Opinión
Yo espío, tú espías
El ambiente está muy tenso y no es para menos: aumentan los casos positivos de Covid 19 y así también las muertes se siguen dando en la Argentina. Una auténtica desgracia que debiera permanecer eximida de todo barniz político partidario, pero no es tan así.
Cada actitud es propicia para apuntalar o desfigurar al Gobierno, en sus tres niveles por cierto, nacional, provincial y local. Se observan cientos de “posteos” y comentarios en las redes sociales que confirman la extensión cada hora más amplia de la división entre hermanos.
En un contexto belicista, donde cada opinión es discutida sin rodeos ni respeto, es evidente, a prácticamente 90 días de instalada esta cavernícola cuarentena, que Casa Rosada se siente cómoda en tal reducto.
A decir verdad sólo ostenta el poder en sintonía con un grupo de expertos científicos y con la anuencia servil de gobernadores e intendentes y sin el Congreso ni la Justicia tomando sus lugares en la mesa.
“Unicato” que cuenta además con una ventaja de porte: no es éste un año electoral; si así lo fuese, a otro perro con este hueso duro de roer. No hubiese Balcarce 50 hecho durar tanto este martirio “hambreador”.
Pero “ÉL”, el señor Presidente, lo hizo posible con la sombra de la señora Vicepresidente detrás que, dicho sea de paso, arregla de mientras sus líos judiciales.
Una reciente encuesta revela que el 89,5 % de los ciudadanos que avalan la medida extraordinaria del Ejecutivo de extender la alfombra del aislamiento obligado, son empleados estatales. ¡Vaya sorpresita! De ahí se deduce su fervor a ultranza. Total, igual cobran a fin de mes y no padecen las penurias del trabajador informal, del que realiza changas o del comercio vapuleado al sumo.
Por otro lado en Buenos Aires miles de laburantes han tenido la obligación (qué raro) de bajarse una Aplicación denominada “Cuidar” que se promociona a sí misma, cual bella opción para fortalecer el sentido de responsabilidad y cuidado personal.
El secreto que no se menciona pero se utiliza es muy distinto al supuesto fin de la oportunidad tecnológica expuesta. Estamos ante un mecanismo, una herramienta más empleada por el Estado para ubicar y controlar todos los aspectos de la vida del usuario de esa red.
Desde una terminal y con la clave necesaria, obtienen cada detalle de lo que deseen ver u oír, léase fotos, videos, audios de Whatsapp y mensajes de texto de cada teléfono adherido e incluso su ubicación en tiempo real, como también otros datos inherentes a la privacidad de la persona en cuestión.
Es un acto de intromisión y espionaje muy triste, justo en épocas de citar los espionajes del tiempo macrista. Es de considerar que espiar se ha espiado siempre, en dictadura o democracia. El tema es que hoy se pretende instigar y controlar a cualquier ser humano, a la gente común, más allá de figuras del sector sindical o político, lo cual ciertamente tampoco es menester que se los moleste.
Se espía a cualquier habitante con el propósito de no dejar hilos sueltos. Atar los cables y no permitir filtraciones de goteras en el techo del cenit del autoritarismo.
No sería ilógico pensar en la próxima instalación de cámaras y micrófonos ocultos en hogares de díscolos, de quienes no comulgan con este espacio de mando.
Otra inoculación oficial ha sido el miedo. Y continúa dando óptimas respuestas. Las almas miedosas y golpeadas por las cifras de muertos aquí y en todo el orbe, se esconden detrás de los barbijos y se “apichonan” en sus casas sin voz de voluntad.
Es una columna recurrente ésta, sin dudas. Y coherente. Desde el vamos. Con honestidad intelectual difícil de hallar. Aquí pongo en claro una última axioma: Mientras no sea la propia población, la ciudadanía en su conjunto, quien se ponga al frente de un reclamo, de una exigencia sin dilaciones de mutar este tormento, toda excusa les es bienvenida para sujetarnos aún más a sus fines. Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-