Opinión
Resistiendo el temporal

Una simple deducción de cualquier ciudadano puede entregarnos el comentario de que este gobierno nacional ha demostrado su tremendo fracaso e improvisación en el manejo de la tan temida pandemia del Covid 19 (ya se habla de la factibilidad de la existencia quizá de otra sucesora en breve, descubierta oh casualidad en China) y entonces alargó dos semanas más (por ahora) esta cuarentena desoladora, bajo el pretexto de “pedir un último esfuerzo a la población”.
Con mohines fabricados y falso paternalismo, arrinconó al manso rebaño a dosificar el aislamiento, violando mínimos o máximos derechos personales y colectivos.
El asunto es poco criterioso y salta a ojos vista: confinan a la gente al encierro y endurecen los controles de forma de parecerse a una sureña “Gestapo”, para lograr así tal vez y si Dios quiere, organizarse.
Los contagios, es lamentable advertir, no se detienen y este invierno nos traerá de seguro, dificultades anexas con las patologías ya recurrentes por estos meses cada temporada.
No obstante la imposición que sobre todo toca a Capital y al AMBA, sacudirá otra vez los cimientos de los comercios e industrias, conllevando más dramas a hogares y bolsillos de miles de compatriotas insertos en un dilema sin salida visible. La catarsis no se puede realizar hasta ahora porque vamos de mal en peor, sin plan económico y horizonte pleno que deje espacio a un mediano optimismo.
Cierre de negocios e industrias, empleos que dejaron de ser, recesión en alza, inflación, angustia y depresión social, es apenas un ápice de lo que acaece. Todo claro sin frenar el ímpetu del virus coronado.
Fue absurdo arrear a las personas a un encierro impuesto e inútil. Las pruebas hoy son concretas. Se tomó de rehén a la población sana y se le inoculó al argentino una alta dosis de miedo. El Estado Nacional y ciertos medios adoptaron la impronta de “ranquear” al virus y sus nocivos efectos y ponernos delante a cada rato cifras mundiales, subrayando los fallecimientos.
La estrategia a utilizar empero, es convivir con el problema. Con los recaudos necesarios desde luego. Sin dejar de lado la salud, pero sin estigmatizar absurdamente otro sector, como el económico, por ejemplo. Y respetando la Constitución tan pisoteada y a los demás poderes tan blandos y serviles que no han levantado la voz para interponerse ante el descalabro inducido.
Hemos de considerar que por estos momentos, la capacidad de mando del señor Presidente todavía continúa, aunque rozada por los yerros y la percepción generalizada de que se ha venido apropiando de la enfermedad para conquistar objetivos políticos no gratos.
Su imagen positiva cayó 15 puntos, desde el inicio de la tortura “cuarentenera” hasta aquí. (Medía 80 %; hete aquí que ahora tiene un 65,2 %). Y desciende por un sombrío túnel puesto que no se notan medidas claras de reactivación o planes veraces. Casa Rosada no posee credibilidad, ni dentro ni fuera del país.
Con estas reglas enclenques, sin seguridad jurídica, sin capacidad de atracción nacional o extranjera, el futuro es irremediable: cero inversiones. Y un altísimo costo a pagar desde cada hogar argentino. Con el signo peso ultrajado al máximo y sin ningún valor.
El poder adquisitivo está derrumbado. Casi 20 millones de almas en la ex República Argentina viven de lo que les otorga Balcarce 50. 8 millones solamente aportan para el sistema jubilatorio. El trabajo informal comanda las acciones. ¿Quién garantiza un porvenir romántico con tal circunstancia adversa y chocante, y sin reformas políticas, judiciales y laborales tan necesarias pero esquivadas?
Los días post pandemia nadie sabe cuándo arribarán. Mientras los manotazos de ahogado de Casa Rosada incluyen atropellos judiciales y acomodos a los chanchullos de la señora Cristina viuda de Kirchner. De paso, ella espera en las sombras de la noche gris. En puja permanente con don Alberto que quiso convencer a la multitud de que él sería diferente a su mentora.
La proliferación de infectados y la presencia irreverente del Coronavirus en el entorno presidencial, hizo recular las salidas del profesor de Derecho en aras de conseguir adeptos en su tarea de armar el “albertismo”.
El panorama es sinestro y se basa tal aseveración en una pizarra numérica que ha de ser detenidamente mirada con ojos de total imparcialidad: En Buenos Aires nomás cerraron 2800 negocios minoristas de diversos rubros; nos aproximamos a 1 millón de puestos de trabajos extinguidos; 9 de cada 10 compatriota está endeudado; y muchos empresarios pymes han tomado crédito a tasa cero para abonar sueldos a sus empleados un mes; el 44,9 % de las pymes están fundidas; las ventas han caído en picada, manteniéndose sólo las ventas alimentarias y de farmacias como prioritarias.
Más de 100 días de cuarentena y la división entre argentinos se extendió cual reguero de pólvora. De soluciones o mejoras, ni se habla…
Por Mario Delgado.-

