Opinión
De las prioridades
Sólo tal vez bajo los devastadores efectos de la terrible inoculación del miedo que se ha provocado con total intención, se logra gobernar este país. Un territorio donde las prioridades se transmutan y lo evidente se oculta. Donde lo que antes era nocivo y despreciado, ahora es algo naturalizado y soportable. Increíble realidad sostenida a base de trampas y emisión sin respaldo alguno de dinero. Poniendo el centro en quienes pueden alzarse indómitos y dejando de costado a una inmensa franja de jubilados y activos de verdad, auténticos hacedores anónimos de la patria.
La vorágine de información estaciona ante los medios que, asistidos por Balcarce 50, derraman el combustible de los muertos por Covid 19 en todo el urbe, ranqueando los datos por cifras y naciones. Con imágenes incluidas por supuesto.
Sobredosis cotidiana de pánico que entra por las venas de los millones de televidentes que prefieren quedarse en el molde. Justamente dando espacio al propósito prefijado de aquietar aguas.
En este contexto inédito, todo se permite: el incremento hostil de la violencia, la proliferación de la delincuencia, y la división de criterios entre aquellos que avalan a Casa Rosada y quienes poseen otra visión del devenir de los hechos.
La coctelera bulle fogoneada y da como experiencia, peleas e insultos en las redes. No se busca la Verdad con mayúsculas, empero se persigue confundir y entretener. O sea, desviar la atención a cómo de lugar. Viejo artilugio. Pero enfrentando a las personas, divorciándolas de la sana premisa de oír y respetar al prójimo, aunque no crea o piense idénticamente a mí.
Y nos topamos de lleno, siguiendo este razonamiento práctico, con algo impensado. ¿O acaso alguien en su sano juicio, mis amigos, hubiese sospechado siquiera esta magnitud de controles que se observan hoy?
Luchadores férreos y sanguíneos contra la Dictadura cívico militar de los ’70, cargan la cruz de tener que cumplir con aplicaciones y restricciones a lo más sagrado, después de la vida misma, la preciada libertad.
Mansedumbre inusitada orquestada en los laboratorios del miedo. Tipos rudos que se la jugaron para derrocar a los militares de otrora o que protestaban contra De la Rúa, se callan y se persignan sin chistar. Mientras el corso pasa frente a sus narices.
Peores retenes y controles que en los más repudiados mandatos de facto. Y la boquita de millones de argentinos, tragándose este sapo.
Es más común discursar sobre cuestiones nimias que reconocer el hartazgo del laburante, del comercio y de las pymes. El encierro les vino de perillas a varios que ostentan la sartén por el mango. Recién se citan ciertas problemáticas anexas a la cuarentena impuesta desde las altas esferas.
Daños colaterales que el Gobierno intentará subsanar con plata sin fondo, emitida sin pausa para calmar fieras y generar aunque sea un sólido consumo interno. Bañando a la Argentina de planes y aportes momentáneos para que no se incendie el barco. Casi 20 millones de planes y programas de asistencia, sobre 9 millones de almas estoicas que abonan al Estado para que otros disfruten.
Y así se cae un avión de la Fuerza Aérea en un campo allende a Villa Valeria, al sur de la Provincia de Córdoba. Una nave de guerra, Mc Donell Douglas A-4AR, pilotada por el Capitán Gonzalo Britos Venturini, quien murió en la escena. Nos dirán los expertos en aeronáutica una concisa frase al respecto: “La falta de mantenimiento era comprobable”. De tal arista, no se habla.
¿Y de Facundo Castro, qué me cuentan? Casi toda esta encerrona sin aparecer ese muchacho. Mas los derechos humanos han de tener otras ocupaciones porque de él, ni se acuerdan al parecer. Tampoco de ayudar a las víctimas de robos violentísimos.
Las mentes y corazones imparciales, pensantes, se van agotando por tanta mierda desparramada y nunca juntada en serio. Usan y usan a la gente y se reinventan los usadores de gente.
En otro tiempo, en otro escenario, hubiera sido distinto. Acá primó el miedo, por eso pagaremos las consecuencias todos, sin excepciones. Si hasta los mismos defensores del oficialismo, reconocen ya en público que esta cuarentena no va más. No da para más. Pero no es todo.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-