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Opinión

Al fin, se dijo nomás

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Es este un momento crítico para la ciudad que nos cobija, por el incremento en los últimos días de personas que se han visto tomadas por sorpresa por el Coronavirus.

Por tal motivo, el Municipio local decidió repasar las medidas mínimas de bioseguridad que todos hemos de seguir utilizando en aras de “cuidarnos para cuidar al resto, al otro, al prójimo”.

En nota aparte en este diario se detallan aspectos de la reunión con la prensa, establecida anoche en el céntrico Salòn Rivadavia, donde el señor Intendente y su Secretario de Salud expusieron al respecto.

Una mirada retrospectiva de la cuestión en sì que nos atraviesa desde marzo, nos pondrá en “autos”, como dicen los señores abogados. Esto significa, siendo objetivos y directos, que es evidente que a esta altura del tormento, ya debiéramos comprender de lleno cuàles son las herramientas dignas o no de usar en el devenir cotidiano de cada individuo.

Pero, reconociendo las autoridades ciertas deficiencias urbanas, salieron al cruce con una notable advertencia que bien podríamos sintetizar en estos términos: “La cosa está muy àspera, se complicò mucho por los recientes casos positivos. Si nos relajamos aùn màs, se derrumba este edificio llamado Fase 5”.

En tal dirección se citó un aspecto a tener presente: “Hemos detectado muchos casos en reuniones sociales, no es espacios abiertos”. ¡Bingo! Lo que es de conocimiento público, se remachò en la víspera, en boca del Jefe Comunal.

Es sabido de cumpleaños y asados frecuentes. Presuntos vivillos que desafìan al virus coronado, a la cuarentena y a las òrdenes impartidas. Mas, esencialmente, estas almas no poseen ni una chispita de sentido común.

Por supuesto que el Estado Comunal en tal laberinto de desobediencia, no puede materialmente controlar cada hogar, cada vivienda. Es un poco el mismo dilema de la violencia en las casas. Es imposible peticionar o exigir un móvil policial o de Control Urbano, a cada dos metros para obtener información “in situ”.

Es un acto de autèntica responsabilidad cívica. Claro que debiese darse desde la punta de la piràmide un ejemplo completo a adoptar como propio. Ustedes, inteligentes lectores mìos, sabrán traducir de què hablo.

O sea, el problema no son los parques, los negocios que hacen respetar las condiciones de esta nueva etapa, ni los trabajadores circulando rumbo a sus tareas, ni el periodismo laburando, ni las salidas recreativas de niños, el culpable de la incertidumbre que hoy nos encripta, resulta aquèl vecino que se junta con varias criaturas desaprensivas màs y hacen un exquisito asado, que dicho sea de paso, se fue por las nubes. O esas familias impacientes que optan por festejar un cumple fuera de contexto.

“Hay cierta relajación por creer que estamos en Fase 5 y esto no terminò”, expresó el doctor Ezequiel Galli en el encuentro con la prensa. Es cierta esta deducción. Es pura lógica, pues. Son 150 jornadas de Aislamiento sin una certeza de solución, ni un rasgo exacto de salida airosa de esta guerra invisible. ¿Còmo ha de sentirse el ciudadano en tales circunstancias? Ademàs, habrá que agregarle a este Getsemanì, la vicisitud económica y laboral de miles de olavarrienses. Por lo tanto, es una obligación a contemplar.

Nadie en su sano juicio, sea sujeto común o funcionario, puede abstraerse livianamente de tal consideración. Se palpa en público: la gente parca, sin ànimo, sin deseos de conversar como antes, sin esperanzas, sin fe. Entonces es menester decir también: “Es comprensible el hartazgo de mi pueblo sujetado cual ganado a un Decreto en un país presumiblemente democrático.

No compartir los yerros de los idiotas que se sienten inmunes ante el Covid 19 es una cosa, pero no aceptar el cansancio de un pueblo que quiere despegar de este mal, es otra. Sin embargo el Intendente reacciona y acompaña el sentimiento de expresar consignas en una marcha, como la del 17 A.

“Apelamos a la responsabilidad”, aconseja Ezequiel Galli y desarrolla la frase central, la que hemos venido diciendo desde estas columnas, la que se va abriendo camino entre espinas: “TENEMOS QUE APRENDER A CONVIVIR CON ESTE VIRUS”.

Al fin, se dijo nomàs.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho