los “expertos” buscados por Balcarce 50 y el propio Estado Nacional, sobre los inconvenientes que ya poseìa y poseerà por siglos el denominado “Conurbano Bonaerense”, al que prefirieron llamar Àrea Metropolitana de Buenos Aires.

El hacinamiento y la enormidad de carencias en calidad de vida, son una mochila pesada en la espalda de los mandatarios actuales y de otrora. Millones de almas sin lo mínimo indispensable, sin infraestructuras, sin agua potable, sin asfalto, y sin cloacas, una autèntica bomba de tiempo sanitaria que fue explotando a raíz de la presente enfermedad infecto contagiosa.

Vinieron desde ese minuto cero, un vagòn de excusas y culpas entrecruzadas entre Capital y Provincia, mas sin reconocer públicamente que el gran bonete estaba por esa amplia zona.

Y tal ha resultado, mis amigos: el 80 % de los casos positivos testeados a nìvel país, son de esa franja metropolitana. Una pena, un disgusto, pero es asì realmente.

Mientras tanto forzaron una falaz dicotomía entre cuidarse metido en casa o caer en las garras asesinas de la pestilente Covid 19. Casi calcando la idea citada al principio de esta nota, metieron el miedo por los ojos y exclamaron a los cuatro vientos: “Es por tu seguridad”.

Pasaron 150 dìas y no se registran mejoras. La inutilidad ha quedado expuesta a niveles internacionales, dònde la pregunta es: ¿Por què siguen todavía ustedes en cuarentena?

Han vuelto a la vida otros que sufrieron peores consecuencias desde lo sanitario y acà nos dan a comer aùn el verso del “Yo, y sòlo yo, te cuido”.

La gente se dividiò, se adhirió al discurso oficial una porción y otra optò por entender que las cosas no funcionan bien. Y se produjo una batahola de comentarios a favor o en contra en las redes.

Pero no es cuestión de enfrentarnos nosotros mismos mientras ellos se toman el vino mejor a expensas de los crédulos. Es menester captar el mensaje de la realidad, de la verdad revelada a diario. No quieren desde arriba que nadie piense distinto, que nadie salga, que nadie proteste. ¿Còmo se denomina tal actitud?

No vamos ni siquiera a recurrir hoy a los desastres de la economìa, tan contados en otras columnas, tan solo nos detendremos un instante en la Marcha del 17 A, o sea la manifestación de la víspera convocada y efectiva en màs de 150 ciudades de nuestra patria. Convengamos en el derecho natural, constitucional de exponer una o varias consignas. Como no es bendecida por el Gobierno Central, la denostan y salpican con argumentos otra vez, inciertos y tendenciosos.

Y pontifican desde las tribunas de la parcialidad: “Se van a contagiar. Insensatos, después vienen a nosotros mansitos, para que los cuidemos en algún Hospital Pùblico. No piensan en los doctores, son ustedes inconscientes”.

Si hasta el mismísimo señor Jefe de Gabinete de Ministros Santiago Cafiero, un hombre centrado, hábil, ha ido por la pendiente del odio al señalar compungido: “Les pido perdón a los médicos por no haber evitado la protesta de la oposición”. ¿Cuàl es el sentido de esa oración tan crucial? ¿Y  què significa “evitar una marcha”?

Cuidado, la leña esta cada hora màs seca. Y echan combustible a la pila, no se apartan del sesgo combativo. Lo que demuestra con claridad la intención del Gobierno de no ceder y mandar, lo màs que pueda, en medio de la eternidad “cuarentenera”. Sin plan económico, sin posibilidades de futuro y peor aùn, sin valores democráticos.

“Por tu seguridad” seguì en estado de total mansedumbre que todo gira. Pero quisiera cerrar con un posteo en su perfil de Facebook de un eminente cirujano local, cuyo nombre es un símbolo de los logros médicos vernáculos. Una figura de la que no podemos dudar en cuanto a su sabiduría y hombría de bien. Veamos, pues, que redactò este facultativo que asistió a la movida de ayer, y contestándole a Cafiero, dijo: “Pedì perdón a los médicos por la porquerìa de subsidio que prometieron y que ni pagaron, por los sueldos y las condiciones paupérrimas de la salud, caradura, que muchos de los que fuimos a la marcha somos médicos y si nos exponemos por atender pacientes, incluidos ustedes, con màs razón nos vamos a exponer para reclamar por justicia. Basta de crímenes y corrupción, basta de narcos y pobres e ignorantes y basta de matar a impuestos a los que trabajan para pagar la fiesta”.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho