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Opinión

¿Y las reacciones de la sociedad?

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Estamos inmersos en un tiempo de miedo, de oscurantismo, de odio visceral al otro si no piensa igual. Lo que debiese ser normal, casi natural, es motivo de discusiones estériles y desgastantes. 

Es muy probable que haya incluso gente que se acostumbró al encierro, a que le dicten que corno hacer o que no realizar. La mansedumbre se vio en todo este triste proceso desde marzo hasta aquí. 

Si se dan ciertas pequeñas aperturas, llueven las quejas de quienes no ven beneficio en ello y proclaman la obligación de liberar otras actividades. O flexibilizar como se menciona en este traumático presente.

Principio de dolores recién son estos. Ni podemos imaginar las tribulaciones que aún vendrán. Desde la desmadrada inflación a la recesión. Desde los enfermos con traumas mentales a los chicos con fobias. Desde los locales comerciales cerrados por quiebra hasta los ocultados suicidios de los desesperados. 

Dantesco panorama apenitas divisado por los más conscientes e imparciales analistas. Un país en virtual cesación de pagos y con la perspectiva de emitir en breve billetes de $ 5000. Y sin un atisbo preciso de un verdadero programa de salida post pandemia. 

Con intestinas peleas y pujas de poder entre el Instituto Patria y el señor Presidente. Entre Ella y Él. La señora con un séquito de adulones pagos por supuesto, mantenidos por el pueblo en definitiva, y el Jefe de Estado tratando de no caer sobre el abismo. 

Ninguno de los dos es ingenuo ni inocente. Sabían y saben a qué atenerse. La Vicepresidente apura sus causas en la Justicia de eterna feria y lanza sus dardos envenenados hacia su compañero de fórmula, mientras recoge cajas y poder. Alberto en el mientras tanto, siente angustia y se enoja ante incómodas preguntas. A propósito una consulta de fuste es ¿cuánto más durará en el mítico sillón de don Bernardino, luego de que esta maldición pase? 

Tal vez y, atento a su probable fin, no desee que trascienda la cuarentena. No al pepe la extiende cual goma de mascar. Alberto está prácticamente solo, su mentora y rival posee un grupo de serviles muy dispuestos. Y los ex montos andan a la pesca…

En tal contexto funesto que ven los que anhelan ver, nuestro distrito cementero y ganadero, es un polvorín. Resulta que de improviso, agazapado en las neblinosas tardes olavarrienses actuales, el señor Intendente Municipal, haciendo uso de sus facultades, por cierto, hace temblar las pelusientas billeteras de sus convecinos dando un toque a la máquina de aumentar las tasas.

12,9 % arriba y a llorar a las cerradas todavía iglesias. Detrás el déficit 2019 y una merma lógica en la recaudación fiscal vernácula. Y un pizarrón que exhibe negocios y pymes vapuleados y ni que hablar de los cuentapropistas. Un desastre que se nota a simple recorrido por las arterias locales. 

Y así, con cientos de carteles de se “alquila” o se “vende”, con 10.000 almas siendo asistidas en lo elemental: la comida, surge este nuevo monstruo devorador de bolsillos alineados. 

Por supuesto que hay ya y habrá voces de la vereda de enfrente al aire, quejándose. Bien vale también revisar el pasado no muy lejano donde algunos de los opositores de ahora, hicieron idénticamente. Nada tan distinto de lo que nos dieron por la cabeza en otra instancia. 

¿Y la sociedad? Bien, gracias. 

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho